una disputa entre narrativas nacionales en pugna

Ser ciudadanos en Israel

Los libros de historia nacional y educación cívica, particularmente los publicados por organismos gubernamentales, nos presentan una interesante ventana que nos muestra la forma en la que una sociedad se ve a sí misma y cómo aborda sus debates fundamentales. No debería sorprender entonces que en Israel éstos sean objeto de disputa entre sectores políticos, religiosos y nacionales.
La discusión se vuelve muy significativa en tanto surge de un contexto israelí en el cual se vienen implementando medidas de discriminación institucional contra su minoría árabe, gestos simbólicos expulsivos y persecución ideológica a agrupaciones e individuos identificados con la izquierda y el pacifismo
Por Kevin Ary Levin *

En mayo de este año, el Ministerio de Educación israelí publicó, luego de cinco años de discusiones, una nueva edición de “Ser ciudadanos en Israel, en un Estado judío y democrático”, uno de sus tres manuales oficiales de educación cívica cuyos contenidos son evaluados en sus exámenes estandarizados. La nueva versión de 500 páginas busca resolver las disputas generadas por su predecesora, utilizada en las aulas desde el año 2000.
La versión anterior molestaba, principalmente, a los partidos políticos de derecha, quienes veían el mensaje del libro, publicado en un país que aún se recuperaba del asesinato de Itzjak Rabin a fines de 1995, como excesivamente universalista, rebajando así las características judías del Estado de Israel en la promoción de una agenda laica y progresista. Los debates no se refieren sólo a la actualidad: los críticos de la versión 2000 sostienen que el manual era demasiado duro en su mención de la violencia judía contra los palestinos durante la guerra de 1948 (recordada por los palestinos como la Nakba o catástrofe) mientras que reducía el impacto de la invasión en 1948 de los países árabes vecinos al nuevo Estado judío, presentando de esta forma una visión poco ecuánime y desacertada sobre la guerra. Desde otro lado, docentes del sector árabe israelí expresaron durante años la dificultad de educar a sus jóvenes en torno a una narrativa nacional contradictoria con la experiencia individual y familiar de sus educandos, muchos de los cuales se sienten perjudicados por la creación del Estado de Israel y su tratamiento desde su fundación de su minoría árabe. Temiendo que una nueva versión reflejara exclusivamente la postura de la derecha nacionalista en el gobierno, una versión preliminar del libro fue filtrada a la prensa, despertando en consecuencia una polémica en torno a sus puntos más conflictivos que llevó a la modificación del texto que salió a imprenta.

Una “promesa de Dios”
Sin embargo, la nueva versión está lejos de satisfacer a todos. Desde las páginas del periódico Haaretz se señaló que el libro plantea la fundación del Estado de Israel como un cumplimiento de una “promesa de Dios” (un reflejo tanto de la pertenencia del Ministro de Educación actual, Naftali Bennet, al sionismo religioso, así como de la influencia creciente del nacionalismo religioso en la sociedad israelí) mientras que invisibiliza el debate vigente sobre la compatibilidad entre sus características como Estado judío y democrático y naturaliza los asentamientos judíos en Cisjordania, contrarios al derecho internacional y considerados un impedimento a una solución pacífica del conflicto.
La conclusión era lapidaria: el nuevo libro impulsaba más judaísmo y menos democracia para el Estado de Israel. El matutino también señaló que las minorías de Israel aparecen divididas en base a agrupamientos rígidos considerados ya descartados (cristianos, drusos, musulmanes, beduinos y circasianos) y caracterizados de forma diferente en base a su lealtad al país: así, los musulmanes de Israel reciben escasa atención (en contraste con los drusos, retratados positivamente por su adhesión al Estado y su participación en las fuerzas armadas) y las pocas líneas dedicadas a ellos se centran en su opresión y discriminación contra las mujeres. “El nuevo manual de cívica nació en pecado… una nueva batalla debe ser lanzada por padres, estudiantes y educadores que incluya a cada sector de la sociedad” afirmó el periódico en su editorial del 13 de mayo.
El diputado árabe Yousef Jabareen (de la Lista Unida) sostuvo que “el libro expulsa a los ciudadanos árabes de la ciudadanía completa e igualitaria”, exigiendo que por lo menos la versión en lengua árabe del manual esté adaptada a la visión de ese sector de la sociedad y que incluya a árabes en el equipo editorial.
Otros sectores también levantaron el guante. Líderes del mundo mizrají (judíos con ascendencia del Medio Oriente) criticaron la escasa mención de la compleja historia de los inmigrantes de las comunidades orientales y sus descendientes en Israel, donde durante décadas se los consideró ciudadanos de segunda y donde, según investigaciones actuales, persisten desigualdades económicas significativas en base a pertenencia comunitaria. Militantes LGBT también cuestionaron la omisión de su lucha en la descripción de temáticas políticas actuales, con apenas  una mención al tema en la descripción del asesinato de Shira Banki el año pasado en una Marcha del Orgullo Gay en Jerusalén.
Por otro lado, es también importante destacar que el manual toma nota de las desigualdades actuales entre judíos y árabes en Israel, así como la desconfianza entre las comunidades. Incluye artículos sobre el racismo en la sociedad israelí, reflejado en cánticos en canchas de fútbol y una encuesta reciente del Canal 2 que muestra que 49% de los judíos israelíes no querría vivir en el mismo departamento que una familia árabe, concluyendo que esto presenta un “difícil problema de intolerancia” en la sociedad israelí. Plantea también la existencia de iniciativas para la coexistencia entre comunidades, entre otros aspectos que fueron en ocasiones ignorados por los críticos del nuevo manual.
La disputa no es menor, ya que son estos libros los que se convierten en la voz oficial ante las nuevas generaciones sobre sus responsabilidades y deberes como ciudadanos, la naturaleza del Estado en el que viven y las características de su comunidad política. Es aún más significativa en tanto surge de un contexto israelí en el cual durante décadas se vienen implementando medidas de discriminación institucional contra su minoría árabe, gestos simbólicos expulsivos (como la advertencia de Netanyahu en marzo del 2015 sobre la importancia de ir a votar en las elecciones en curso porque las organizaciones de izquierda estaban llevando a los árabes a votar “en hordas”) y persecución ideológica a agrupaciones e individuos identificados con la izquierda y el pacifismo.

De relatos nacionales, utopías y cicatrices
Queda claro que toda sociedad que presenta disputas fundamentales en torno a su pasado y sus características esenciales en el presente tendrá enormes dificultades en consensuar una narrativa unificadora proveniente de un Estado que se erige, a la vez, como representante de la comunidad toda y como portador de una versión particular de la historia.
Los debates en Argentina sobre la presencia de Julio Argentino Roca en los símbolos nacionales o la enseñanza religiosa en el sistema educativo público en Salta son ejemplos sencillos para pensar esta problemática en nuestro país. Tanto más complejo será esto en el Estado de Israel que, recordemos, no tiene ni fronteras claras y universalmente aceptadas y cuya ideología fundacional, el sionismo, es disputada por un porcentaje importante de su población. Es posible que sea demasiado pronto para suponer la posibilidad de un relato verdaderamente nacional en una sociedad dividida por cicatrices recientes, que se mantienen abiertas en tanto el conflicto perpetúa y acentúa las diferencias entre sectores de la población.
Pero por otro lado, es también admisible que esta sea una hazaña imposible de realizar en la excepcional realidad israelí, donde rige un Estado nacional en un país habitado por al menos dos naciones (ambas con pretensiones nacionales) y donde el multifacético movimiento sionista dejó como resultado la convivencia y competencia de ideologías nacionales divergentes (laica y religiosa, multicultural y nacionalista, etc.). En ese caso, quizás el libro tan adecuadamente titulado, cuya versión definitiva tal vez sea una utopía, nos deja como evidencia los dilemas inherentes al proyecto de Israel como Estado judío y democrático.

* Lic. En Sociología y Docente