Advertencias de Guardianes del Umbral

Campeones del mundo (en Ocupación)

La declinación de un pueblo, no se produce a sangre y fuego, sino por el olvido, la culpa y la vergüenza y conducta injusta.
Por Guga Kogan

‘¡Esto es el colmo!’, se dijo seguramente Bibi Netanyahu, que cada semana, debe amainar una nueva tormenta política que le sacude el sillón de Primer Ministro, donde quiere seguir sentado hasta el final de sus días. Tormentas que siempre le vienen del lado derecho, porque el centroizquierda esta diezmado por ego y ceguera crónica de sus entronizados lideres (Lapid y Hertzog, correspondientemente), o por sus declaraciones políticas escandalosas, que cada día dividen más a la sociedad israelí en etnias, grupos, religiosidad, color o proveniencia. Vuelta a las tribus de Cananea, como lo diagnosticó el presidente Rivlin. ¿Crisol de tribus dispersas, según la visión de Ben Gurión? Muerto y enterrado, Q.E.P.D, Itagadal Veitkadash.
No es para menos. Un nuevo ‘Guardián del Umbral’, ni más ni menos que el General (ret.) Gadi Shamni, ex Comandante del Comando Central (Cisjordania), ex Secretario Militar de los anteriores Primer ministros, Sharon y Olmert, en resumen, la crema de la crema de los ‘Guardianes de Israel’, asevera ante el Instituto de Seguridad Nacional en tono vitriólico: ‘Somos los campeones del mundo en Ocupación’, y para rematarla: ‘Hicimos de la Ocupación un arte…’.
Y para colmo de los colmos, estas perlitas se derramaron días después que otro ‘Gran Guardián’, Tamir Pardo, el reciente ex Director del temido Mossad, lanzó otra andanada del mismo estilo y destinada al propio Netanyahu: ‘Si esta división en la sociedad (israelí) continua a este ritmo, arribaremos a la guerra civil…’.
La derecha israelí se agarró de la cabeza. Para sus exponentes, tales declaraciones son lluvia ácida, venenos a las venas de la famosa ‘Hasbará’ (Propaganda israelí oficial). Entre ellos, crece la sospecha que un misterioso virus zurdo ataca a sus Altos Mandos de Seguridad y Ejército, en el momento del retiro. Un virus contagioso que desnuda de los eufemismos acostumbrados de la política gubernamental destinada a fortalecer la ocupación de los ‘Territorios’ en todos los planos: jurídicos, económicos y sociales.
Política falluta, que carcome por dentro y por fuera. Por dentro, incrementado el nacionalismo y brotes racistas. Por fuera, presentándonos como el ultimo apartheid sobre el planeta. En esos casos, los diputados de las bancas traseras en la Knesset del Likud, para contrarrestar tamañas declaraciones, sólo atinan a promover más y más leyes ‘patrióticas’. Leyes con tufo nacionalista y xenófobo y una pizca racista.
Los ministros y aspirantes a ministros (que son casi todos, y casi todos exentos de pensamiento original) hacen mutis por el foro y no saben cómo reaccionar ante tamaño exabrupto de sus máximos generales. ¿Cómo es posible que estos Guardianes, famosos en todo el mundo por sus logros en la lucha contra el Terror palestino, dan vuelta la tortilla en contradicción con la política del Máximo Líder? Un estadista que ya escribió sobre esa lucha su libro famoso ‘Lugar bajo el sol’ (cuál sol, es cuestión de interpretación; pero no para él y su esposa, la Sara, psicóloga de niños y aprendiz de Rasputin).
Es entonces que los likudistas desenvainan la reluciente espada de los Jedi de derecha, útil y filosa estos casos, desde los años ‘70 hasta hoy, blandiendo motes como ‘traidores a la patria’, ‘cuchillo en la espalda’, ‘quinta columna’, antisemitas de todo cuño: ‘autoantisemitas’, ‘asimilados’, ‘irresolutos’, ‘chamberlaines’, ‘desfasados de la realidad’. En resumen, izquierdistas, ¡puaj!. Conceptos que nunca fallan y siempre son bienvenidos por las masas, en las cuales tales conceptos generalizados están bien arraigados y suelen ser utilizados en cualquier discusión, sea sobre paz, palestinos o la calidad del salame. El Pueblo del Libro en sus más profundas expresiones.
Lo esotérico es que esta vez están dirigidos contra aquellos que toda su vida profesional, existencial, espiritual, fue dedicada a la Defensa del Estado de Israel y sus ciudadanos, de aquellos que aspiran a aniquilarlo. Y la ofuscación es evidente. El Máximo Líder calla. En contrapuesta, el mínimo líder, sea ministro de morondanga o diputado de tercera, ladran sin parar y cada vez más histéricos, repitiendo mantras despojadas de contenido, que no logran explicar por qué esos tipos se han dado vuelta en forma tan opuesta a las concepciones más patrióticas, más racionales y tan elaboradas y conservadas en el formol de 50 años de Ocupación. No es posible, diosito de Israel, que una hecatombe de tal envergadura, caiga día tras día.
Hay que buscar una salida. ‘¡Eureka!’, piensa el Máximo Líder, ‘vamos a crear una crisis con el baqueteado asunto de preservar la santidad del sábado, una formula política que no falla. Tengo los ultraortodoxos en el gobierno (Litzman, ministro de Salud que ya se cree, por lo menos, Maimónides moderno)’. En ellos puedo confiar, piensa el Líder. ‘Con el sábado sagrado les prendo la mecha en dos segundos. Esa cuestión sobre los trabajos esenciales que deben realizarse el sábado sagrado, para mantener en función un Estado moderno: hospitales, aeródromos, energía eléctrica y trenes las ponemos en cuestión. Podemos sacudirles el polvo del olvido o el desentendimiento de su existencia y que funcionan también en sábado. Vamos a destapar la olla, cuestionar sus permisos especiales para trabajar en ese día y la crisis nacional se desata’.
Los ultraortodoxos presionan entonces para que se interrumpan, aún al costo de paralizar el país. Y la fiesta comienza, que siempre, a la postre, resulta que es a cuenta de los laicos, que son los que pagan el pato. Esos que no tienen principios y sólo quieren pachanga en la vida. ‘¿Por qué no?’, piensa el susodicho, ‘si siempre me van a seguir votando. Soy invencible y desde las últimas elecciones, aún más’.
Y así, la opinión pública se ocupa de otra cosa y se olvida lo que dicen los ‘Guardianes del Umbral’. Lo que piensan en verdad sobre la capacidad del Supremo Líder de enfrentar la álgida situación en Gaza. Los que saben adónde va el país a paso redoblado, si no bregamos por un entendimiento con los palestinos. Situación en la que ningún submarino atómico made in Germany o un F35 furtivo van a impedir el próximo choque, cuando estalle en Gaza o en Cisjordania. En Gaza es solo cuestión de tiempo. Y como siempre, nadie se la ve venir hasta que estalla. Así nomás, como te la cuento. Todas las guerras y la más evidente fue la Segunda Guerra del Líbano, que estalló por un simple error de cálculo sobre la probable reacción del enemigo. Tal lluvia de cohetes y misiles no se vio en toda la historia reciente de los conflictos en Medio Oriente. Y la próxima va ser peor y más nutrida.
Volviendo a Shamni y sus declaraciones. Ya pasó. No habrá más penas y mucho olvido. Como dijimos, ‘si algo no anda, si alguien abre la boca por fuera de nuestros principios, tenemos siempre los recursos fijos para eludir la realidad que se avecina. Tenemos a los iraníes, al Isis, a los culpables de siempre: los izquierdistas, los europeos antisemitas, Obama el irresoluto, Abbas el corrupto, Francia la falluta y finita la comedia. Y si eso no anda, siempre vamos a tener  el  Holocausto. El último recurso que nunca falla para justificar nuestra conducta hacia los palestinos, nuestros vecinos, que nunca se van a evaporar, ni en el terreno ni en la historia’.
Como retratara una sátira del Quinteto de Cámara, donde un funcionario israelí en la Olimpiadas, le pide al juez (alemán) en la largada de una carrera, que le dé ventaja de unos metros al corredor israelí, que no sea mezquino. Y cuando el juez rehúsa, el funcionario le enrostra: Haven`t the jewish people suffered enough?
¿Acaso no hemos sufrido suficientes persecuciones como ningún otro pueblo en la historia, que justifiquen nuestra Ocupación, y en primer lugar nuestra Empresa de Colonización de esos Territorios, aún a cuenta de algunos cientos de miles de dunams de tierras de los palestinos?
Por eso somos los únicos del mundo que llevamos la Ocupación a un estado de arte, a un lavado de conceptos, que ningún otro país nos ha equiparado. Somos unos campeones.