Reflexiones en torno a lo comunitario

Los caminos de la comunidad: una mirada desde el pensamiento judío

El hombre es comunidad y al mismo tiempo es hombre solo, y por ello la comunidad no es funcional ni utilitaria, sino ontológica. Abrir la comunidad al otro desde la amistad es la apertura del lenguaje, de la escucha y de la enseñanza…
Por Emmanuel Taub *

Cuando Martin Buber pensó su socialismo profético estaba reflexionando sobre el mundo moderno, un tiempo en el que la relación ‘yo-ello’, que identifica toda forma de institucionalidad ya sea estatal o comunitaria, había oprimido al ‘yo-tú’ característico de las relaciones intersubjetivas entre el uno y el otro. La Modernidad edificó su castillo racional sobre la necesidad de clausurar, poco a poco, las formas comunitarias basadas en los preceptos morales y sociales que los profetas habían transmitido.
Esta realidad no es solamente un problema, sino una aporía: cualquier forma de institucionalidad política o religiosa necesita para su supervivencia monopolizar la administración de las relaciones sociales como una relación unidireccional hacia ella, en detrimento de la subjetividad y la responsabilidad ética por el otro. Sin embargo, las formas comunitarias aún pueden perdurar, y es la tradición y una forma de vida aún posible: una vida comunitaria autónoma en donde las relaciones dialógicas vuelvan a marcar el ritmo de vida de los lazos entre las personas.
Una forma de comprender la relación entre individualidad y comunidad es retomando la conceptualización que Joseph Soloveitchik dio de la comunidad judía, explicando que ésta no es funcional ni utilitaria, sino ontológica. Y esto es posible porque no es simplemente la reunión de gente que trabaja de manera conjunta para su beneficio mutuo, sino una entidad metafísica, como una integridad viviente, en donde cada uno es uno y único pero no puede serlo completamente sin la presencia del otro. Otro ejemplo interesante, desde la tradición judía, es pensando en el sentido del minián por el cual todo evento que marca la vida judía debe comenzar en presencia de otros, no en soledad, sino ante por lo menos diez personas para que, podríamos decir, todos los egoísmos estén socializados en una comunidad de individualidades, para que los pedidos de cada uno representen los de toda la humanidad.

La enseñanza como responsabilidad
Desde esta concepción podríamos proponer pensar en la comunidad como forma política, como forma de vida y como forma de conocimiento, porque solamente en la relación desde la amistad y el diálogo entre uno y otro podremos alcanzar los lazos que construyan una política que esté más allá de lo político y de lo moral: una comunidad es una comunidad de amistad, una comunidad de amigos o relaciones amistosas. Es allí en donde la enseñanza, como tarea hereditaria de un hombre al otro, más allá de su pertenencia particular a una tradición como la judía u otra, se vuelve un acto de responsabilidad. La enseñanza es uno de los pilares fundacionales de la comunidad judía, pero también de todo tipo de comunidad de saber que se intente construir. Justamente el objetivo final de toda forma de redención según Soloveitchik es que el hombre de fe pueda liberarse de su soledad y aislamiento constitutivo. De esta manera, dice, una comunidad de la promesa se convierte en una ‘comunidad de amigos’ realizable, en donde la amistad ya no es ‘una relación social superficial sino una relación existencial profunda entre dos individuos’. Allí los hombres podrán vincularse ya no de manera material sino en total compromiso con el prójimo.
Partiendo del sentido desde el pensamiento judío y pensando en un más allá de sus fronteras, la tarea que aún nos queda por hacer, desde la búsqueda de dar sentido ‘amistoso’ a la casa de la filosofía y a la vida comunitaria, es la apertura al diálogo si para ello también existe la escucha y la búsqueda en común de una comunidad en base a la diferencia de cada uno. Porque esta forma de vida no busca la igualación y la disolución de las diferencias en un sentido totalizador sino, por el contrario, respetando al uno y al otro como uno en sí mismo: el hombre es comunidad y al mismo tiempo es hombre solo, y por ello la comunidad no es funcional ni utilitaria, sino ontológica. Abrir la comunidad al otro desde la amistad es la apertura del lenguaje, de la escucha y de la enseñanza, construyendo la posibilidad de hacer de la experiencia de vida y la existencia de la diferencia del otro, el enriquecimiento del uno, y de la del tercero: hacer comunidad.

Valores comunitarios y a la vez subjetivos
Fue Franz Rosenzweig quien en Formación, y sin parar, uno de sus textos sobre la educación y la formación judía, señaló que hasta la Emancipación en Alemania de los judíos, la plataforma de la vida judía estaba fundamentada en la ley judía, el hogar judío y el servicio religioso de la sinagoga. Sin embargo, el filósofo se queja de que esta plataforma es arrasada por este mismo proceso moderno y, de esta manera, la ley judía ‘diferencia más a un judío de otro que al judío del no judío’. Mientras que, al mismo tiempo, el hogar judío ya no es la fuente de la que parte la ‘vida judía’ ni al cual retorna. Si queremos un nuevo pensamiento que reflexione estos tiempos que se debaten entre la secularización y la teologización de la sociedad, tal vez el sentido de comunidad vuelva público el sentido de una vida que parta de los valores de la tradición judía profética que fueron transmitidos como preceptos morales y sociales. Valores y una forma de vida que no pueden separar al individuo de la comunidad, porque ella contiene ambas, respetando su individualidad en la posibilidad de una existencia comunitaria y moral, trascendente, más allá de la voluntad del individuo.
Tenemos que construir una ética capaz de convivir con la vida política del hombre. Y un lugar para comenzar lo tenemos en la ‘vida en común’ con la tradición moral que nos ha convocado a lo largo de nuestra existencia. Tradición que gira en torno a la educación ‘en los valores’ judíos más allá de la educación escolarizada de la vida religiosa institucional. Y para ella, el intento en las sociedades diaspóricas en las que esta comunidad judía se hace manifiestamente existente es repensar el valor de la ley, del hogar y la sinagoga.

* Doctor en Ciencias Sociales. Investigador del Conicet-Gino Germani (UBA).