Según la Freedom House, la ONG fundada por Eleanor Roosevelt hace 75 años dedicada a la observación de la democracia: “En la última década, los niveles de libertad han disminuido en 105 países, sólo en 61 se ha visto un avance, siendo el 2015 el peor de todos, los principios democráticos han perdido terreno y la libertad de prensa llegó a su punto más bajo…”.
China, Rusia e Irán han demostrado que pueden reprimir internamente y a la vez adoptar actitudes agresivas a nivel internacional. Han transformado, contrario a todas las expectativas previas, a internet en un arma de control político, y han dejado más que claro, que un país puede participar de la economía mundial aún reprimiendo las libertades de expresión, de culto y de reunión a nivel doméstico.
Por otro lado, en países como Polonia, Filipinas, Hungría, Turquía y Nicaragua, los gobiernos electos popularmente destruyen por distintos medios, métodos y razones, las avenidas democráticas posibles. Y por si fuera poco, países que se habían comprometido con una mayor apertura, manifiestan un retorno a las vías autoritarias como en Egipto, Etiopía, Malasia y Bahrein, por nombrar solamente unos pocos.
¿Dos caras de una misma moneda?
Puede aparecer de esa manera desde un análisis simplista. Pero lo cierto es que las implicancias para el país, el mundo y Medio Oriente de la elección de uno u otro candidato son, diametralmente opuestas en muchos aspectos. En este complejo y convulsionado escenario, la posición política de Donald Trump resulta peligrosa e irresponsable, porque no vacila por ejemplo, en destrozar el conocimiento de principios básicos que han orientado por ejemplo, la política exterior de los EE.UU. ya sea en torno a la OTAN, el libre comercio y/o a la proliferación nuclear.
Ian Bremmer, fundador y presidente de la consultora sobre riesgo global Eurasia Group, sostiene que: “Trump disfruta aparecer como impredecible, pero podemos concluir de sus afirmaciones que aquello de ‘América Primero’ significa que todas las relaciones del país, incluidas aquellas con los países aliados, se basarán en suma-cero”, es decir, una política exterior que consiga más por menos. Particularmente, en cuestiones relacionadas con defensa, los aliados deberán hacer más y pagar más, o los EE.UU. retirarán su apoyo.
Sería el final del TPP entre otros, y de cualquier discusión sobre libre comercio que desde su visión populista, se enmarcaría en una política proteccionista hacia los EE.UU., llevándolo a un aislamiento total.
Las relaciones con países musulmanes, incluso con aquellos que actualmente colaboran en una política antiterrorista, se convertirían en una pesadilla política y diplomática.
En general, el populismo de Trump obligaría a los gobiernos del mundo a llevar una política de confrontación con los EE.UU., incluso de sus aliados, para contrarrestar así el surgimiento de un sentimiento antiimperialista en sus respectivos países.
A nivel nacional, la retórica de Trump ha significado la nacistización de la discusión política en el país. Repetir una mentira tantas veces hasta que parezca verdad, sobre todo para la población del centro sur del país, en el así llamado “cordón bíblico” que, demográficamente, representa a una mayoría evangélica y políticamente ignorante, ha sido una fórmula mágica para Trump.
En relación a Israel, ha sostenido que no apoya la solución de dos Estados y que está por la anexión de parte o toda la Ribera Occidental. Estas declaraciones resultan irresponsables y peligrosas, pero no sorprenden porque su consejero es Ben Friedman, abogado neoyorquino, experto en bancarrotas, que está a la cabeza de Los Amigos Americanos de Bet-El, un asentamiento ubicado en el centro mismo de la Ribera Occidental. Increíble a la vez, pues esta política se ubica a la derecha del mismo Bibi Netanyahu, cuyo gobierno ‘apoya’ la propuesta solución de dos Estados; pero a Trump no le preocupa ignorar las consideraciones que Israel mismo hace en torno a su seguridad. Ni tampoco le interesa asumir los acuerdos diplomáticos alcanzados por anteriores presidentes republicanos desde la época de Ronald Reagan.
Las consecuencias de esta ofuscación derechista y fascista, son gravísimas ya que podría significar por ejemplo, el fin de la Autoridad Palestina, e incluso la caída, han sostenido algunos, de la monarquía Hashemita en Jordán. Y lo que es aún más dramático, significaría poner en riesgo la existencia misma de Israel como un estado democrático.
Y tendríamos que preguntarnos si acaso a Trump (o a Friedman) le interesa la suerte de los palestinos que viven actualmente como residentes legales en la Ribera Occidental. ¿Qué sería de ellos? ¿Deportarlos tal cómo propone hacer con los 14 millones de indocumentados de EE.UU.? ¿O acaso tendrían los mismos derechos que los ciudadanos israelíes?
Es preciso evaluar y ser capaces de desenmascarar esta retórica fascista y mentirosa que alimenta miedos y estereotipos primarios de la época reptiliana. El mundo sí sería diferente con Hillary Clinton. No sería la otra cara de una misma moneda, sino que una moneda totalmente distinta. Ella propone una reforma integral de inmigración, que permitirá la incorporación y ciudadanía de las personas que actualmente viven en EEUU como indocumentadas, y no como Trump propone, ¡la deportación de más 14 millones de indocumentados!
Propugna reforzar y expandir el Obamacare y el programa de Medicaid, el sistema público de seguro médico. Y teniendo siempre en cuenta la salud y el bienestar de la mujer, cree que la salud reproductiva es un derecho, incluida la anti concepción y el aborto seguro y legal. Mantendrá los acuerdos comerciales existentes que incentiven una economía global, pero se opone al TPP y CAFTA. Propone a cambio, un plan de “Made in the USA” para incentivar la manufactura y generación de empleos. Un programa que se generará con apoyo de los sindicatos y subiendo el sueldo mínimo a $15 dólares o más, según las condiciones económicas de cada Estado de la Unión.
A nivel internacional, Clinton cree en la necesidad de crear alianzas para derrotar al Estado Islámico y estabilizar al Medio Oriente. Su experiencia como Secretaria de Estado le otorga esa capacidad analítica y de acción. Y a propósito de la realidad en esa región y los comentarios engañosos acerca de su visión de y hacia Israel, hay tan sólo que examinar su historial. En su último libro “Hard Choices”, dice en relación a Benjamín Netanyahu que: “… incluso cuando tuvimos desacuerdos importantes en cuanto a políticas, ambos mantuvimos un compromiso inquebrantable en torno a la alianza de nuestros dos países”.
Como Secretaria de Estado construyó una coalición que impuso las sanciones más estrictas a Irán en torno a sus aspiraciones nucleares, sosteniendo que si bien todas las opciones de negociación estaban abiertas “un ataque en contra de Israel, significaría una represalia masiva de parte de los EEUU”.
En el Senado, su defensa de Israel y la judería estadounidense ha sido sin precedentes, y como Secretaria de Estado, apoyó toda iniciativa del presidente Barack Obama por incrementar la ayuda militar a Israel, la más alta en toda la historia de los dos países.
Clinton tiene el respeto y la admiración del mundo entero, mientras Trump se convierte en un chiste de mal gusto. Sus limitaciones pueden ser considerables, pero no hay punto de comparación con el franco espanto que implicaría una presidencia de Donald Trump.
No obstante la evidencia, la realidad no deja de preocupar. Con menos de ocho semanas hasta la elección, Clinton y Trump muestran un casi empate en las últimas encuestas y en donde los candidatos de una tercera opción pueden tener un efecto catastrófico en el resultado final.
Clinton cuenta actualmente, con un 46% y Trump con un 44% de los votantes registrados. Clinton tiene el apoyo de la mayoría del voto femenino y de los grupos minoritarios, así como también de los votantes con nivel (político) educacional promedio y alto. Trump cuenta con la preferencia del voto masculino y blanco, con bajo nivel de educación (política).
En EE.UU. los votantes suelen demuestran escasa conciencia y educación política, especialmente en la región centro sur del país, que junto a una apatía generalizada pueden transformarse en la tormenta y el desastre perfectos: Donald Trump presidente.
* Socióloga chilena. Reside en Nueva York.