Coimas en el Senado argentino:

El país manchado

Es una obra maestra. Mejor estructurada que lo que Raymond Chandler imaginó en "El largo adiós". Mucho más oscura que toda la novela negra norteamericana. Una ideología que se implanta sobre miles de cadáveres. Los instigadores y beneficiarios permanecen siempre ocultos detrás de sus instrumentos ejecutores: militares, políticos, jueces y policías. El mercado como una abstracción que disciplina a tenues revoltosos. Los dos partidos mayoritarios con colaboradores "progresistas" que deciden rendir la política en beneficio de la economía como tributo excluyente a la abstracción mercado y a la omnipresencia de los organismos internacionales. El Senado que cobra peaje para votar una ley contra los trabajadores como antes lo hizo con las leyes que permitieron el remate del país. El primer juez que investiga renuncia simplemente con la publicación de la fotografía de su mansión. El segundo juez al que le llega la causa, esperaba ser ascendido a camarista por los mismos senadores a los que tenía que investigar. Un Presidente conservador irresoluto e inoperante, que esconde durante dos años el cadáver de la convertibilidad mientras presentaba como victorias sus sucesivas rendiciones al FMI. El auditor de los acreedores solicitaba, con el apoyo y algarabía de los sectores empresariales, que se sancionara una ley laboral que remachara legalmente la flexibilización de hecho consumada a través de la hiperdesocupación. El presidente insondable y genuflexo que decide cumplir la orden en forma rápida y precisa. Le pide a su amigo ultraconservador, educado en la Escuela de Chicago de Milton Friedman y Al Capone, el jefe de la SIDE y ex banquero Fernando de Santibañez, que proceda a pagar el peaje. La novela avanza con ritmo frenético. Es una práctica común que se ha consumado en otras oportunidades con final feliz para coimeadores y beneficiarios. Pero algo va a pasar. Y el relato se internará en una trama mucho más truculenta. El país está manchado con la sangre de las víctimas traicionadas

Por Hugo Presman

En los pasillos donde se cocinan versiones off de record, que a veces coinciden con la verdad de los hechos, se cuenta esta otra historia: después de la larga década de devastación menemista, continúa su prolongación económica aliancista implementada con actores menos voraces y más cuidadosos presuntamente de la formas. Dicen que los adicionales que percibían los senadores de los fondos reservados fueron cortados cuando Carlos “Chacho” Alvarez llegó para presidir el Senado. El monto de lo ofrecido era, en esta versión, una compensación por los meses que no cobraron el refuerzo. En medio de protagonistas de avería, algunos decidieron quedarse con lo que le correspondía a otros. Algunos de los que votaron en forma gratuita, contra sus convicciones históricas o tal vez históricamente adormecidas, reaccionaron enérgicamente. La trama avanza entonces en forma acelerada y sinuosa.

Los muchachitos de la película

Antonio Cafiero, peronista histórico a quien, en la mitología partidaria, el General imputaba cierta propensión a quedarse con algunos vueltos, votó a favor de la ley y no cobró. Empezó a tener indicios ciertos que otros sí percibieron generosos incentivos para levantar la mano. Por convicción o exclusión continúo con la verificación de sus sospechas. Alvarez, que presionaba a los senadores para votar la ley infame, primero esquivó el bulto de los rumores porque lo principal era la sanción del engendro. Las certeras y fundamentales declaraciones de Hugo Moyano, que popularizó la BANELCO, los artículos de Morales Solá, el anónimo que desentrañaba la trama secreta, la persistencia de Cafiero, llevaron a que el vicepresidente tomara la bandera enarbolada por otros y la catapultara hacia los medios.
La Alianza marchita empezaba a recorrer sus tramos finales.

La extraña renuncia de Alvarez

Renunciar y mantener a su gente en el Gobierno fue una incongruencia ostensible. Denunciar la corrupción y luego intentar volver a ese mismo Gobierno de la mano de Domingo Cavallo a quien había propuesto, es una demostración palpable que el ex vicepresidente había perdido el rumbo del análisis político. Renunciar como un gesto individual respetable para prometer continuar la lucha desde la oposición pero irse, en realidad, a la casa para intentar hacer política a través de Internet es una reiteración de la confusión de quién en pocos años construyo una fuerza política que desplazó al radicalismo de su habitual segundo lugar, en 1995. Alvarez en su progresismo de oposición y su adecuación al modelo neoliberal como gobernante, confundió la corrupción que facilitó la implantación del modelo con la voracidad depredadora del mismo. Ignoraba o se equivocaba cuando creía que el menemismo sin corrupción era el programa que debía levantar la Alianza en el gobierno. Si por vía de hipótesis el modelo neoliberal se hubiera impuesto sin un peso de corrupción, las consecuencias de devastación hubieran sido las mismas. Habría sólo menos políticos, jueces, o policías obscenamente enriquecidos. Aún hoy Alvarez, después de una tenue y sesgada autocrítica, sigue escamoteando con la inmoralidad de las coimas la profunda corrupción de una ley sancionada para legitimar la precarización laboral y los contratos basura.
En su figura queda sintetizada la caracterización del progresismo: la enunciación de fines mucho más plausibles que la voluntad política de llevarlos a cabo; un temor a los poderosos mucho más fuerte que la confianza que le merecen sus votantes; una falta de audacia y de imaginación, inversamente proporcional a la brutalidad retardataria y la falta de escrúpulos de los candidatos del establishment; una contradicción permanente entre los grandes discursos y la pequeñez para concretarlos. Es también la descripción de su base de sustentación: los sectores de clase media más sensibles.

La trama del suspenso político

El FREPASO, fruto de su debilidad política pero -fundamentalmente- de su endeblez ideológica, fue el instrumento «progresista» de las políticas neoliberales convalidadas con la «valiente» resignación de «otra cosa no se puede hacer». Coincidieron con los sectores más conservadores del radicalismo y, es justo reconocerlo, con el aliento de la platea y de la popular, que la convertibilidad era tan eterna como el tiempo que se necesitaba para que el cadáver terminara invadiendo con sus hedores a la mayor parte de la sociedad. En medio de la quietud gubernamental, las intrigas entre los aliados tenían una febril imaginación. El jefe de la SIDE, a través de la revista de Daniel Hadad, “La Primera”, publicó en tapa -plagiando una cartelera de James Bond- a Chacho Alvarez tirado por dos mujeres: su compañera Liliana Chernajovsky y la hermana del jefe de gobierno porteño, Vilma Ibarra.
A partir de ahí Alvarez respondió, pasando al ataque y poniéndose al frente de las denuncias de las coimas en el senado que involucraban a Fernando de Santibañez, produciendo una notable aceleración en la trama de suspenso y misterio. Chacho que, hasta ese momento, solo le importaba sacar la ley presionando pero no coimeando a los senadores, se convierte en adalid de la investigación. Los integrantes de la Alianza sobreactuaban incluso las presiones del Fondo sobre la necesidad de la ley. Al mejor estilo de Raymond Chandler, un motivo exagerado mezclado con contiendas de poder partidario, cobardía ideológica, problemas de alcoba, desatan una catarata de acontecimientos que culminan con la renuncia del vicepresidente, dejado en off side por la expeditiva decisión sobornadora del – en esta ocasión – no tan lento Presidente. El instrumento fue su amigo íntimo, el hombre de Chicago, el mandamás de la SIDE, el banquero de fortuna dudosa, el mentor de Antonito; el insólito Santibañez.

Un arrepentido en escena

Cuando el caso ya había entrado en la zona de los crímenes impunes, un radical abandonado por los cómplices de ambos partidos, aparece relatando parte de la verdad y direccionando sus simpatías y animadversiones. Lo que calla es tanto como lo que cuenta, pero es suficiente para producir una conmoción en el hormiguero. Como es fácil de predecir, los involucrados y cómplices ocultos inician acciones para aislar al desertor, impedir que haya nuevos, para lo que cuenta con la posición dubitativa, temerosa e incierta del Gobierno. Su principal socio, el duhaldismo, difícilmente evitaría las quemaduras si el incendio avanzara. El suspenso adquiere facetas de farsa cuando el juez Oyarbide, salvado por los senadores implicados, llama a conferencia de prensa y descalifica al denunciante.

Philipp Marlowe se confiesa

Acodado en la barra de un bar, saboreando un whisky con hielo, el detective de Chandler se muestra desorientado. Está sorprendido por el tejido laboriosamente construido por los sectores concentrados de la economía que tomaron de rehenes a vastos estamentos de los sectores políticos, que le cobran un peaje para legislar a su favor fabulosos negocios. Lo hacen groseramente, por el clima de impunidad armado y cuando algo trasciende o se denuncia, los imputados afirman convencidos que «confían en la justicia». Es claro que no le temen porque los jueces son amigos y beneficiarios de la omertá. Y en última instancia estaba la Corte, que ha tenido, en lo que muchos argentinos llaman «la segunda década infame», una mayoría automática como reaseguro para los que delinquen en contra del pueblo.
Ha visitado casas de parlamentarios, políticos, jueces, policías, empresarios y se ha sorprendido por su opulencia que contrasta con la gente revolviendo las bolsas de basura. Y algo que le da vueltas y vueltas es la misteriosa reunión entre Menem y De la Rúa, a las 7 de la mañana de un domingo, en la quinta de Olivos, cuando las denuncias de Alvarez alcanzaban su climax. Mientras introduce su dedo en el vaso de whisky y desplaza al hielo, sonríe misteriosamente. No es un caso difícil de resolver. Es un entramado meticuloso de impunidad instrumentado burdamente. Y tan difícil como ocultar el cadáver de la convertibilidad para De la Rúa, es disimular la inmensa riqueza recibida por la vasta red delictiva. Basta imaginarse que un funcionario de ínfima categoría implicado en la movilidad de los seis millones dólares de coimas, con un sueldo de 2.000 pesos, ha podido atesorar, en una hazaña ahorrativa, una casa de 270 metros cuadrados en uno de los countries más exclusivos de Pilar, un Mercedes Benz, una cuatro por cuatro y un Ford Mondeo. Ni hablar de los patrimonios declarados, por ejemplo del ex senador Emilio Cantarero poseedor de quince propiedades, un Renault 19, un Mazda 626, un BMW 325, un Peugeot 406, y una Mitsubishi Montero Intercooler. O del ex senador Alberto Tell dueño de doce propiedades (varias a nombre de su mujer e hijos) y de cuatro automóviles. No es un caso ni para él ni para Sherlock Holmes. Basta una comisión de seis inspectores de la AFIP, con las manos libres y con transmisión televisiva.
Tirando de la cuerda, el entramado de la entrega y sus beneficiarios, los coimeros y los coimeadores, se derrumba con facilidad. Se le explica que esto que es tan poco sofisticado y heroico, es poco probable que ocurra. Que aquí a Arthur Conan Doyle jamás se le hubiera ocurrido poner en boca de su detective aquella frase destinada a su ayudante: ¡Elemental Watson! Tampoco Isidro Parodi el detective de Borges y Bioy Casares, conocedor de los laberintos locales podría resolver este falso enigma. Marlowe esboza una mueca burlona y recita como un zombie: «He escuchado al diputado Rodolfo Terragno, ex jefe de gabinete del Presidente imputado decir que: ‘Esta es una ley antiperonista, propuesta por un presidente radical, con apoyo y acuerdo de un Ministro del FREPASO, votada por senadores radicales y justicialistas, para perjudicar a los trabajadores cuya legislación de protección a los mismos fue realizada en otra época por el peronismo’. Con ironía acota: «Ésta gente se adelantó a la transversalidad». Toma distraídamente la Revista Debate del 19-12-2003 y se detiene en la nota «La historia desde adentro» de Rodolfo Terragno.
En una parte dice que Hugo Anzorreguy, el jefe de la SIDE, durante la mayor parte de la década menemista, financiaba con $ 60.000 al Comité Nacional del Radicalismo. Se lo afirma, como en un laberinto borgeano, Fernándo de Santibañez. Philipp está a punto de arrojar la revista, cuando atrapan su interés la nota «La democracia tarifada» de Néstor Machiavelli que empieza así: «A usted le parece que es de peronistas que unos hayan recibido $ 300.000 y otros $ 50.000? ¡No eso no se hace!
– Pero, senador, me está confesando que cobraron coimas…..
– Sí… pero no se olvide que ésta es una charla off the record.»
Phillip se levanta, mientras se le informa que Fernando de Santibañez se ha radicado en Chicago. Mira sarcásticamente, profiere un grueso insulto y dice adiós. Cuando está a una distancia pronunciada grita: – «Que Alasino, Genoud y Cantarero los bendigan».
Por eso malditos televisores que tienen todos los bares, en un documental apareció Menem afirmando que: – «Mis diez años fueron los más exitosos de toda la historia argentina».
Luego la imagen muestra a Alvarez renunciando para seguir luchando y De la Rúa sosteniendo: – «Quiero decirle a los que ya no creen en los políticos, que tienen razón. Y quiero decirles a los que creen que somos todos los mismos, que se equivocan. Conmigo se acaba la impunidad, se acaba. Conmigo se acaba la política para enriquecer a los políticos. Conmigo se acaban los amigos del poder. Los que nos deben millones en impuestos. Porque sólo así se acaba con el desempleo. Conmigo esos políticos van a estar peor. Pero la gente va a estar mejor»…