Comunicado de J-AMLAT ARGENTINA (Judíos Latinoamericanos Progresistas por la Paz)

A 50 años de la Guerra de los Seis días y de la ocupación de los territorios de Cisjordania

En vista del cumplimiento del 50° aniversario de la Guerra de los Seis Días, y también de la consecuente ocupación de los territorios de población árabe palestina de Cisjordania (de 1948 a 1967 en manos de Jordania), J-AmLat Argentina, agrupación identificada con el Estado de Israel y con la defensa de su existencia, declara…

Que basándonos en nuestra herencia cultural judía de principios primordialmente humanistas, entendemos que la continuación de la ocupación de territorios, con una población que posee su propia identidad nacional, religiosa y cultural y que aspira a su autonomía soberana, violenta y contradice los principios fundamentales del judaísmo, distorsiona sus valores éticos y pone en serio riesgo la vigencia de la democracia israelí.
Como judíos comprometidos con el destino y defensa de la existencia de Israel, consideramos que nos corresponde el derecho de manifestar nuestra posición. El conflicto árabe-israelí ha tenido derivaciones directas sobre nuestro país, la Argentina y su colectividad judía. Los atentados a la Embajada de Israel y a la Amia son un claro ejemplo de ello y nos preocupa que la continuidad del conflicto tenga derivaciones adicionales, tanto en la Argentina como para el pueblo judío, en Israel y en el mundo.
A partir de los acuerdos de Oslo del año 1992, se abrió una esperanza para que ambos pueblos, el israelí y el palestino, encuentren un destino de paz y de convivencia pacífica bajo la fórmula de “Dos Estados para Dos Pueblos”, teniendo como base la vía de las negociaciones y concesiones mutuas, para posibilitar un acuerdo definitivo con una consensuada delimitación territorial que redundará en un futuro posible de paz y cooperación que beneficiará a ambos pueblos.
El asesinato de Itzjak Rabin a manos de un fanático judío, la frustración de las negociaciones posteriores por responsabilidad política de ambas partes en distintas etapas del proceso, sumieron a las mismas en una espiral de violencia donde organizaciones fundamentalistas del campo palestino, fomentaron el fracaso de las negociaciones y desencadenaron terribles y demenciales atentados terroristas.
También las acciones de fanáticos del campo israelí que, bajo el falaz escudo de la represalia, pretendieron hacer prevalecer las acciones violentas por sobre cualquier modo de diálogo y acercamiento, promoviendo la exteriorización de las posturas más radicalizadas y extremas en ambas sociedades.
Como consecuencia de tantas décadas de conflicto y el sometimiento a una amenaza constante, se ha ido produciendo una radicalización de las posturas beligerantes de la sociedad israelí, abocada en poner énfasis en el escepticismo. La continuación del statu quo y la ilusión de que la superioridad militar puede mantener esta situación indefinidamente, la negación de la existencia de derechos de la población árabe palestina, sumado a ciertas prácticas degradantes de la dignidad humana generadas por la ocupación, van corroyendo los cimientos en los que se fundó el Estado de Israel, que en su Carta de Independencia declara que la nueva nación estará basada en los principios de libertad, justicia y paz, asegurará la completa igualdad de derechos políticos y sociales a todos sus habitantes sin diferencia de credo, raza o género; garantizará libertad de culto, conciencia, idioma, educación y cultura.
A contramano de tales valores fundantes del Estado de Israel han ido creciendo y logrando un importante peso político los sectores más duros del campo nacionalista-religioso. Es así como los colonos y los fanáticos siguen trabajando por lograr el “Gran Israel”, que remite a tiempos bíblicos y desconocen la realidad contemporánea tanto en la cuestión poblacional como del Derecho Internacional. Todo esto en contradicción y violación de los acuerdos de Ginebra y la ONU, que prohíben expulsar población local y colonizar civilmente estas tierras.
Aspiran a convertir al Estado en una entidad nacional-religiosa, un estado teocrático. En esta literal fantasía no hay cabida para el pueblo palestino. Tampoco para quienes sigan aspirando a un Israel moderno, democrático, secular y progresista, ni para los anhelantes de la paz definitiva, a riesgo de ser catalogados de traidores y antinacionales.
Para materializarlo siguen fomentando y sosteniendo la necesidad de un repoblamiento judío en todo el territorio de Cisjordania e incluso reocupar Gaza, negando toda posibilidad de autodeterminación al pueblo árabe palestino, lo cual implica además una deslegitimación del Estado de Israel frente a la opinión pública mundial por la continuación de esta política en infracción a la normativa internacional en tanto Estado que se precia de ser de derecho.
Ante esta situación se plantean dos alternativas altamente inviables y peligrosas para la paz y la democracia. La primera, propiciada por los grupos ultranacionalistas y religiosos de Israel, es la de la anexión definitiva de Cisjordania, la cual requeriría el desconocimiento de los derechos políticos de la población árabe de ese territorio para poder mantener el carácter de Israel como Estado del pueblo judío, porque, si se otorgaran los mismos derechos políticos por igual a toda la población, incluida la palestina, por cuestiones demográficas se perdería tal carácter judío. Por lo tanto el mismo dejaría de ser un Estado democrático, y se convertiría en un Estado de Apartheid con ciudadanos de primera y de segunda categoría.
La segunda alternativa, si prevaleciese el carácter democrático del Estado, el mismo terminaría por convertirse en un Estado binacional -con igualdad de derechos-, lo cual significaría en los hechos el final de Israel como ente estatal nacional judío. Este camino es rechazado por la amplia mayoría de ambas poblaciones, transformándolo en una salida inviable.
En vista de estas dos alternativas anteriores, el camino único, real y justo que pueda traer la paz a la región, es la negociación directa entre el liderazgo de ambos pueblos y el establecimiento de un Estado Palestino que conviva con el Estado de Israel, con fronteras seguras y mutuamente reconocidas bajo la fórmula de dos Estados para dos Pueblos.
Es evidente que el mejor camino es éste, el de la paz, el entendimiento con reconocimiento del otro. La única solución es el diálogo franco y racional entre ambos pueblos, sin exclusiones.
Israel, como Estado soberano, sólo será y albergará a una nación libre cuando la ocupación, la colonización, los asentamientos y las políticas de discriminación terminen, y un Estado Palestino a su lado pueda convertirse en un país soberano, haciendo cesar un conflicto de generaciones teñido de sangre y sufrimiento.
Llamamos al gobierno de Israel, país con cuyo devenir y destino nos identificamos, defendiendo el derecho a su existencia y autodefensa, a trabajar lado a lado con la Autoridad Palestina, para establecer inmediatas negociaciones en aras de un acuerdo de paz que tenga como marco una solución global y definitiva al conflicto árabe-israelí, condición imprescindible para resguardar la existencia del Estado de Israel tanto en su carácter democrático como en su carácter de Estado nacional del Pueblo Judío, para el bienestar de todos sus habitantes.
Buenos Aires, 4 de Junio de 2017.

Invitamos a todos quienes deseen adherirse a la presente declaración, enviar un comentario indicando su nombre y su email