“Aquí estoy”, de Jonathan Safran Foer: el judaísmo cotidiano

A la sombra de Bashevis

Un libro que nos habla de lo judío, de esa identidad que nos trasciende pese a todo; de lo existencial que hay en lo terrenal, en la búsqueda y en la pérdida… Safran Foer nos brinda una mirada fresca y ácida, y a la vez llena de comprensión acerca de la clase media norteamericana judía, y… por qué no, de las clases medias judeoargentinas también.
Por Pablo Gorodneff *

“Al final te quedas solo con lo que te niegas a soltar” (J.S. Foer)
“Sin olvido, moriré” (Gustavo Cerati, “Crimen”)

En la tensión entre no soltar para poder ser, y olvidar para poder sobrevivir, la literatura judía del siglo XX encontró inspiración en el contexto del “no lugar” llamado diáspora, espacio que ocupaba el mundo entero excepto una pequeña franja de tierra en Oriente Medio, literatura en general poblada de personajes siempre incómodos, la mayoría de las veces sentados en una silla con una pata más corta e –invariablemente- con rastros de aquella arena dentro del zapato.
El exilio post-holocausto fue relatado con singular maestría por Isaac Bashevis Singer en “Sombras sobre el Hudson”, sombras que cubrían lenta y dulcemente la vida de sus personajes, quienes mientras se aman o se des-aman, se preguntan por la ausencia de su Dios durante la Shoá, y se aferran a la Torá, a El Capital, a los negocios o al teatro con el mismo entusiasmo, como tabla de salvación cuando los recuerdos tiran para abajo. Y es en “Enemigos” otra de sus novelas donde Bashevis pone en boca de sus personajes la pregunta luminosa y final, la pregunta que no tuvo ni tendrá respuesta: “¿Cómo vamos a vivir sin los campos?”, poniéndole nombre no ya a la tragedia del exterminio, sino a la tragedia de sobrevivir. Nunca logran expiar el dolor, simplemente pueden vivir un día más.

Aquí esta Safran Foer
“Diseminados por todo el planeta soñamos cosas distintas en distintos idiomas” dice Jacob, personaje central de la trama. No tan distintas, podemos pensar luego de leer este libro.
Jonathan Safran Foer (1977), nacido en Washington pero lógicamente habitante de Brooklyn, tardó diez años en entregar esta novela. En ella, logra un fresco ácido y a la vez lleno de comprensión de la clase media americana judía, no muy diferentes de las clases medias  argentinas judías: hay buen corazón y buenos sentimientos que deberían guiarnos a buenas acciones, al mundo de los justos. Reciclar, separar la basura; la comida sana, el cuidado de la Tierra; ser “padres que se ocupan de sus hijos”, y mandarlos a escuelas para “padres que se ocupan de sus hijos”. Lo inquietante aquí es como va abriendo la lente y la familia sincrónica y perfecta se va deshilachando a medida que nos acercamos. Jacob Bloch, escritor y guionista de televisión, trata de hacer lo correcto. Lo correcto con Julia, su mujer, lo correcto con sus hijos, pero también con la basura, con la ecología y con su perro Argo.
Jacob es un demócrata que vive en el ombligo del mundo, al que no le gusta mucho el papel que Israel tiene en él, pero que tampoco parece importarle demasiado. Jacob discute con su hijo Sam, futuro bnei mitzva, de igual a igual: la experiencia del padre en el mundo real no parece alcanzar para argumentar ante la experiencia de vida virtual de su hijo. La vida que viven los adultos también es una “imitation of life” y busca una salida que le dé algún sentido a su vida, si es que tal cosa existe (el sentido). Entre el judeocentrismo de su padre y la sinagoga virtual que construye e incendia su hijo cada dos días, Jacob intentara buscar un lugar en un mundo que le resulta cada vez más esquivo y deambula buscando un reconocimiento que nunca le llega. Hay un mundo que le hace cada vez más extraño y siniestro… cuando lo familiar se le vuelve extraño.
¿Qué paso entre el mundo de Safran Foer y el de Basehvis? Ya lo dijo Enzo Traverso en El fin de la modernidad judía: pasó que el judaísmo se volvió conservador, que la Shoá quedó tres generaciones atrás. Aquellos judíos miraban al mundo después de la tragedia, y cualquier cosa era mejor que el pasado. Conformismo o capacidad de sobreadaptación.
Un encuentro con Steven Spielberg en el baño de un aeropuerto le da pie al autor para una ácida mirada sobre el Holocausto como espectáculo cinematográfico, junto a las reflexiones sobre el cuidado de la próstata y la circuncisión o no del director de “ET”. Sería por lo menos laborioso rebatir la idea de que en el último cuarto de siglo, como nunca la Shoá pasó a ser un espectáculo cinematográfico más o menos logrado, un nuevo objeto de consumo.
Es muy difícil no sentirse interpelado por alguno o varios de los pasajes de este libro, porque hay judaísmo en él aun cuando habla de otras cosas. A medida que avanzamos en su lectura, encontramos que cierto tono inicial de comedia es sólo el prólogo de unos diálogos que viviremos como nuestra propia vida. Nuestra propia vida judía, donde quiera que vayamos.

 * Diplomado en Organizaciones de la Sociedad Civil (FLACSO)