Dossier de movimientos por la paz en Israel

A partir de Noam…

El 12 de abril de 1999 cambió nuestra vida. A las 20.00 horas, sintonizamos la televisión. Eran las vísperas del día de la Shoá en Israel. Como siempre, comenzaban las recordaciones con un acto oficial en museo Yad Vashem y con el discurso de apertura del Presidente del país, Ezer Weizmann. Alguien golpeó en la puerta…
Por Aaron Barnea

No hay persona en Israel que pueda confundirse con lo que ví cuando abrí. Tres personas, dos en uniforme del Ejército, los ojos despavoridos. «¿Vive aquí la familia Barnea?», preguntaron. Grité: «Noam». Mi mujer comprendió de inmediato. Era la noticia fatídica que más temíamos. Noam, el menor de nuestros tres hijos, había caído esa tarde en el sur del Líbano, víctima de una carga explosiva activada por el Hisbollá. Noam tenía 21 años, iba para los 22. Experto en remoción de explosivos, debía terminar su servicio militar cinco días más tarde.
El golpe que nos asestó la noticia fue funesto. Totalmente en desacuerdo con la ocupación israelí de la «Franja de Seguridad» en el sur del Líbano, habíamos salido a la calle durante años en cuanta manifestación se formaba para protestar. Noam coincidía con nosotros. Sin embargo fue de voluntario a esa unidad, una de las más peligrosas y complejas del Ejército, ya que había sido educado en el espíritu del servicio y del respeto de las estructuras y decisiones democráticas del país.

¿Cómo aceptar esa muerte absurda? ¿Cómo conciliar con la idea de que hay que continuar viviendo? Es cierto, mi mujer y yo nos sobrepusimos a la tentación inmediata de poner punto final al dolor insoportable. Pensamos en nuestra responsabilidad para con los otros hijos. Pero, ¿cómo seguir?

Al segundo día de la shivá, nos visitó una delegación de los oficiales de la unidad de Noam y nos trajo a casa todas sus pertenencias. Entre otras cosas nos entregaron un distintivo que Noam insistió en portar en su uniforme antes de salir a la acción de la que no volvió. «Dejar el Líbano en Paz» decía el distintivo. Se lo había dado su madre antes de dejar nuestra casa por última vez. «Nos opusimos, era contrario a las reglas… ¿en el uniforme?» se disculparon los oficiales. «Noam insistió y no tuvimos remedio, le dejamos salir con el distintivo, y con el cayó».

Para mí fue como una revelación. Mi hijo me señalaba, más allá de su muerte, el camino a seguir. Continuar la lucha por la retirada del Líbano, y por la paz en general. Sería una forma de dar algún sentido a la caída de este muchacho increíble…

A los pocos días salí a la calle en manifestación contra la ocupación del sur del Líbano. Me agregaba a la presión que madres de soldados y familias de caídos habían estado llevando. La dramática historia del Noam, su faz luminosa que la prensa y la televisión publicaron profusamente agregó ímpetu a la acción pública. El ascenso al poder de Ehud Barak, que se comprometió públicamente a retirar las fuerzas del Líbano, generó el músculo político necesario. En mayo del año 2000, al año y mes de la caída de Noam, Israel retiraba unilateralmente sus fuerzas del Líbano y abría nuevas opciones políticas.

A las pocas semanas de la caída de mi hijo me adherí al Foro de Familias Israelíes y Palestinas en pro de la Paz y la Reconciliación. Lanzada como iniciativa israelí de padres de caídos en el conflicto, evoluciona como organización israelí-palestina conjunta de familias víctimas del conflicto, comprometidas con la solución pacífica del mismo.
Convencido que la reconciliación entre los dos pueblos no sólo es posible sino que es sustancial para consolidar una futura paz, el grupo de familias se transforma en uno de los factores públicos de mayor peso moral en ambas sociedades. Generado hace ya unos veinte años, el grupo reúne a más de setecientas familias de ambos pueblos. Las crisis políticas y los altibajos que el proceso de paz ha conocido en todos estos años no hicieron mella alguna en la voluntad y la convicción de estas familias que optaron por el camino correcto.
Hemos desplegado enormes esfuerzos educativos y publicitarios en estos años, y continuamos haciéndolo en la medida que los medios a nuestra disposición lo permiten. A nivel personal, sé que el trabajo en el Foro de Familias me ha proporcionado una razón para continuar viviendo. Sé que es el mejor servicio que puedo hacer a mis hijos, a mis nietos y a mi pueblo. Sé también que es el mejor homenaje que puedo brindar a la memoria de mi querido hijo, inmolado en una guerra sin sentido.