Demografía judía en Argentina

Una perspectiva sociológica sobre el colectivo comunitario

Se estima que la población judía en Argentina pasó de estar integrada por casi 320.000 personas en 1960 a unas 181.000 en 2015. Esta declinación se debe a diversos factores, como la emigración a Israel y un menor crecimiento de las familias judías, pero la razón fundamental es el debilitamiento del sentido de pertenencia comunitaria de muchos integrantes de las nuevas generaciones. Para enfrentar este dilema, resulta fundamental elaborar una Agenda de Temas cuyo tratamiento debería ser abordado en forma conjunta y mancomunada por todos aquellos que están interesados en la continuidad creativa de la comunidad judía de la Argentina.
Por Yaacov Rubel **

“Los judíos tienden a ser “meivinim”* Para los “meivinim, por lo general, la investigación es, por su propia naturaleza, algo innecesario. Si uno es un “meivin” uno ya conoce, por lo general, todas las respuestas. Por lo tanto, pagar a alguien para que las reúna en una monografía, o las traduzca en términos estadísticos, no tiene para él, mucho sentido. El problema de todo aquel que está involucrado en la investigación social judía, es convencer a los “meivinim” de que la “meivinología” tiene un límite. Creo que la comunidad judía ha alcanzado el punto desde el cual es dable demostrar la existencia de dichos límites…”
(Palabras introductorias de la conferencia magistral de Daniel Elazar dictada en la Asamblea General del Consejo de Federaciones Judías de Estados Unidos en Miami, Florida, el 12 de Noviembre de 1975).

Me pareció oportuno transcribir estos conceptos de Daniel Elazar –un prolífico cientista social nacido en Estados Unidos que en su larga carrera como investigador decidió en la década de 1980 fundar en Jerusalén el Jewish Center for Public Affairs (JCPA), convirtiendo a esta institución en un floreciente ámbito de estudio e investigación sobre temas relacionados con el Estado de Israel, la comunidad judía de Estados Unidos y con las principales diásporas judías. El título de su disertación fue “¿Qué sabemos y qué necesitamos saber acerca del estado actual de la investigación social judía?”.
Aprovechando este Rosh Hashana me pareció que podía ser interesante aplicar esta pregunta al caso de la comunidad judía de la Argentina para intentar hacer un balance de lo que sabemos y, también, de lo que no sabemos sobre este tema.
Hacia fines de la década de 1960, diferentes dirigentes comunitarios y, también algunos periodistas, estimaban una población judía entre 400.000 y 450.000 almas. Algunos optimistas llegaron a plantear, incluso, una cifra aún mayor: medio millón. Lo curioso del caso es que nadie, en esos años accedió a un dato ya disponible: el Censo Nacional de 1960, que incluyó una pregunta sobre la religión de los habitantes.
Los datos obtenidos –que fueron volcados a un cuadro especial permitieron conocer que 275.000 personas respondieron “israelita” o “judío” a la pregunta “¿Que religión profesa Ud.?”.
En 1971, el departamento de Demografía de la Universidad Hebrea de Jerusalén solicitó a la AMIA gestionar ante el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) la posibilidad de acceder a todos los datos relacionados con la población judía que recopilados ese año.
Como las conversaciones mantenidas con los funcionarios de INDEC fueron exitosas, tuvimos oportunidad de trasladar a Israel las cintas que contenían la base de datos solicitada. Esta información fue procesada por los demógrafos Schmeltz y Della-Pérgola y publicada en 1974 (en hebreo) en el marco de un estudio sobre los judíos en Argentina que estaba llevando a cabo la Universidad de Tel Aviv.
De esa manera se pudieron obtener-por primera vez- datos sobre la pirámide de edades de la población judía, la distribución en el área metropolitana de Buenos Aires y las diferentes provincias, el nivel educativo, las ocupaciones como así también la distribución según país de nacimiento. Aunque la pregunta sobre religión fue pensada para los miembros del grupo familiar de 5 años y más, los investigadores pudieron incorporar a los hijos de las familias censadas entre 0 y 4 años. De esa manera se adicionaron a la cifra oficial 17.000 nuevos casos lo que elevó la cifra total a 292.000 casos.
A su vez, también imaginaron que podían existir casos de personas de origen judío que no quisieron asumirse como de “religión” judía y estimaron un 10% adicional llegando, de esa manera, a una cifra final de 310.000-320.000 judíos en todo el país. Estos resultados contradecían, obviamente, las cifras manejadas, hasta ese momento por el establishment comunitario que  aceptó a regañadientes esta nueva cifra que contradecía drásticamente las estimaciones sobre la población judía del país. (1)
Independientemente del detallado análisis de las diferentes variables incluidas en la cédula censal, la importancia del informe publicado por los investigadores de la Universidad Hebrea radica en el hecho que, desde entonces, las nuevas cifras sobre los judíos que vivían en el país constituyó la base a partir de la cual se fueron haciendo las estimaciones de población judía que fueron elaboradas a partir de entonces hasta nuestros días.
Otro aporte fundamental del informe publicado en 1974 fue la conclusión que, el número de judíos argentinos no sólo no iba a aumentar más en el futuro sino que comenzaría a descender, lenta pero sistemáticamente.
Esta declinación cuantitativa era consecuencia de tres procesos:
1) La reducción en el número de niños judíos que nacerían en el futuro
2) La emigración (tanto a Israel como a otros países)
3) El debilitamiento del sentido de pertenencia comunitaria de muchos integrantes de las nuevas generaciones y, especialmente de muchos varones –y, con el correr el tiempo- también de muchas mujeres que se casaban– o se unían de hecho- con parejas no judías.
La suma acumulativa de estos procesos se refleja en la última estimación sobre la población judía de la Argentina que proporciona el Prof. Sergio Della-Pérgola, en el contexto de un extenso artículo sobre la población judía en el mundo publicado en la versión electrónica del American Jewish Year Book, correspondiente al año 2015: 181.000 almas.
Para interpretar adecuadamente este dato corresponde aclarar que el dato mencionado corresponde a  individuos y familias que integran la “población judía nuclear” por el hecho de descender de ancestros judíos y también cónyuges de origen no judío que se convirtieron al judaísmo
Esta definición no incluye a los miembros no judíos que forman parte de familias judías por el hecho de haberse casado con un hombre o una mujer de origen judío. La inclusión de estos casos da origen a una definición adicional: “población judía ampliada”.
Como no contamos con datos estadísticamente válidos sobre el proceso de exogamia, resulta difícil estimar la proporción de casos que formarían parte de la “población judía ampliada”. De todas maneras, las evidencias existentes permitirían inferir una ampliación en el número de matrimonios exogámicos registrado en los últimos 30 años y, por ende, la ampliación de la “población judía ampliada”.
Llegados a este punto, es importante destacar que si bien estas estimaciones están basadas en criterios científicamente válidos, deben ser consideradas como aproximaciones a una cifra definitiva difícil de alcanzar ya que –salvo en el caso de poblaciones judías pequeñas o medianas en las que, presuntamente, se podría censar a toda la población judía-, ello ya no sería posible en ciudades como Buenos Aires, por los altísimos costos que demandaría un operativo censal de esta naturaleza.
De todas maneras, lo que no está en discusión es el proceso de declinación numérica de la población judía del país. Además, contamos con datos producto de varios censos de población de algunas comunidades judías del interior del país como Salta, Resistencia, Bahía Blanca, Rosario, Córdoba y Resistencia, que confirmarían el proceso de envejecimiento de la población judía del país. Si comparáramos, por ejemplo, la franja de edad 0-14 años con la categoría de edad 60-74 años, podríamos comprobar que el porcentaje de personas mayores que integran este grupo, es más alto que el de los niños y adolescentes de las respectivas ciudades enumeradas más arriba.
El último aspecto que me interesa subrayar en relación con el tema demográfico está relacionado con el hecho de que no todos los integrantes de una determinada comunidad comparten el mismo apego a los valores religiosos y/o culturales de la cosmovisión judía. Tampoco tienen el mismo nivel de motivación para formar parte de las diferentes instituciones o para enviar a sus hijos a un jardín de infantes o una escuela primaria judía. Tampoco sería descabellado imaginar casos de individuos o familias con escaso o nulo interés en seguir formando parte del colectivo judío.

Del diagnóstico y la reflexión a las líneas de acción
Aunque estas proyecciones tienen un sustrato científico inobjetable, no deberían ser aceptadas como una fatalidad inexorable. Si bien hay tendencias que parecen irreversibles, también hay otros procesos que podrían ser contrarrestados –o al menos paliados- si el liderazgo comunitario y sus instituciones adoptaran una serie de medidas y cursos  de acción.
Todos estos procesos de desocialización judía se agravan aún más al comprobar el poco interés de muchos miembros de las nuevas generaciones por insertarse en marcos comunitarios. Por otra parte, la mayoría de los dirigentes comunitarios no han prestado la suficiente atención al deterioro de la imagen de Israel en el seno de las nuevas generaciones.
Lamentablemente, la índole silenciosa de estos procesos demográficos aún no ha generado en el liderazgo comunitario el suficiente estado de alarma. Simplemente se van acumulando a lo largo del tiempo hasta que algún estudioso o investigador traduce esos comportamientos, aparentemente individuales, en cuadros  estadísticos, o en análisis medulosos.
Aún sí contáramos con estudios de este tipo en, la experiencia que se deriva de nuestros propios trabajos de investigación lleva a la triste conclusión que en cada uno de los casos que podríamos traer a colación, los resultados –muchos de ellos preocupantes- no llevaron a los dirigentes comunitarios que recibieron esos informes a elaborar respuestas más creativas para enfrentar coyunturas, obviamente, difíciles.
Un ejemplo paradigmático de situaciones de este tipo lo constituye el estudio demográfico que llevó a cabo la oficina local del JOINT en el año 2002, sobre la población judía radicada en los diferentes partidos del Conurbano Bonaerense. A nuestro entender, uno de los hallazgos más importantes fue haber encontrado muchos más judíos que los que se estimaba en zonas en las cuales no existían instituciones judías que pudieran brindar algún tipo de contención judía.
Sin embargo, este hallazgo no llevó a ninguna institución comunitaria y, especialmente, a la AMIA, a laborar un plan de acción para fortalecer la vida judía en regiones separadas de la Capital Federal sólo por la Avenida Gral. Paz. (Tan cerca y, sin embargo, tan lejos…).
La complejidad de los procesos demográficos y los avatares socio-políticos de las comunidades judías de América Latina llevan a la pregunta sobre si no ha llegado el momento de crear también en el seno de la comunidad judía de la Argentina una unidad de planeamiento comunitario que proporcione información y análisis precisos sobre los diferentes problemas y tendencias que afectan o inciden sobre la vida judía en el país.
En este sentido, parece oportuno señalar que en el Centro de Estudios de Religión,  Estado y Sociedad (CERES) del Seminario Rabínico Latinoamericano se está elaborando un proyecto que se comenzaría a desarrollar a partir del próximo año con el objeto de crear un Registro de Estadísticas Vitales como una estrategia adicional para mejorar nuestro nivel de conocimiento sobre la situación del colectivo judío.
¿Sería utópico pensar en una alianza estratégica entre el CERES, como marco de investigación del Seminario Rabínico y la AMIA para crear una Oficina de Planeamiento que tome sobre si la tarea de monitorear los diferentes procesos socio-demográficos de la población judía de la Argentina?
Esta propuesta responde a la premisa que la Kehilá de Buenos Aires debería cumplir un rol central en el fortalecimiento de la vida judía no  sólo en la Capital Federal, sino también en todo el país. Al decir “todo el país” estoy también insinuando que además de las comunidades ubicadas en las principales ciudades con las cuales existen contactos, hay decenas y decenas  de  localidades a lo largo y ancho del país que no forman parte del mapa comunitario. En todas estas localidades viven familias de origen judío, huérfanas de todo contacto con la vida judía.
Pero, para responder exitosamente a los diferentes desafíos que enfrenta actualmente el colectivo judío sería necesario pensar en una reformulación integral del rol que deberían cumplir las instituciones centrales de la comunidad judía y, especialmente, la AMIA. De cualquier modo, este tema merecería un tratamiento especial que escapa a los objetivos de este artículo.
De todas maneras, lo que si nos parece importante subrayar en este trabajo, que la situación actual, tanto del colectivo judío como de las instituciones comunitarias guarda una estrecha relación con los profundos cambios operados en las últimas décadas.
Estos cambios tuvieron su expresión en todos los aspectos de la realidad individual y grupal: en los altos niveles de la educación formal de las nuevas generaciones, en la estructura socio-ocupacional, en los modos de inserción e integración a los distintos estamentos de la sociedad general, en la distribución geográfica, en las ideologías y esquemas de pensamiento, en la actitud hacia el sionismo y el Estado de Israel, en el grado de cumplimiento de las prácticas religiosas, en el sentimiento de “idishkrat”, etc.
Por otra parte, los grandes cambios operados en la sociedad general, la transformación de nuestro planeta en una “gran aldea” global, no favorecen el desarrollo de de microclimas propicios para la experiencia de intensas vivencias grupales, tal como se diera en las comunidades judías de Europa Oriental, el Imperio Otomano o el Norte de África, en el período previo a la llegada de nuestros ancestros al país. El siglo XXI-que ya estamos transitando-implicará con más fuerza que nunca la inserción en un mundo signado por el cambio.
Estas reflexiones no pretenden desconocer, ni desmerecer en un ápice, los ingentes esfuerzos desarrollados por varias instituciones judías de nuestro medio ni el invalorable apoyo de instancias internacionales como el JOINT y la Agencia Judía. Tampoco escapa a nuestro conocimiento el impactante desarrollo que se dio –especialmente en los últimos 30 años- en el accionar y las estrategias de trabajo de las congregaciones religiosas de orientación ortodoxa y, especialmente en el accionar de JABAD.
No obstante ello, prefiero plantear la insatisfacción y las dudas que se derivan del análisis de la realidad de la vida judía en su conjunto tal como se presentan a los ojos del investigador, en lugar de adherir a la autocomplacencia y la seguridad inmutable de aquellos que son renuentes a toda reflexión crítica y que prefieren vivir en una situación autista o en un microclima  desconectado de la realidad.
Totalmente convencido, como dice la canción “que no todo está perdido…” es importante plantear la necesidad de articular un proyecto comunitario global que sea avalado por la mayor cantidad de factores institucionales. La premisa básica de es que es necesario democratizar tanto las vías de acceso a la conducción comunitaria como los procesos de toma de decisiones.
La segunda premisa es que la democracia no se agota en el mero hecho de concurrir a votar cada tantos años sino que requiere de la participación de los miembros de la polis judía en la discusión y elaboración de las políticas requeridas en cada área de trabajo.
Resulta fundamental elaborar una Agenda de Temas cuyo tratamiento debería ser abordado en forma conjunta y mancomunada por todos aquellos que están interesados en la continuidad creativa de la comunidad judía de la Argentina. En este contexto, el disenso, las posturas imaginativas o las opiniones minoritarias constituyen elementos que enriquecen el debate y la discusión. Si no asumimos esta pluralidad de situaciones, corremos el riesgo de que las brechas intracomunitarias se profundicen, que las fisuras se conviertan en fracturas, y que muchos miembros de la comunidad se aíslen o se alejen, irremediablemente.
Creo necesario crear los correspondientes marcos y contextos y hacer un alto en el camino para plantearnos: ¿Dónde estamos?, ¿Adonde queremos llegar?, ¿Qué debemos hacer?, ¿Qué podemos hacer?… Y así generar en el seno de la comunidad una masa crítica que participe de esta tarea continua de reflexión sobre la acción. A su vez, desterrar de nuestro seno la falsa antinomia que plantea la dicotomía entre los que están en la acción y los que se limitan a la reflexión.
En las actuales circunstancias solo una gran dosis de imaginación conjugada con un alto grado de racionalidad, pueden modificar algunas de las tendencias y procesos que nos desbordan.

La Kehilá de Buenos Aires  (y la Federación de Comunidades) como ejes articuladores de la vida judía en todo el país
Metafóricamente podría describir a la Kehilá como el espacio donde se desarrolla la vida pública de los judíos y donde impera un sentido de comunidad global. Esta característica la diferenciaría de las restantes organizaciones en las cuales el individuo y la familia realizan aspiraciones vinculadas más directamente con su proyecto particular o con intereses específicos.
En la Kehilá que fantaseo habría lugar para todos los judíos: los ricos y los pobres, los ashkenazim y los sefaradim, los judíos con ideas seculares y los judíos observantes , los que están muy seguros de su identidad y los que están a la búsqueda de sus raíces… Tanto por historia como por vocación, la Kehilá estaría en condiciones de desarrollarse como el marco democrático por excelencia de la vida institucional judía.
Por todo lo arriba expuesto, cada uno de nosotros está llamado a hacer su propio autoanálisis y resolver si desea sumarse a este desafío y fortalecer el eslabón que le ha tocado en suerte soldar, para que la “cadena de oro” de las generaciones(la famosa “goldene keit” de la que habla el poeta,) siga forjándose también en el futuro…

* Palabra hebrea, incorporada al idioma idish para significar “persona que sabe mucho” o “gran conocedor de un tema”.
** Sociólogo. Vicedirector del CERES (Centro de Estudios de Religión, Estado y Sociedad, del Seminario Rabínico Latinoamericano.
(1) Sergio Della-Pergola, Uzi Rebhun and Mark Tolts. The American Jewish Year Book. Vol. 100 (2000), pp. 103-146.