El avance religioso ortodoxo sobre las escuelas públicas

La nueva batalla educativa

Desde hace un tiempo, una política de adoctrinamiento religioso se viene instalando en la educación oficial, avanzando sobre la población laica y los distintos colectivos que integran la sociedad israelí. Esto incluye materias específicas, contenidos insertos en asignaturas tradicionales y libros de texto con ejercicios, fábulas y cuentos infantiles. La movida no se queda en Israel sino que se empieza a extender a las escuelas de Europa y Latinoamérica.
Por Kevin Ary Levin *

Desde la implementación de las primeras políticas educativas del Estado de Israel, transcurre un debate en torno al lugar que la cultura y la religión judía deben tener en la currícula de la educación formal, considerando las múltiples visiones que existen en relación a estos temas dentro de la sociedad israelí, una dimensión más en el debate sobre el carácter judío del Estado. En respuesta, el sistema de educación pública se organizó en base a cuatro tipos de escuela que trabajan de forma diferente estas temáticas, tres de los cuales reciben predominantemente minorías: las escuelas árabes, las ultraortodoxas (jaredim) y ortodoxas modernas o sionistas (datiim). El sector restante, llamado simplemente estatal (mamlajtí) dedica la mayoría del tiempo a contenidos seculares, trabajando tradicionalmente los contenidos judaicos desde una perspectiva cultural y pluralista. Es, por lo tanto, el sector asociado a los laicos de Israel.
Sin embargo, en los últimos años (y con particular intensidad durante los últimos meses) se desató un nuevo debate con respecto a la transmisión de contenidos religiosos en las escuelas estatales, en el cual cada vez más voces señalan al Ministerio de Educación, manejado por Naftali Bennett (del partido Habait Haiehudí, mayoritariamente ortodoxo sionista) como el responsable de una nueva estrategia de adoctrinamiento religioso a través de las escuelas laicas de Israel. El ministerio organiza la currícula y el material bibliográfico utilizado en la educación a lo largo del país.
En el centro de este esfuerzo se encuentra una nueva materia insertada en la currícula oficial a principios del 2016, titulada “Cultura judía israelí”, cuyo objetivo explícito es “fortalecer la identidad judía”. La ambigüedad de esta expresión (y la aparente omisión de que no existe una identidad única a fortalecer) no es casual. Al estar la instrucción a cargo de organizaciones externas y no docentes contratados por las escuelas, llama la atención que 95% del presupuesto del programa va a organizaciones ortodoxas, cuyos representantes transmiten de forma militante su ideología a los alumnos. Los temas incluyen “amor por la Tierra de Israel y el Templo (beit hamikdash)”, en relación al cual padres de una escuela laica se sorprendieron al encontrar a sus hijos cantando una canción sobre la reconstrucción del Tercer Templo en el acto de fin de año. A los alumnos se les incentiva a celebrar un shabat tradicional, mostrando los textos familias con kipá haciendo kidush. Una joven de noveno grado de Tel Aviv denunció que al transmitir el ciclo de vida del hombre y la mujer en clase, se le enseñó que el del hombre incluía brit milá, escuela, bar mitzvá, ejército, universidad, casamiento y niños, mientras que el de la mujer incluía sólo escuela, ejército, casamiento y niños.

Pinocho estudia la Torá
El debate no gira solamente en torno a la nueva materia, sino que incluye el ingreso de contenidos religiosos a materias donde menos se esperaría.  El Foro Laico (Forum Jiloní), ONG que lucha contra la educación religiosa en escuelas laicas, realizó una investigación nacional de libros de texto. Entre los hallazgos, encontraron que un manual de lengua hebrea de primer grado incluye una historia sobre un judío que, gracias a su observancia de Shabat, se queda con la riqueza de un no judío. El manual “Migvanim” usado en Ramat Hasharon incluye el conocidísimo cuento de Pinocho, pero en esta oportunidad el hada le dice a Pinocho que, como ayudaba a su padre y estudiaba Torá, sería bendecido. Un ejercicio de matemática pregunta “Si en la ciudad hay 3 sinagogas y en cada una reza un promedio de 70 judíos, ¿cuántas plegarias ascienden al Santo Bendito Sea cada día?”, mientras que otro libro de matemática de segundo grado se pregunta cuántos animales puros (kasher) de cada categoría ingresó Noaj en su arca. Alumnos de escuelas laicas realizan viajes escolares a las tumbas de sabios judíos en Cisjordania, en un tenue velo de clase de historia para justificar una estrategia de difusión del “Gran Israel”, la ideología que plantea la anexión definitiva de todos los territorios conquistados en 1967. El adoctrinamiento no ocurre solamente por la inclusión, sino también por la exclusión: a fines del 2015 el Ministerio de Educación removió la aclamada novela “Gader Jaiá” de la escritora Dorit Rabinyan de la lista de lecturas que las escuelas pueden asignar a sus alumnos, por tratarse la trama de un romance entre una judía israelí y un palestino.
Hasta ahora el debate público parece haber instalado el tema, con cierto éxito. En abril del 2017, el ministerio anunció que cambiaría ciertos contenidos de textos en respuesta a las críticas de grupos como el Foro Laico (la ONG considera que la medida abarca un pequeño porcentaje de los libros que deberían modificarse). A pesar de esto, Bennett desestimó a los críticos de una forma más que curiosa. A fines de agosto afirmó en relación a las denuncias que “el auto-antisemitismo es un fenómeno social-psicológico en el cual un judío desarrolla un desprecio obsesivo y hostilidad hacia la tradición y costumbres judías y hacia los judíos observantes”. El problema evidente en la respuesta de Bennett es que la crítica al adoctrinamiento ortodoxo de las escuelas laicas no es necesariamente desprecio a la tradición judía, sino a cierta lectura de ella que es ajena a la mayoría de las familias que envían a sus hijos a estas escuelas. Aunque el gobierno nacional no lo reconozca, las municipalidades de Tel Aviv y Guivataim anunciaron medidas que impedirán que organizaciones ortodoxas hagan actividades en escuelas laicas.

Hacia Europa y Sudamérica…
La influencia de Bennett no termina en las fronteras de Israel (sobre las cuales, dicho sea de paso, tampoco encontraremos consenso). En julio, el Ministerio de Educación y el Ministerio de Asuntos de la Diáspora (también a su cargo) anunciaron un plan conjunto de subsidiar el trabajo de las escuelas judías en Europa y Sudamérica, financiando también la consultoría de manos de expertos israelíes en escuelas judías. Entre los criterios para calificar a una escuela como merecedora del programa, el gobierno israelí analizará las tasas de matrimonio interconfesional entre graduados como criterio de efectividad en la educación judía. El Ministerio de Asuntos de la Diáspora también anunció el 12 de agosto su nuevo programa de fortalecimiento de identidad judía entre jóvenes judíos de todo el mundo, Mosaic United, para el cual cuenta con tres organizaciones ejecutoras: Hillel, Jabad y Olamí. Las dos últimas instituciones se especializan en kiruv, el acercamiento de judíos laicos al estilo de vida ortodoxo, y contarán con apoyo económico para hacer esto gracias al contribuyente israelí.

Toda educación es política
Por supuesto, la religión no debe pensarse en un vacío, sino también en relación a la economía y la política. En este sentido, no es un dato menor que la incorporación de una nueva materia judaica es una forma efectiva de proporcionar trabajos a docentes del grupo demográfico israelí que apoya de forma más natural al partido de Naftali Bennett. Es también relevante que esta aparente adoctrinación religiosa suele ir de la mano de la adoctrinación política, al promover una narrativa de la historia que sacraliza la tierra de Israel (incluyendo Cisjordania) y que fortalece el reclamo del movimiento de los colonos judíos.
Tal parece que, luego de décadas de verse como una minoría y conscientes de su importancia en la coalición gubernamental de Netanyahu, el sionismo religioso sale gradualmente a la batalla por las mentes y las “almas” del pueblo de Israel. El éxito de esta estrategia guarda como potencial a futuro un cambio en los resultados electorales y, desde ahí, una transformación radical en el carácter del Estado de Israel y del pueblo judío.

* Lic. en Sociología y docente.