¿Una carga o un lucro?

La economía de la ocupación

La ocupación israelí iniciada con la Guerra de los Seis Días en 1967, hoy ya pasados sus 49 años de existencia, es a menudo analizada desde sus dimensiones políticas e ideológicas y a través de sus consecuencias diplomáticas. ¿Pero cuáles son sus consecuencias económicas? En esta nota nos abocamos a dilucidar este aspecto que también afecta sensiblemente a las sociedades israelí y palestina.
Por Kevin Ary Levin *

Los estudios realizados sobre esta temática pueden ser divididos en dos: aquellos que se concentran en los costos que implica la ocupación israelí para el presupuesto estatal del país y la economía palestina, por un lado, e investigaciones sobre las ventajas que presenta la irregular situación de los territorios palestinos para la economía israelí. Aunque parecen muy diferentes, el objetivo de ambos no suele ser tan distinto: mientras que en el primero, la conclusión siempre es que Israel (al menos desde una mirada económica) debería tomar la decisión de retirarse de los territorios en disputa, los segundos toman la forma de denuncias sobre un sistema desigual e ilegal que entra en (o se asemeja a) la definición de colonialismo. No es tan raro que no haya un informe que brinde una mirada positiva sobre los beneficios económicos de la ocupación, ya que la legitimidad discursiva de la misma pasa por sus ventajas militares, su conveniencia política y diplomática o sus reivindicaciones nacionales/espirituales, y nunca por sus beneficios materiales.

Los costos (de dinero, además de los morales)
La ocupación representa gastos abismales en la economía israelí. Lo hace a través de varios rubros, como el crecimiento del presupuesto militar para garantizar la seguridad de asentamientos judíos, a veces ubicados remotamente en Cisjordania (personal, vehículos blindados, checkpoints, rutas con iluminación especial, etc.); las inversiones en la construcción de asentamientos (en detrimento de otros focos de inversión ignorados en mayor medida, como localidades de bajos recursos dentro de la línea verde); subsidios en los costos de vivienda y en el transporte; y mayor inversión per cápita en educación debido a los pequeños asentamientos, entre otros.
El boletín Economy of the Occupation, preparado por el economista Shir Hever, estima en 9 mil millones de dólares su costo anual actual, mientras que un informe económico publicado por Yediot Ajaronot en el 2007 sumaba los costos militares y civiles para dar un resultado de aproximadamente 50 mil millones de dólares acumulados a lo largo de por entonces 40 años. Este es un número difícil de consensuar dada la información desconocida y a veces indiscriminada en presupuestos que no diferencian entre Israel y los territorios.
Las pérdidas que significa para los palestinos son enormes y su análisis extiende la capacidad de este artículo: el Banco Mundial estima que medidas como la falta de sanción de permisos comerciales, disputas sobre tierra cultivable y límites al movimiento sólo en el Área “C” de Cisjordania (la que quedó bajo control exclusivamente israelí luego de los Acuerdos de Oslo) significan una pérdida anual de 3.400 millones de dólares para la economía palestina, afectada gravemente por la pobreza y desempleo.

La otra pata: beneficios económicos…
La ocupación representa, por otro lado, una fuente de ingresos para Israel. Esto es así debido a la explotación de recursos naturales en Cisjordania (particularmente, tierra fértil, agua y minerales) y el mercado inmobiliario, cuyo empresariado se convierte en el beneficiario de los ya mencionados subsidios a la vivienda que no existen dentro de la Línea Verde. Cisjordania provee hoy una oportunidad para israelíes sin los recursos necesarios para sustentarse en Tel Aviv o Jerusalén de vivir muy cerca de esos núcleos urbanos a costos incomparables, atrayendo así en los últimos años una importante población ultraortodoxa.
Además, las restricciones comerciales para los palestinos generan un mercado cautivo que consume principalmente productos israelíes. Un ejemplo relevante en este sentido es el acuerdo trilateral entre la ONU, la Autoridad Palestina e Israel en septiembre del 2014 que buscaba coordinar la reconstrucción de Gaza luego del operativo “Margen protector” que había tenido lugar hasta un mes antes: los términos del acuerdo beneficiaron a empresas israelíes, como Nesher, la única productora israelí de cemento, cuyo producto fue enviado al enclave palestino en cantidades masivas.
Restricciones similares dan como resultado que a menudo producción de Gaza sea vendida exclusivamente a empresas israelíes que se ocupan de su distribución internacional, beneficiándose de una situación dominante para obtener amplios beneficios en la cadena de valor. Los beneficios son tantos que, a falta de una fuente transparente y criterios claros para obtener una comparación, Noam Sheizaf de la revista 972mag sostiene que éstos podrían sobrepasar la carga económica ya mencionada. Existe un centro de investigación llamado Who Profits (whoprofits.org) fundado en el 2007 por la Coalition of Women for Peace con el objetivo de exponer los beneficios comerciales israelíes e internacionales de la ocupación, que publica informes detallados sobre estas actividades.

Entonces: ¿Quiénes tienen razón?
¿Representa la ocupación una carga para el contribuyente israelí o un ingreso económico beneficioso para Israel?
Entendiendo las posibles formas de interpretación de esta pregunta, resulta necesaria una aclaración previa: el fin de la ocupación iniciada en 1967 constituye un debate asentado claramente en el mundo de la moral y no en la conveniencia económica. También debe culminar visto desde una mirada netamente pragmática, pero sobre todo porque pone en peligro y afecta negativamente la vida de ambas poblaciones, más que por la economía.
Dicho esto, independientemente de hacia dónde se inclinará la balanza en la realidad, ambas opciones son válidas hasta cierto punto: la ocupación ocupa hoy el rol de una medida de distribución regresiva. Financia los enormes gastos que necesita con los aportes de todos los israelíes (independientemente de su postura o grado de afectación personal ante la ocupación) para beneficiar a una minoría de su población (los colonos), mantener funcionando una estructura militar que en otras condiciones estaría sobredimensionada y dar beneficios a los sectores de la industria y el comercio que se asientan y vinculan con estos territorios. En otras palabras, es una situación donde todos pagan y algunos pocos reciben.
El hecho de que agrande o achique la «torta» de la economía israelí probablemente juegue un rol poco importante en las consideraciones de los actores económicos interesados en definir su porción personal, o en los políticos que establecen relaciones sinérgicas con este sector empresarial y que, a menudo, juegan un doble rol en la ecuación empresariado-política.
Quizás, entonces, al desmantelar la tan exagerada cortina de complejidad de la economía, se pueda construir un nuevo argumento convincente contra la ocupación, demostrando que la presencia israelí en los territorios en disputa no sólo es inmoral, corrompe los fundamentos de la democracia israelí y perjudica la posición internacional de Israel y la imagen de los judíos en el mundo, sino que además contradice los intereses materiales de la gran mayoría de sus habitantes.

* Lic. en Sociología y docente.