Agudo pensador sobre la Shoah

Falleció Jack Fuchs

El sobreviviente de Auschwitz y Dachau murió a los 93 años en Buenos Aires. Natan Sonis, quien compartió con él espacios personales, sociales y profesionales, traza para Nueva Sión una semblanza de la personalidad del escritor y luchador por los Derechos Humanos, que por su trayectoria y compromiso fue nombrado Ciudadano Ilustre por la Legislatura porteña en 2010.
Por Lic. Natan Sonis *

Me animé y le pregunté, de todos modos, Jack generaba esos climas de confianza, esos ‘entres’ buberianos en que los temas, por más espinosos que sean, se entrelazaban y legitimaban ser puestos en palabras.
– ¿En qué pensabas cuando estabas en el transporte que te llevaba al campo de concentración?
– En si yo había cerrado bien con llave la puerta de casa. No había manera de suponer el horror, era impensable. ¿En qué otra cosa podía pensar? Estaba preocupado por eso, no podía estar intranquilo por algo que no estaba en mis posibilidades de presuponer.

Jack Fuchs dedicó su vida a que ese horror ‘impensable’ o ‘más allá de las representaciones’ pueda ser un poco más pensado, un poco más representado por todos nosotros, y como tal: pueda ser integrado en nuestro acervo para no quedar inermes. Es una función insustituible, y por eso a todos nos empobrece que Jack Fuchs ya no esté con su vigor permanente abriendo reflexiones en todos los que nos asomábamos al fenómeno de la Shoah primero y de los genocidios después.
En sintonía con la obra de Primo Levi, Jack Fuchs dedicó su vida a ensanchar la capacidad humana para figurarnos -algo más- del horror posible que los humanos hemos sido ‘capaces’ de crear.
Siempre dispuesto a brindar sus aportes, en forma de charlas, debates, artículos periodísticos o prestado un libro, conocerlo era configurar inmediatamente ese ‘entre’ pleno de energía, de preocupaciones por todo lo humano, con su generosidad y compromiso permanente para ampliar algo del entendimiento de lo inentendible humano.
Su eje en artículos periodísticos y en sus libros, no era la Historia con mayúscula, esos episodios de la Shoah con fecha y cifras, lo macro, sino la escala humana, microfísica mediante diría Foucault, que miraba la gradación más inasible del horror: La Condición Humana pero de la historia con minúscula.
Saber que él también era parte de ese conjunto de lo humano contrarrestaba la desesperanza hacia donde nos arrojaba el tema. Asomarnos al horror y a la crueldad humana con su modelo de persona al menos atemperaba.

En síntesis, su pasión tenía mucho de convocar a ver más allá de la pregunta acerca de ¿Cómo fue humanamente posible?, parafraseando un material magnifico editado por Yad Vashem, el Instituto para la Investigación de la Shoah en Jerusalén, y advertir que ¡es! humanamente posible.

Jack le devolvía la cara humana al horror, escucharlo nos llevaba a que era inevitable asomarnos a una faceta de lo humano que los medios de comunicación, también humanos ¿cabe aclarar?, necesitaban-necesitamos desterrar construyendo monstruos sádicos casi no humanos.

El no vacilaba en señalar con su vitalidad que eran hombres lo que habían construido ese horror, y que eran hombres los que no quisieron enfrentarlo hasta que fue tarde, por eso, así como él señalaba al nazismo, también negaba haber sido ‘liberado’ de Auschwitz.

‘Los aviones aliados sobrevolaron los campos desde 1944. Jamás bombardearon una sola cámara de gas, los hornos crematorios jamás fueron concebidos como objetivos militares de guerra. Bombardearon Múnich, pero no bombardearon Dachau, que está al lado, o Silesia, un verdadero objetivo militar porque allí se concentraba parte de la industria alemana de guerra, pero no bombardearon Auschwitz, a muy pocos kilómetros de distancia. En el 1945 yo estaba en Dachau, providencialmente me habían llevado ahí desde Auschwitz, y ningún soldado americano vino a rescatarme, los alemanes nos metieron en un tren que después abandonaron a mitad de camino; literalmente, a mí me encontraron en el cobertizo de una casa de campo en Baviera. Cuando terminó la guerra me gustaba decir que los aliados me habían liberado de Dachau. La juventud es más épica. Tardé años en comprender que no había sido así’. De Dilemas de la memoria – La vida después de Auschwitz, Jack Fuchs, Ed. Norma.

Queda agregar que también hay hombres como Jack Fuchs a quien despedimos, polémico, vital, estímulo permanente, educador que provoca y compromete, que interpela esa condición humana, nada mejor que sus palabras: ‘Cuando leo a Primo Levi, a Elie Wiesel, a Semprún y ahora a Kertész, pienso que la máquina de destrucción que se puso en movimiento con el nazismo no consiguió aniquilarlo todo como se proponía; se apropiaron de los cuerpos, de los bienes, de nuestro nombre, pero la vida continuó, otra vez la vida, el milagro. Y si nuestra novela es ciertamente Sin Destino, la experiencia de sobrevivir nos devuelve sin embargo al hilo de herencia, de lo que se recibe y regala y se transmite en legado’. Ídem cita anterior.

Queda en nosotros la responsabilidad, ¿deuda?, de hacernos cargo de ese legado que incluye ahora su profunda contribución  para que continuemos la tarea de trasmisión.

* Psicólogo y Psicólogo Social.