Antonio Bonfatti, Presidente del Partido Socialista

“El rumbo de la economía me recuerda mucho a los años ‘90”

El exgobernador de Santa Fe (2011-2015), analiza para Nueva Sión este primer año y medio de Mauricio Macri, el rol de la Justicia con respecto al atentado de la AMIA e incluso su experiencia sobre los kibutzim. Bonfatti, actual presidente de la Cámara de Diputados de su provincia, cree que las políticas del Gobierno nacional favorecen a “la timba financiera que da más rédito que la producción”, y dice que en Derechos Humanos volvimos a la teoría de los dos demonios. A la hora de pensar en algún acierto, nombra el combate al narcotráfico.
Por otra parte, el dirigente socialista no advierte un escenario de polarización en la mayoría de las provincias para las próximas elecciones legislativas. Consultado sobre los motivos de la falta de resolución de los atentados a la Amia y la Embajada, dice que en la Justicia argentina no hay imparcialidad: “Todo apunta a que la autoría es de Irán, pero no sabemos cuál es la conexión local”.
Por Gustavo Efron y Enrique Grinberg

-¿Cómo evalúa la política económica actual, incluida la crisis de empleo y la política de en-deudamiento?
-Vivo con preocupación la marcha de la economía. Esto a partir de las manifestaciones del ministro de Producción Francisco Cabrera, cuando difundió el plan donde hablaba de cuatro categorías: A, B, C1 y C2. Allí distinguía entre las empresas viables y las inviables. Las viables eran fundamentalmente a partir de la agroexportación, los sectores más concentrados de la economía del país. Por otro lado, también está la vivencia de lo cotidiano. Estamos en un país donde las Lebac (Letras del Banco Central), la timba financiera, dan más rédito que la producción. Por otro lado, yo recorro bastante el país y veo sus distintas economías. El campo tuvo una mejoría a partir de la quita de retenciones al trigo y el maíz y la baja de retenciones a la soja. Se terminó con ese enfrentamiento estéril que sólo sirvió para confrontar. Con lo cual, aquello que está ligado a ese sector de la economía en el tramo industrial, como la fabricación de implementos agrícolas, mejoró. En el resto de las economías regionales no encuentro una sola que haya mejorado.

-A esto hay que sumarle el aumento de tarifas, ¿no?
-El tarifazo golpeó duramente a las PyMEs y al comercio y más aún a las industrias electrointensivas. Vemos una fuerte caída en la venta de automóviles. Estamos en un rumbo de la economía que me recuerda mucho a los años ‘90, con apertura indiscriminada de importaciones. Cada empresa que cierra es una fuente de trabajo que se pierde. Ya pasamos del 8,6 al 9,4 por ciento de desocupación. Emitir bonos a 100 años es muy bueno, cualquiera quisiera tener un bono así. El asunto es para qué se usa el bono. Una cosa es tomar un bono para hacer una obra pública que se financia con muchas generaciones y otra cosa es endeudarse para tapar el déficit fiscal, que ya está llegando a 8 puntos del PBI. Y esto es grave.

-Cuando usted refiere al déficit fiscal, ¿está pensando en un ajuste del Estado?
-No. Se reduce el déficit fiscal a partir de un Estado que sea eficiente, con políticas que tengan que ver con el agregado de valor. Vamos a un caso en particular: el grave conflicto de las lecherías que está irresuelto y donde el problema no es sólo Sancor. Tenemos un mercado transparente de cereales y oleaginosas. ¿Cuál es el mercado de la leche? Ninguno. ¿Cuál es el rol del Estado? La regulación del mercado. Como lo hacen Australia, Nueva Zelanda, Canadá, Francia. Estamos hablando de países capitalistas, donde la regulación indica entre un 8 y un 15 por ciento entre el valor de la leche que sale del tambo y la que llega a la góndola. ¿Cuánto es en Argentina? El 500 por ciento. ¿Quién maneja todo esto? La cartelización de seis o siete cadenas de supermercados. Ese es el problema.

-¿Qué opina de las políticas actuales en ciencia y tecnología, en el Conicet, en las universidades?
-Gravísimo. Cada vez que se aplica una medida negativa, como no permitir el ingreso de becarios, no incrementar los salarios de docentes e investigadores, no incentivar la ciencia y la tecnología, esto no se resuelve diciendo después que cambiamos de actitud. Cuando se genera desconfianza, cuando los científicos emigran, cuesta después que vuelvan a creer y regresen al país. Y la ciencia no es como cuando uno tiene plata y va de compras, que baja de una estantería lo que se quiere llevar. Formar científicos y grupos de trabajo requiere de muchos años. Destruirlo puede llevar un sólo día, pero la reconstrucción lleva décadas.

-¿Encuentra aciertos en el gobierno?
-Haber enfrentado al narcotráfico. Desde el primer día Macri dijo que el narcotráfico era un problema que nos afectaba a todos. Y la prueba de eso son los decomisos de miles de toneladas de droga que se están haciendo en muchísimos lugares de todo el país. Además, por lo menos dialoga. Después, si da respuestas o no es otro cantar. Pero por lo menos hay diálogo. Como gobernador de la provincia de Santa Fe nunca pude tener, en cuatro años, una reunión con Cristina Kirchner, ex-presidente de la Nación.

-¿Piensa que en estas elecciones se impondrá el tema económico o que el Gobierno nacional, como pretende, terminará imponiendo su propia agenda política?
-Creo que el oficialismo trata de llevar agua a su propio molino, remitiéndonos al pasado en un esquema de corrupción versus ajuste. Ninguna de las dos cosas resuelve el problema de los argentinos. Es una consigna falsa. Está demostrado que la gran mayoría de los argentinos no queremos volver al pasado, pero tampoco hay respuestas en este presente.

-Habló de dispersión del voto, ¿no ve un escenario de eventual polarización?
-No, hay muchos actores. Cuando hablo de dispersión me refiero a la provincia de Buenos Aires, porque lamentablemente lo único que miramos y trasciende es lo que ocurre entre Margarita, Sergio, Florencio y Cristina. El país es otra cosa. Vaya a recorrer las provincias y los candidatos son otros, pero lamentablemente sólo miramos Buenos Aires.

-En relación a los Derechos Humanos, ¿Volvimos a la teoría de los dos demonios?
-Volvimos. Y a negar los desaparecidos. Algo que ya en el país nadie discute y vuelven a insistir con eso. Cambiar la fecha de recordación del 24 de marzo, algo que para los argentinos no es un hecho menor porque tiene un gran simbolismo.

-¿Cuáles fueron los mayores impactos del socialismo en la vida de los santafecinos?
-Salud y Educación. Tenemos la menor tasa de mortalidad infantil y materna del país por el modelo que hemos instrumentado. En Educación, incrementamos en cuatro puntos la matricula de las escuelas secundarias. Aportamos cientos de miles de pesos por año al mundo científico y tecnológico, en un asociativismo con el sector productivo para premiar proyectos que agreguen valor, renovación tecnológica y que generen nuevos emprendimientos productivos.

-¿Cómo ve el rol de la Justicia con respecto, por ejemplo, al atentado de la AMIA?
-La Justicia argentina lo que menos tiene son ojos vendados. Porque en este país, lamentablemente, unos y otros van digitando los juicios hacia los jueces que no parecen tener imparcialidad, sino amistad con el poder político. Lo vimos con el gobierno anterior, lo vemos con este gobierno. La AMIA y la Embajada de Israel han sido dos hechos horrorosos. Nunca se supo qué pretendió lograr el gobierno anterior con el acuerdo con Irán. Nada sabemos de los encubridores. Todo apunta a que la autoría es de ese país, pero no sabemos cuál es la conexión local. Podemos tener alguna idea de quiénes fueron los terroristas que hicieron volar los edificios pero la conexión local se fue tapando gobierno tras gobierno. Esperemos que alguna vez se sepa a ciencia cierta cuál fue la razón. Pero como en estos y tantos juicios emblemáticos, los argentinos siguen sin respuestas. La impunidad genera desconfianza y en desconfianza no se puede sembrar trigo. Lo digo como un sinónimo de un símbolo de paz.

Su mirada sobre los kibutzim
-Luego de visitar Israel, como gobernador socialista en Santa Fe, ¿qué rescata de experiencias como el kibutz, por ejemplo? ¿Pensaron en implementar alguna experiencia en la provincia?
-Indudablemente es una cultura que tiene que ver con una historia y una formación, una educación. El kibutz es una especie de cooperativismo que no es para cualquiera. La asociación requiere de valores como la cultura, la religión, que hacen a las diferencias entre los pueblos. No se puede armar una cooperativa en la Argentina sólo porque se le ocurre a alguien. Tiene que haber un lazo solidario, vínculos para poder lograrlo. Las experiencias de los kibutzim nos parecieron fantásticas, pero no sé si son extrapolables a la Argentina. Nosotros, por ejemplo, hemos identificado en Santa Fe a 2.300 pescadores de río y queremos sacarlos del río para que no tomen calor ni frío. Para eso desarrollamos la cría de peces en cautiverio. De manera muy simple, con una jaula de plástico que la arma el propio interesado, anclada con una cadena y un pedazo de cemento en el medio de los afluentes del Río Paraná. Se pueden criar mil peces en cada jaula, con un peso promedio de una tonelada 200 cada jaula, a los que se alimenta dos veces al día, a la mañana y a la tarde. Todavía lo estamos haciendo con poca gente, porque comprender lo que significa asociarse, intercambiar con el otro, requiere de un proceso cultural que pasa por la familia, por la escuela, por muchos factores que no es fácil lograr.

-¿El sistema del kibutz supone renunciamientos que el sujeto moderno no está dispuesto a aceptar?
-A eso iba. Hoy lo que prima es una exacerbación del individualismo. Prima más el tener que el ser. Por eso hablo de la cultura en una forma amplia. No se cómo será la situación ahora, pero cuando estuve en Israel en 1996, fuimos a estudiar el sistema de kupat jolim de atención médica ambulatoria. A partir de esa experiencia creamos dos centros de especialidades, uno en Rosario y otro en Santa Fe.