Expulsión de refugiados africanos

Israel, Schwarz Rein

Los 937 refugiados judíos a bordo del transatlántico St. Louis, estaban seguros de haber arribado a costas salvadoras cuando en mayo de 1939 el gobierno de Cuba les denegó el permiso para desembarcar en La Habana. La nave debió regresar a Hamburgo, su puerto de origen, donde la totalidad del pasaje fue detenido por las tropas hitlerianas y enviado a diferentes campos de trabajo y exterminio. Sólo unos pocos sobrevivieron a la Shoá.
El St. Louis no fue una excepción. Fueron miles los judíos que perecieron a manos de las hordas nazis ante la negativa de naciones “amigas y civilizadas” abrirles su frontera.
Sólo 77 años después, hacia el fin del año 2017, casi 40 mil inmigrantes de Sudán, Ruanda y Eritrea enfrentan una repatriación forzosa que los devolverá –muy probablemente- a una situación de indefensión, persecución, violencia, miseria y muerte como consecuencia del plan de expulsión puesto en marcha por el Gobierno de Israel.
Por Ricardo Schkolnik

El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, explicó que el plan afectará a la mayoría de los 60.000 africanos que entraron en Israel antes de la construcción de la valla en el Sinaí en 2013 y aseguró que 20.000 ya fueron expulsados. De los 4.000 repatriados el año pasado, hay noticias de la muerte de por lo menos 690. Algunos por enfermedades, otros por hambre o falta de medicamentos. La mayoría asesinados.
El Gobierno dará 90 días a los afectados para abandonar el país de manera voluntaria y, de lo contrario, irán a prisión. A tal fin se alistó, por iniciativa del ministro del Interior, Aryeh Deri, el centro de detención de Holot en el sur de Israel, para los inmigrantes africanos, anticipándose a las deportaciones a gran escala. “Quienes rechacen la deportación serán encarcelados”, declaró Deri. El sueño del “schwarz rein”, del país libre de negros, de la ultraderecha nacionalista religiosa judía, se va haciendo realidad no obstante las protestas y el rechazo de dentro y fuera de Israel.
Desde lo más profundo del propio pueblo israelí se escuchan voces asombradas e indignadas por el plan de repatriación urdido por los partidos de la ultraderecha religiosa judía que obtuvieron, una vez más, el aval del Primer Ministro a cambio de no provocar una nueva crisis de Gabinete.
Sobrevivientes del Holocausto redactaron un llamamiento conjunto al Primer Ministro, pidiéndole que anule la orden de expulsar a ciudadanos sudaneses y eritreos; “¿Cómo puede un gobierno judío expulsar a los refugiados y solicitantes de asilo a la muerte?”, preguntaron.
“Nosotros, que sabemos exactamente lo que es ser refugiados, estar sin hogar y privados de un Estado que nos preserve y protega de la violencia y el sufrimiento”, escribieron los sobrevivientes, “no podemos comprender cómo un gobierno judío puede expulsar a los refugiados y solicitantes de asilo a un viaje de sufrimiento, tormento y muerte”.
Cada uno de los signatarios de la petición declaró el lugar donde ellos mismos eran refugiados cuando eran niños. La carta marcó la unión de los supervivientes del Holocausto al movimiento de base “Stop the Expulsion” organizado por los estudiantes secundarios y universitarios durante la última semana de 2017.
Desde otro sector social, los pilotos y personal de tierra de la línea de bandera israelí, El Al, además de negarse a transportar se unieron como colectivo a organizaciones que rechazan la decisión parlamentaria.
“No hay forma de que yo, como miembro de la tripulación aérea, participe en vuelos de refugiados / solicitantes de asilo, en su camino hacia un destino cuyas posibilidades de supervivencia después de alcanzarlo… son casi nulas”, escribió el piloto Shaul Betzer en su cuenta de Facebook.
Paralelamente, los pilotos israelíes han pedido a las aerolíneas extranjeras, algunas de las cuales ya están tomando parte en la expulsión, que no cooperen.
Al día de hoy, los pilotos se han comunicado con sus colegas de Turkish Airlines, Royal Jordanian y Ethiopian Airlines en sus idiomas nativos para cesar cualquier cooperación con el gobierno para deportar a los refugiados.
Uno de los pilotos de El Al, Ido Elad, escribió en Facebook: «Me he unido a muchos de mis mejores amigos al declarar que no llevaré a los refugiados hasta la muerte. No seré un cómplice de esta barbarie».
A los sobrevivientes de la Shoá y a sus familiares; a los pilotos y personal de tierra de El Al, se sumaron varios miles de intelectuales de todos los ámbitos académicos y culturales. Docentes del nivel medio, que introdujeron el tema en los colegios; profesores de todas las universidades y de todas las carreras, reconocidos artistas, actores y personajes del espectáculo.
Paradójicamente, el Gabinete y el Parlamento, cuyas funciones primordiales pasan por custodiar el entramado y el equilibrio social del país, produjeron una nueva fractura en el delicado entramado social israelí.
Algunos encontraron la respuesta a las intenciones de Netanyahu y sus ministros.
Un grupo de rabinos reformistas citó a Ana Frank como inspiración para un programa que insta a los israelíes a esconder a los solicitantes de asilo africanos que enfrentan la expulsión forzosa de Israel a sus países de origen, principalmente a Eritrea y Sudán, a partir de abril y en los próximos dos años.
El movimiento “Anne Frank Home Sanctuary” y la organización israelí “Rabinos por los Derechos Humanos”, se pusieron al frente de esta campaña que espera ayudar a cerca de 40.000 solicitantes de asilo africanos, ocultándolos –si no se revierte el proyecto oficial- en sinagogas, granjas colectivas, cooperativas agrícolas, y domicilios particulares a lo largo y a lo ancho de Israel.
Con la posibilidad de activar la expulsión de los solicitantes de asilo africanos, Israel se enfrenta a una prueba de fuego decisiva que marcará su futuro y su ubicación entre los pueblos del mundo; que determinará si éste es el Estado judío que inspiró a Mordechai Anilevich cuando tomó las armas en Varsovia; al que le cantaron la poetisa Rachel, Leah Goldberg o Nathan Alterman, o el país al cual se dirigían los “maapilim” desafiando el “Libro Blanco” británico; o un Estado identificado con los perseguidores y verdugos. Los ciudadanos de Israel y el pueblo judío en su totalidad están a un paso de convertirse – casi ocho décadas después- en los nuevos pasajeros del St. Louis en una deriva sin destino, repudiados y rechazados en todas las fronteras, en todos los idiomas, por todas las naciones.