Pronunciamiento del escritor Michel Chabon y su esposa Ayelet Waldman

Carta a los judíos que apoyan a Trump

El sábado 12 de agosto, en la ciudad de Charlotesville, en el estado de Virginia, supremacistas blancos se manifestaban en contra del proyecto de quitar la estatua del general Robert J. Lee, un militar secesionista y esclavista. En respuesta se desarrollaba una multitudinaria contramanifestación, cuando un automóvil la embistió, matando a una mujer e hiriendo a 19 personas. Trump condenó los incidentes, pero igualó a los manifestantes racistas y xenófobos con los defensores de las libertades civiles, de acuerdo con lo que viene expresando desde que asumió el gobierno.
Michel Chabon, escritor judío norteamericano, decidió a partir de estos hechos escribir una carta junto a su mujer, Ayelet Waldman, dirigida a los judíos que votaron a Donald Trump. Ganador del Pulitzer, poseedor de una fuerte imagen pública, al punto que la famosa tienda Gap le ofreció aparecer en un anuncio publicitario (propuesta que rechazó pero que da cuenta de su popularidad, con incursiones en géneros como el policial y la ciencia ficción). Uno de los temas de su obra han sido el antisemitismo y cómo se relacionan los judíos norteamericanos con su entorno. Junto a Jonathan Safran Foer, podríamos decir que completan una línea de tiempo iniciada en Bashevis Singer, continuada por Phillip Roth, y que llega con ellos a nuestros días.
Presentamos el texto de la carta. Queda para el lector la posibilidad de jugar con el texto; por ejemplo, cambiar algunos nombres propios y ciertas coordenadas geográficas, y comprobar que el texto igual funciona. La globalización dirán algunos; la mirada universal del arte opinaran otros.
Presentación y traducción Pablo Gorodneff *

«A nuestros hermanos judíos, en los Estados Unidos, en Israel y en todo el mundo: sabemos que, hasta ahora, algunos de ustedes han hecho un esfuerzo por evitar abrir juicio sobre si el presidente Donald Trump es un antisemita o, por lo menos, concederle el beneficio de la duda. Algunos de ustedes votaron por él en noviembre pasado. Algunos de ustedes han encontrado empleo trabajando para él o se han involucrado con él en negocios privados, o en relaciones diplomáticas.
Has observado cómo, cuidadosamente, cada nombramiento en su administración de un supremacista blanco, un antisemita, un neonazi o un cripto-fascista pareció tener como contrapeso el nombramiento de un “amigo” judío, y se aseguró que la más preocupante de estas contrataciones sea equilibrada por la presencia, en su propia familia y círculo de consejeros más cercanos, de una hija y un yerno judío.
Diste tu apoyo al largo y espantoso listado de declaraciones racistas del Presidente, en el peor de los casos asintiendo; en el mejor de los casos, desechándolas como los vanos argumentos de un vendedor ambulante, y has elegido ver la cálida recepción que su retórica encontró, entre los soldados de asalto de fin de semana y las milicias de odio, como una prueba de la credulidad de un puñado de tontos.
Lo viste como un amigo potencial de Israel, o un enemigo confiable de los enemigos de Israel. Has tratado de calmar o desestimar tus temores sabiendo que la mayoría de las odiosas palabras y acciones del Presidente, junto con las de sus subalternos, se han dirigido a otros -inmigrantes, negros y musulmanes- sabiendo que esto es un consuelo hueco y desvergonzado, como si esa desvergüenza garantizara la ausencia, en su corazón y en su administración, de cualquier odio oculto para nosotros.
Te has dicho que el Presidente no tiene filtro, no tiene autocontrol. Si él fuera un antisemita, un simpatizante nazi, ya lo sabríamos, ¿no? A estas alturas, seguramente nos lo habría dicho, claro. Ayer, en una larga conferencia de prensa, en un momento que el padrino de la supremacía blanca Steve Bannon ha descrito aparentemente como «definitorio» para esta Administración, el Presidente expresó admiración y simpatía por un grupo de manifestantes de la supremacía blanca que marcharon por las calles de Charlottesville, haciendo ostentación de esvásticas y cantando abiertamente viles consignas racistas como «¡los judíos no nos reemplazarán!» Entre los manifestantes, según Trump, había «mucha» gente «inocente» y «muy buena».
Así que ahora ya lo sabes. Primero fue tras los inmigrantes, los pobres, los musulmanes, las personas trans y las personas de color, y no hiciste nada. Vos contribuiste a su campaña, votaste por él. Aceptaste sus posiciones personales y sus consejos .Entraste en negociaciones, cerraste acuerdos, hiciste contratos con él y su gobierno.
Ahora vienen detrás de ti. La pregunta es: ¿qué vas a hacer al respecto? Si no sentís, o no podes mostrar ninguna preocupación dolor o comprensión por la persecución y demonización de los demás, al menos podes mostrar un poco de interés por la propia. Por lo menos, mostrar un poco de autoestima.
A Steven Mnuchin, Gary Cohn, y a nuestros otros hermanos judíos que actualmente sirven bajo este régimen odioso: les pedimos que renuncien. Y al abogado del Presidente, Michael D. Cohen, le decimos: despida a su cliente .O Sheldon Adelson y nuestros otros hermanos judíos que todavía se dedican a hacer el repugnante cálculo de que un enemigo de los árabes debe ser un amante de los judíos, o que el dinero triunfa sobre el odio o que un millón de dólares de donación puede protegerlos: que les caiga la ficha.
Entre todas las verdades sombrías y violentas que encontraron confirmación o se vislumbraron a la luz de las antorchas de Charlottesville, se puede decir: cualquier judío, en cualquier lugar, que no se oponga al presidente Donald Trump y su administración, actúa a favor del antisemitismo. Cualquier judío que no condene al Presidente, directamente y por su nombre, por su racismo, supremacía blanca, intolerancia y odio judío, aprueba todas esas cosas. A nuestros hermanos judíos, en América del Norte, en Israel y en todo el mundo: ¿En qué lado estás?
Sinceramente, Michael Chabon – Ayelet Waldman

* Diplomado en Organizaciones de la Sociedad Civil (FLACSO)