Resolución en la ONU contra los asentamientos

Ni alegría ni sorpresa

Ninguna resolución que condene al Estado de Israel es “buena para Israel”. No hay nada que festejar. No es motivo de alegría. Pero tampoco para la sorpresa. La resolución 2334 del Consejo de Seguridad de la ONU sólo le puede haber caído como balde de agua fría a los que compran las mentiras institucionales del gobierno israelí, que a través de sus aparatos oficiales y oficiosos nos inventa un maravilloso estatus internacional, sólo opacado por el Hussein de la Casa Blanca que en breve ya no estará entre nosotros. Y nos repite que los palestinos no le importan a nadie.

Por Yoel Schvartz

La resolución en definitiva viene a constatar lo consabido: que el mundo no reconoce la política de asentamientos y que la presencia israelí en la mayor parte de Cisjordania fue, es y será considerada temporaria hasta la adopción de una de dos opciones: o la desocupación en función de dos Estados o la inclusión de la población palestina con plenos derechos en un Estado binacional judeo-árabe. Pasaron casi cincuenta años de la guerra de los Seis Días y nadie se olvidó.
Entre los que votaron a favor de la resolución y en contra de la política de Netanyahu: “nuestro” Putin (ese que la derecha ve como el mesías de un nuevo orden mundial en el que por alguna esotérica razón los dejaría hacer lo que se les cante), los supuestos socialistas franceses y los conservadores ingleses. Todos ellos votaron coherentemente, como lo hacen tradicionalmente, en contra de una política de asentamientos que nunca reconocieron. Ni ellos ni ningún presidente norteamericano: ni Bush padre, ni Bush hijo, ni Clinton. EE.UU. sólo se abstuvo. Ni hablar de Egipto (el “líder de los sunitas moderados” como le gusta decir a Netanyahu), que presentó la iniciativa y luego la retiró por presión de Trump. Pero por supuesto votó a favor. Si tuviéramos Ministro de Relaciones Exteriores, después de este fiasco habría que pedirle la renuncia. Pero ministro de tiempo completo no tenemos.
He leído que esta resolución es “política”. Y sí, es política. El sionismo se propuso hace 120 años que los judíos entráramos a la arena política y jugáramos ese juego. El sionismo se propuso crear un Estado nacional en un mundo que se dividía en Estados nacionales, a través del reconocimiento de las naciones del mundo. Y tuvo éxito. La resolución de diciembre de 2016 no es más política que la de noviembre de 1947.
Netanyahu declaró, irritado, que ya tuvimos un presidente antiisraelí, Jimmy Carter, y lo sobrevivimos. Para los que tienen escasa memoria, Jimmy Carter fue el impulsor del primer acuerdo de Camp David, por el que Israel firmó su primer tratado de paz con el mayor país árabe, acuerdo que frío o caliente se mantiene intacto hasta hoy. A veces, cuando uno se irrita, le salta la cosmovisión por los poros. Menos mal que a fin de los setenta estaban acá Beguin y Dayan y no Netanyahu.
En su sed de encontrar un mesías que lo resuelva todo, la derecha anexionista pone ahora sus fichas en Trump, quien ya prometió que “el 20 de enero cambia todo”. Siguiendo la explicación de Barak Ravid en Haaretz, en teoría Trump puede revertir la resolución e impulsar una nueva resolución en la que se declare a los asentamientos legales o al menos que no son un escollo para la Paz. Para eso, además de buena voluntad, necesitaría los votos de ocho países miembros del Consejo de Seguridad y asegurarse que ninguno de los otros miembros permanentes (Inglaterra, Francia, China y Rusia) presente un veto. Las posibilidades de que esto suceda son prácticamente nulas. Agreguemos que ponerle fichas al individuo más impredecible que alguna vez pisó la Casa Blanca suena bastante problemático.
Una frase repetida hasta el hartazgo: se la pasan condenando a Israel pero no les importa lo que pasa en Siria. Y bien: de las 74 resoluciones que tomó el Consejo de Seguridad en 2016, siete fueron sobre Siria (además de otras seis propuestas que fueron vetadas por Rusia y China), y una y media sobre Israel (una, la 2334 en pauta, y media, la decisión sobre el Líbano que menciona a Israel lateralmente, sin ser una condena). Acaso sea mucho pedir que dentro de la incesante, automática y violenta repetición de consignas, de la que no se abstienen ni los trolls que trabajan de eso ni algunos sesudos comentaristas, haya un espacio para chequear mínimamente los datos.