Opinión

Los dilemas de la ocupación y la mentira

La mentira que nos fue dicha acerca de las bombas de las Fuerzas Aéreas en el campo de refugiados de Nusseirat tiene largos tentáculos. Estos tentáculos empiezan desde los más altos escalones y no saltea ningún sector de la sociedad israelí. Sus raíces están plantadas profundamente en los territorios y están alimentadas por el veneno de la ocupación.

Por Akiva Eldar

Sin mentiras, sería imposible hablar sobre la paz con los palestinos por 36 años mientras, al mismo tiempo, se apoderan de más y más tierra palestina.
Sin mentiras, sería imposible reclamar que no hay un compañero para el “Mapa de Rutas” cuando, al mismo tiempo, se inyecta más y más dinero en puestos avanzados que el mismo “Mapa de Rutas” llama a desmantelarlos.
Sin mentiras, sería imposible prometer “dolorosas concesiones” a cambio de paz, mientras al mismo tiempo se firma un acuerdo traidor.

La mentira

Los políticos que mienten por la ideología, o por intereses políticos, no son nada fuera de lo común.
Yitzhak Shamir declaró abiertamente que “es permisible mentir por la tierra de Israel”.
Cuando George W. Bush empezó su guerra en Irak, él y los políticos que lo rodean, inundaron al público americano con mentiras. El problema es que en Israel mentir se ha convertido en una norma entre los niveles de trabajo del Ejército, la clase dirigente y los cuerpos diplomáticos.
Mentir se ha convertido en un camino de vida, para comandantes y soldados, abogados y oficinistas.
La mayoría de ellos están lejos de tener una visión de derecha y muchos de ellos aborrecen la ocupación.
Mientras los políticos mienten para perpetuar la ocupación, los trabajadores aprenden a mentir para justificarla.
Los soldados del Ejército de Defensa de Israel se han acostumbrado a ver colonos preparando otro puesto de avanzada en la mañana, y luego oír en la radio, a la tarde, que el Ministro de Defensa o el Primer Ministro niegan, apasionadamente, la existencia de algún nuevo puesto de avanzada.
Entonces ¿qué hacen? Ellos dicen (quizá sólo a sí mismos) que esto es una calle segura.
Miembros del servicio de seguridad de Shin Bet (Inteligencia interna) saben que no todo palestino que fue ejecutado sin un juicio previo era un “hombre bomba”. Ellos se han acostumbrado a convivir con la mentira.
Los analistas entienden que es imposible derrotar gente que pelea por las tierras y que no existe una base en el reclamo de que no hay interlocutores para una justa distribución de tierra. Pero aprendieron que no se les paga a los líderes para que digan la verdad.

El comportamiento moral

Hay un gran peligro en la ocupación, aun en esos días cuando los cuatros ex jefes de Shin Bet eran inseparablemente parte de ella. Pero la mirada se ve diferente desde el otro lado. Cuando Ami Ayalon y sus colegas estaban dentro, ellos servían la ocupación. Y en la naturaleza de la cosas, para justificar los demonios que son una parte inseparable de gobernar otra nación por la fuerza, ellos tampoco se adhieren siempre, estrictamente, a la verdad.
El psicólogo Arye Reshef, un ex comandante de los cursos de entrenamiento para pilotos israelíes, quien hoy investiga la “psicología del comportamiento moral”, cita interminables estudios que muestran que solo muy poca gente es inmune a la reincidencia moral en situaciones que los obligan a actuar en contra de sus valores básicos.
Gideon Kunda, de la Universidad de Tel Aviv, quien investigó la organización cultural de la empresas de alta tecnología, escribió que a través del deseo de atar al trabajador y a su alma a los intereses de la organización, las organizaciones se dedican a lavar el cerebro de sus trabajadores. Kunda cita a un gerente que habló de una cultura de mentiras aceptadas generalmente. “Si querés el proyecto, tenés que mentir”.
Una situación o un ambiente presionado puede arrastrar individuos a actos aún más severos que la distorsión de la verdad. Un joven que testificó en el juicio de Kafr Kassem en 1960 -donde un grupo de policías de frontera fueron condenados por haber disparado y matado a civiles cuando salían a trabajar a sus campos sin saber que se había impuesto un toque de queda- dijo: “Si me hubiesen dicho que disparar a un kibutz ayudaría al país, también lo hubiese hecho”.
Los psicólogos que organizan simulaciones de situaciones en prisión, las detienen poco después de empezar, cuando alguno de sus estudiantes, a los que se les asigna el papel de carceleros, demuestran una cruel intolerancia con los supuestos prisioneros.
Los soldados que endurecen sus corazones en las barricadas, los pilotos que arrojan bombas en el medio de las ciudades, los abogados que encubren y los voceros que les mienten a la gente no son gente con falta de moral.
La mayoría de ellos, simplemente, son víctimas de la ocupación. Pero la barricada moral no conoce fronteras. Una barricada moral removida de la Gaza ocupada terminará derrumbando otra barricada moral en cualquier ciudad de Israel.