La última guerra, Margen Protector, fue especialmente traumática. Desde que Israel se retirara de Gaza en el 2005 especulando que ello traería una cierta tranquilidad, los ataques de Hamas y la Yihad Islámica sólo incrementaron y junto con ellos las represalias israelíes. La cúspide de estos enfrentamientos fueron tres operativos, de hecho guerras de intensidad creciente: Plomo fundido (2008/9), Pilar defensivo (2012) y Margen Protector (2014). Este revés causó a una gran frustración.
Durante Margen Protector, el centro y sur del país vivió pendiente de la distancia que lo separaba de un refugio y al mismo tiempo muchos hombres fueron movilizados. Hijos, hermanos y padres jóvenes fueron llamados al Ejército y durante 50 días las mujeres nuevamente tuvieron que hacerse cargo de una cotidianeidad angustiosa. El alto del fuego trajo consigo alivio pero era claro que si no se reanudaban las negociaciones una nueva guerra volvería a estallar.
En noviembre de 2014, durante la conmemoración del asesinato de Itzjak Rabin, se presentó un grupo de mujeres que decidieron unirse y formar un movimiento que exija a los dirigentes volver a las negociaciones y llegar a un acuerdo aceptado por ambas partes para así evitar una próxima guerra. Eran mujeres que tenían maridos e hijos en el Ejército, o pronto a enrolarse. Y que sentían que los medios de comunicación «no las contaban», que para hablar de soluciones sólo se entrevistaba a hombres y que todo exmilitar era considerado un experto comentarista, que a fin de cuentas se repetían las mismas cosas que eternizaban la situación. A las mujeres solo se les dejaba el papel de víctimas.
El Tren de la Paz
El primer evento importante, de hecho constituyente, fue el Tren de la Paz. En noviembre de cada año se realiza en la ciudad de Sderot, que es también el blanco principal de los ataques desde Gaza, un Congreso Económico y Social. Se abrió una página en Facebook y se hizo un llamado pidiendo a mujeres que suban a un mismo tren que viajaba desde Naharya, en el norte, hasta Sderot en el sur. Las organizadoras estimaban que vendrían cien mujeres, vinieron más de 1000. De estación a estación y sin conocerse, judías y árabes, jóvenes y mayores, dejando trabajo o niños, subían al tren. En ese momento decidí que valía la pena intentarlo, buscar juntas una alternativa a la violencia y sus traumas. El Movimiento comenzó a organizarse haciendo encuentros zonales en casas de mujeres para definir claramente nuestros objetivos y redactar un documento básico y también se salió a la calle, poniendo mesas en las entradas de centros comerciales, ferias públicas y cruces de caminos. Repartíamos volantes con nuestros principios, carteles con nuestras consignas y cintas turquesas, el color que elegimos como símbolo.
También exigimos que las Mujeres participen en las discusiones y los programas que se proponen para evitar la guerra según la Resolución 1325 de las Naciones Unidas. En este tema pertenecemos a Movimientos Internacionales que actúan en los Parlamentos de muchos países.
Las elecciones de 2015 fueron un golpe para el movimiento porque la exigencia de volver a las negociaciones quedó tapada por las propuestas partidarias de solución a los problemas económicos, de trabajo y vivienda que planteaban las diferentes plataformas.
Una de las fundadoras del movimiento que vivió varios años en Liberia ayudando a la población en su esfuerzo por estabilizar el sistema, contó la lucha y el triunfo de las mujeres de Liberia, que lograron la paz entre cristianos y musulmanes en su país. En el 2011, Leyma Gbowee recibió el Premio Nobel por la Paz como reconocimiento por su papel en la fundación del movimiento de mujeres cristianas y musulmanas que de hecho obligaron a los dirigentes de ambos sectores a llegar a un acuerdo. Mujeres del Movimiento se conectaron con la cineasta Gini Reticker y la productora Abigail Dysney, que hicieron un documental acerca de la gesta de las liberianas y recibieron permiso para utilizar la película como ejemplo para las mujeres locales. Se subtituló la película al hebreo y al árabe, y comenzó a proyectarse a lo largo y ancho del país, seguida por la presentación de nuestro Movimiento e invitando a participar en los diferentes equipos de trabajo.
Nuestros ejemplos son las mujeres de Liberia e Irlanda y grupos de mujeres que tuvieron trascendencia en Israel como las Cuatro Madres, a quienes se atribuye el comienzo del proceso que llevó a la retirada de Israel del Líbano. Llegan a nosotras mujeres en forma individual y en grupos de todas las zonas de Israel, árabes y judías, religiosas y seculares, de izquierda y de derecha que sienten esa energía de mujeres que puede llegar a cambiar el curso de los acontecimientos e inducir a las direcciones de ambas partes a llegar a un acuerdo digno y reconocido.
Al año de Margen Protector se decidió levantar una Tienda de Ayuno frente a la residencia del Primer Ministro Netanyahu. Durante 50 días, mujeres ayunaron entre 25 y 50 horas mientras otras venían a apoyar y a explicar a quienes por allí pasaban qué es lo que estábamos haciendo, la necesidad de llegar a un acuerdo político entre israelíes y palestinos, que confiamos que teniendo un apoyo masivo podremos presionar al gobierno a actuar, que nuestro movimiento es político, pero no partidario y participan en él mujeres de diferentes concepciones pero unidas por una aspiración: llegar a un acuerdo. La Tienda de Ayuno reunió a unas 2000 personas, también palestinas israelíes y mujeres que vinieron de Cisjordania. Vimos que el efecto de las ruedas de diálogo daba posibilidad de que personas de diferentes partidos políticos coincidieran con la propuesta, de que vale la pena el intento de cambiar el pesimismo reinante en la opinión pública.
No tenemos una sede, nos encontramos en casas particulares, lugares de trabajo que nos lo permitan, en estudios de abogados y en empresas cuyos dueños se identifican con nuestros ideales. El Movimiento se propuso como meta crear en cuatro años una presión pública que exija llegar a un acuerdo político firmado por los dos dirigentes de ambos pueblos. Propuestas de paz hay muchas y variadas pero nosotras no nos pronunciamos por una de ellas.
La Marcha de la Esperanza
Así nació la idea de hacer una Marcha por la Esperanza y convocar a Leyma Gbowee como invitada central. Para esto, cambió el movimiento su forma de actuar y varias compañeras viajaron al extranjero para difundir nuestra actividad. La Marcha, que comenzó en Rosh Hanikra, en el Norte de Israel, comenzó el 4 de octubre: mujeres y hombres caminaban por los caminos de Israel, se acoplaban gente que apoyaba nuestro Movimiento, y pasaban por ciudades, haciendo un Acto de apoyo a la demanda a los líderes para que se sienten a negociar. Fue un éxito y fue muy difundida en los medios de comunicación. En los últimos dos días llegó Leyma Gbowee y se hizo el primer acto con ella en Neveh Shalom, una comunidad en la que viven juntos árabes y judíos. El último día, se hizo una marcha desde Jericó con nuestras hermanas palestinas a Qasr el Yahud, uno de los puntos sagrados para las dos religiones. Desde allí, se continuó hasta Jerusalén. En este Acto con las mujeres palestinas llegaron a juntarse 2000 personas del lado israelí, y 1000 de Cisjordania: fue una expresión de solidaridad entre mujeres que quieren demandar a los líderes que lleguen a un acuerdo. La Marcha fue filmada y se transmitió en todos los Medios de Comunicación en el Mundo, llegando a participar 20.0000 personas de todo el país.
Los objetivos inmediatos son presionar a los miembros del Parlamento. Para ello, los lunes estamos yendo a la Knesset a hablar con los parlamentarios y les preguntamos qué propuestas elevaron para comenzar las negociaciones.
En estos momentos tratamos de convencer a más mujeres palestinas y drusas que viven en Israel a compartir nuestros principios, a levantarse de sus sillones y animarse a salir a la calle con nosotras. Y esperemos que tengamos resultados positivos.
¿En que nos diferenciamos de otros Movimientos que se fueron creando a través de los años en Israel?
El Movimiento tiene Actividad diaria y diversa en todos los puntos de población en Israel. Estamos presentes en la calle, y tratamos de hacer círculos de dialogo. Le preguntamos a la gente cómo llegaron a conclusiones como: «No hay otra opción, entre los dos pueblos seguiremos siempre en guerra”, «no hay con quien hablar», logramos hacer encuentros entre mujeres árabes y judías, para romper los prejuicios y la demonización que sienten cada uno de los grupos con los otros.
Marcamos las diferencias entre los extremistas de los dos pueblos que quieren apoderarse de los medios de comunicación. No utilizamos el lenguaje negativo sino mensajes positivos. Los dos pueblos sufrieron muchas situaciones de beligerancia en las que se perdió la vida de muchos ciudadanos de los dos pueblos. Hoy queremos salir de la posición que quien es más víctima. Y sentir que el ciudadano puede tomar responsabilidad por la vida propia y las de sus descendientes. No es fácil, y hay corrientes negativas constantemente. Pero la Mujeres estamos convencidas de que siendo consecuentes y solidarias, el cambio lo podremos lograr. Como Leyma Gbowee nos explicaba en las diferentes conversaciones que tuvo con nosotras: la fuerza está en la constancia y el convencimiento que juntas lo vamos a poder lograr al cambio.