Israel y la dictadura Argentina

¿Una politica bifronte?

¿Fue correcta la política de venta de armas israelíes a la Argentina durante la dictadura cívico-militar? es la pregunta que deberíamos hacer en lugar de las críticas o aprobaciones que polarizan las opiniones y no permiten evaluar los hechos en su justa medida.

Por Guillermo Lipis

Más allá del negocio que las empresas israelíes realizaron vendiendo armamento a las dictaduras locales, ¿es posible que esas ventas hayan flexibilizado la voluntad de los militares de modo que éstos accedieran a la liberación de un mayor número de judíos de las cárceles y centros clandestinos de detención?
En Israel este hecho no pasó desapercibido a pesar de hechos ambivalentes de su dirigencia ante la ‘realpolitik’ que les imponía la coyuntura del Medio Oriente.
Vale recordar que en la década del ‘70 los israelíes salían de la Guerra de Iom Kipur (1973) con una sensación de victoria dudosa y una economía golpeada; cambiaban la línea de su gobierno socialdemócrata (laborismo) por una derecha liderada por Menajem Beguin (Likud) en 1977; y confrontaban en frentes internacionales hostiles como el de los ataques ideológicos en las Naciones Unidas donde los países árabes, y sus aliados tercermundistas, lograron que se igualara al sionismo con el racismo y, revertir esta declaración requería votos de países de ese mismo Tercer Mundo, en el que la Argentina se encuadraba.
Bajo el subtítulo “Las relaciones multilaterales” del informe de la Comisión Israelí por los Desaparecidos Judíos en Argentina, Efraim Zadoff ratificó esta coyuntura cuando afirmó que “entre Israel y Argentina se produjeron serios roces a causa de declaraciones de los delegados argentinos y sus votaciones en los marcos internacionales a favor de las posiciones árabes en general, y de los palestinos en particular”.
Zadoff explicó, también, el vínculo entre la Argentina e Israel y la comunidad judía del primer país (según documentos que la Cancillería israelí desclasificara antes de que venciera el plazo obligatorio de 30 años): “Durante el gobierno de Isabel Perón se produjo un acercamiento de la Argentina con los países árabes, en particular con Libia, de tal forma que causó preocupación a los diplomáticos israelíes, quienes llegaron inclusive a temer por la amenaza de un corte de relaciones”. Y agregó: “El gobierno militar tomó otro rumbo, y las relaciones abiertas con Libia se interrumpieron, aunque los nuevos gobernantes intentaron un acercamiento con los países árabes y la OLP. En sus participaciones en escenarios internacionales como la Asamblea General, en la comisión de los Derechos Humanos de la ONU, o en los congresos de los Países no Alineados, los delegados argentinos se pronunciaban a favor de la postura palestina y votaban junto a los países árabes contra Israel…”.
Este cuadro de situación internacional demuestra que el manejo político israelí abarcó mucho más que el interés de las familias de jóvenes argentinos de origen judío, quienes peticionaron que las autoridades israelíes presionaran por la aparición con vida, por la liberación de sus hijos y por el cese de la venta de pertrechos bélicos a la dictadura.
La necesidad de recursos económicos y la urgencia por obtener el voto de países como Argentina, pudieron haber asfaltado el resto del camino, caratulado de diferente modo por izquierdas, derechas, familiares de desaparecidos y ex presos políticos, algunos de ellos liberados y que tuvieron a Israel como su única opción inicial residencia.

Expongamos algunos ejemplos variopintos que pueden semblantear algunos sucesos ocurridos en la llamada ‘época de plomo’.

Israel, ¿una “proveeduría de armamentos para las dictaduras”?
Las contradicciones de los políticos israelíes quedaron reflejadas, por ejemplo, en estos testimonios recogidos por el periodista Herman Schiller:
“Allá por 1980 -afirmó- cuando casi toda América latina estaba sometida a feroces dictaduras militares, el general Ariel Sharon, entonces ministro de Defensa de Israel, visitó al general Policarpo Paz, jefe de la dictadura hondureña, que en esos días era denunciada por su política criminal. Sharon luego de la visita dijo sin ruborizarse: ‘Israel no sólo le vende armas a Honduras por negocios, sino porque está con nosotros en la lucha común contra el comunismo internacional’.
En ese momento -prosiguió Schiller- llegó a Buenos Aires Menajem Hacohen, un raro caso de rabino ortodoxo que se consideraba a sí mismo como socialista y que integraba el Partido Laborista. Le pregunté en una entrevista sobre esas declaraciones de Sharon, y me respondió: ‘Merecen todo mi repudio. Hemos creado el Estado Judío para que sea distinto, justo y socialista, y no para convertirlo en una proveeduría de armamentos para las dictaduras militares de América latina’”.

Marshall Meyer: “Nirgad fue una gloria para Israel”
A pesar de las fuertes críticas que algunos familiares de víctimas y sectores del ala progresista de la comunidad judía hicieran sobre el rol de la Embajada y las actitudes de algunos funcionarios israelíes, el rabino Marshall Meyer afirmó que Israel y su embajador Ram Nirgad, hicieron todo lo posible por salvar vidas judías durante la dictadura.
“Ram Nirgad fue una gloria para el Estado de Israel” tituló el semanario israelí ‘Aurora’, en una entrevista a Marshall publicada el 8 de agosto de 1991. “Quiero afirmar, declarar unívocamente y sin ningún titubeo que nunca pedí algo a Ram Nirgad que no haya cumplido, aún en los momentos más difíciles. Incluso corriendo tremendos riesgos para hacerlo. Fue un caballero, fue lo mejor que pudo ofrecer un servicio diplomático por su brillante capacidad, profesionalismo y extraordinaria inteligencia”.
Naomi Meyer, la viuda de Marshall, ratificó los dichos de su esposo: “Marshall trabajó de modo considerable con Ram Nirgad”.
Naomi recordó: “Para que no escucharan sus conversaciones, Marshall acompañaba por las noches a Nirgad a pasear por la calle a su perro ‘Chango’”.
Y también mencionó el reconocimiento que hizo Nirgad del doble juego de Israel: “Recuerdo una cena en la que estaban Videla, Massera y todos esos tipos. Le pregunté a Nirgad qué hacía con todos ellos: ‘Tenemos comercio en conjunto’, me respondió. El tema de las armas fue un hecho, y yo sé, también, que Ram lo ayudó muchísimo”, concluyó refiriéndose a la inmensa tarea realizada por Marshall, una de las pocas figuras que destacó públicamente la conducta del personal de la embajada israelí en la Argentina.

El operativo “evacuación”
El Ministerio del Exterior de Israel y la Agencia Judía colaboraron para ayudar a quienes debían abandonar la Argentina. En febrero-marzo de 1976, el Departamento de Inmigración de la Agencia Judía fijó reglas para auxiliar a “evacuados” de países sudamericanos, y 20 días antes del golpe militar del 24 de marzo, el director del Departamento, Iehuda Dominitz, envió a su representante en Buenos Aires, Daniel Recanati, instrucciones precisas para concretar la “evacuación”.
El 2 de mayo de 1976 se realizó una reunión en la oficina del vicedirector general para América Latina en el Ministerio del Exterior, Ieshaiáu Anug, con la participación de funcionarios de la Agencia Judía y de Seguridad y se definieron criterios y normas para la evacuación de personas, y su traslado a Israel.
Uno de los fundamentos básicos fue que se aceptarían judíos según los criterios de la Ley del Retorno, es decir, judíos y no-judíos cónyuges de judíos. La participación de representantes de las fuerzas de seguridad en el encuentro fue necesaria por estimarse que entre quienes solicitaban ser evacuados a Israel podría haber personas hostiles al Estado judío. Por eso, incluso, se decidió considerar a Israel como un posible país de tránsito.
Efraim Zadoff explicó que “el operativo ‘evacuación’ se basó en Uruguay y Brasil como países de tránsito. Las personas que debían abandonar la Argentina se dividían en dos categorías: quienes contaban con un pasaporte argentino en vigencia, pero no sabían si corrían algún peligro en los controles de frontera; y quienes no poseían pasaporte, dado que el solicitante corría el riesgo de ser detenido”.
El apoyo de la Agencia Judía a los evacuados fue tema de desacuerdo. Los que viajaban a Israel en carácter de nuevos inmigrantes recibían toda la asistencia acordada, que incluía los gastos de vuelo y de las distintas etapas de absorción en Israel. Los que no aceptaban viajar en esa condición, porque no estaban seguros de que se quedarían en Israel o porque no aceptaban servir en el ejército israelí después de un año de estadía, debían viajar con una visa de turista, corriendo el gasto del pasaje por su cuenta.
Zadoff agregó que “los documentos a los que tuvimos acceso contienen una lista de 300 personas a las que habría que agregar los jóvenes menores de 18 años que fueron atendidos en el marco de la inmigración juvenil, así como también las personas que viajaron con pasaporte argentino en vigencia”.

La liberación de presos
A diferencia del tratamiento no oficial de la evacuación de personas en peligro, el tratamiento de presos o de secuestrados-desaparecidos requería pedidos oficiales a las autoridades argentinas, por lo cual los representantes de la Agencia Judía no estuvieron involucrados en los procedimientos de liberación. La liberación de los presos se fundamentó en el Art. 23 de la Constitución Argentina, que determinaba que en situación de emergencia del país, se pueden suspender las garantías constitucionales. El presidente podrá “arrestarlas (a las personas) o trasladarlas de un punto a otro de la Nación, si ellas no prefieren salir del territorio argentino”.
El significado de este artículo era que un preso que obtuviera la visa de entrada a algún país al que las autoridades argentinas le permitieran emigrar, podría salir de la cárcel y partir inmediatamente hacia dicho país. Ya en 1975 hubo presos judíos que utilizaron dicha posibilidad y que fueron liberados de la cárcel gracias a la visa de emigración a Israel, pero el golpe de marzo de 1976 congeló dicho privilegio por la “opción” (así se denominó este procedimiento) de salir del país, hasta noviembre de 1977.
En octubre de dicho año, cuando se publicó la notificación oficial de la inminente restitución de dicha disposición, la Cancillería israelí encomendó al embajador Nirgad solicitar la liberación de presos, siguiendo los criterios establecidos por la Ley del Retorno.
La posibilidad de otorgar visas de entrada a Israel y la necesidad de entrevista a los candidatos confirió a los diplomáticos israelíes el privilegio de visitar a los presos en la cárcel, con carácter de visita consular, a pesar de que no eran ciudadanos israelíes.
“Consecuentemente, se permitió a los diplomáticos israelíes visitar en diciembre de 1977 a decenas de presos judíos, mujeres y hombres, parte de los cuales no habría gozado de todo tipo de visitas”, explicó Zadoff.
El investigador agregó en su informe: “(…) de la documentación consultada surge que la primera vez que la Embajada entregó una extensa lista de nombres a un ente oficial fue a fines de septiembre de 1977, cuando Nirgad entregó al ministro del Interior Harguindeguy una lista con los nombres de 262 personas detenidas o secuestradas, cuyo destino se desconocía. (…) al igual de lo que sucedió con las peticiones presentadas por las embajadas de otros países que se ocuparon del tema y pidieron información sobre la suerte corrida por los desaparecidos, los pedidos de Israel lograron respuestas positivas sólo en el caso de detenidos legales”.

Israel, su política de salvataje y la venta de armas
Bajo el título “Los gobiernos israelíes y su política de salvataje de judíos desaparecidos o detenidos durante el gobierno militar en la Argentina, 1976-1983” las estudiantes israelíes Yfat Bachrach y Avital Appel presentaron su monografía de Maestría en el curso Exilio político en América latina, bajo la tutoría de los profesores Luis Roniger y Mario Sznaider, del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad Hebrea de Jerusalén.
El trabajo de Bachrach y Appel expuso la acción de la Embajada, de la Cancillería y del gobierno israelí. Entre las diferentes conclusiones, la monografía determina que:
• Las ventas de armas eran percibidas cada vez más como parte de las herramientas diplomáticas con que contaba Israel, y estaban destinadas a promover la influencia israelí en diversos países y su prestigio como país poderoso.
• La venta de armas incluía un aspecto comercial y consideraciones económicas.
• Parecía haber una vasta cooperación entre el Ministerio de Relaciones Exteriores, las industrias armamentísticas y el Ministerio de Defensa argentino. Así, por ejemplo, IMI (Industrias Militares de Israel), que debía enviar a la Argentina dos o tres personas para operaciones de venta al Ejército, recibió la autorización de Eliakim Rubinstein, director general de la Cancillería, para que recibieran un pasaporte “de servicio” (N. de T.: cuasi-diplomático] como funcionarios de la Embajada en Buenos Aires.
• Como embajador, Nirgad estuvo involucrado en las ventas y aconsejó al Ministerio de Relaciones Exteriores cómo actuar, por ejemplo, cuando se planteó el interrogante si vender armas a Chile o a la Argentina cuando estaban en conflicto militar.
• En el campo bilateral, las relaciones que se mantenían de la manera habitual y sin fenómenos particulares, adquirieron una dimensión especial con la firma de contratos de venta en Israel a una escala sin precedentes en sus ventas que generaban un contacto más estrecho con la cúpula de las Fuerzas Armadas argentinas.
• A pesar de que el Ministerio de Relaciones Exteriores estaba involucarado en el trazado de la política de venta de armas, no era socio pleno en su definición. Según Yoel Bar-Romi, entonces director de la Sección de América Latina, en el ejercicio de sus funciones debía revisar todas las ventas de armas, pero cuando se negaba a firmar, la operación seguía su curso sin su aprobación. De esto se desprende que existían dudas sobre la auténtica capacidad de influir del Ministerio de Relaciones Exteriores sobre la política de venta de armas.

En la embajada y en el Ministerio de Relaciones Exteriores, que actuaban en el marco de una política dada de venta de armas, con cierta injerencia e influencia sobre ella, existía el supuesto de que la venta de armas generaba un canal de comunicación con la junta militar, y que de esa manera podían promover la salvación de los desaparecidos y detenidos judíos; es decir, el aprovechamiento de esta política para un interés no económico.
Por eso, el análisis de la efectividad de la venta de armas es crucial, porque era un elemento más en los argumentos de los funcionarios de la cancillería israelí para justificar las ventas de armas a un gobierno que violaba los derechos humanos.
Los siguientes ejemplos ayudan a entender esta concepción:
En un telegrama de Avidan y Nirgad, éste último recomendaba vender armas a la Argentina, porque esa relación con el gobierno argentino servía a los intereses de defensa de la comunidad judía local.
En opinión de Nirgad, se debía priorizar la venta de armas a la Argentina, y esta recomendación responde a la preocupación por la comunidad judía del país. Señala que “el antisemitismo que existe en la Argentina puede estar alimentado por migajas de informaciones en contra de nosotros, pero nuestro comportamiento práctico, incluida nuestra disposición a las ventas y nuestras relaciones personales con la cúpula, cabe suponer que neutralizaron la influencia antisemita”.
Se puede entender la postura de Nirgad a partir de un telegrama que enviara a Jerusalén:
“La venta de armas agrega una dimensión positiva a la trama de relaciones, (…) no siempre estos negocios tienen una retribución política. Aquí, por ejemplo, las transacciones no tuvieron hasta ahora una influencia significativa sobre las decisiones en la arena multilateral. A diferencia de ello, a partir de las relaciones íntimas creadas con el gobierno, nuestra posición se fortalece en temas como la situación de la comunidad judía, etc.”.
Hemos encontrado un ejemplo interesante del uso de las ventas de armas como palanca para generar un diálogo sobre los desaparecidos y detenidos en el intercambio epistolar entre el embajador Nirgad y Jerusalén, en el que detalla un encuentro con el presidente de la Argentina y relaciona claramente las ventas de armas con la preocupación por los detenidos y desaparecidos:
“El diálogo se deslizó a temas bilaterales, en especial las ventas de armas. Señalé que la decisión de vender armas era difícil, y describí su adopción como una manifestación de la existencia de relaciones amistosas. El presidente respondió que los contactos creados y por crear entre los militares de ambos países contribuirían al conocimiento y la amistad entre ambos pueblos, y que él veía estas operaciones como un paso sumamente positivo. En el contexto de las ‘buenas relaciones’, pasé al tema de los detenidos y desaparecidos.
“Lo describí como una vulneración de la imagen de la Argentina en Israel y como una perturbación en el desarrollo deseable de las relaciones entre ambos pueblos. Describí la sensibilidad en Israel ante el destino judío dondequiera que fuera, que provenía de la experiencia traumática de nuestro pueblo y sostuve que era muy difícil explicar a la gente en Israel la situación en la Argentina (…). Con respecto a los detenidos, el proceso de clasificación y liberación era lento e insatisfactorio )…).. Con respecto a los desaparecidos, el presidente contestó que no tenía nada que agregar a lo que yo ya sabía. En cuanto a los detenidos, pidió detalles. Reseñé la situación y mis conversaciones con el Ministro del Interior y sus asistentes. Prometió actuar para lograr una actitud más flexible con quienes estaban interesados en emigrar a Israel (…). Lo conozco desde hace cuatro años y lo considero una persona honesta. Sus respuestas sobre los desaparecidos no fueron las de una persona recta”.
El uso de las ventas de armas para crear un canal de diálogo que promoviera el tema de los desaparecidos y la defensa de la comunidad judía estaba, por lo tanto, claro para el cuerpo diplomático en Buenos Aires. Nirgad transmitió también sus reflexiones al Ministerio de RR.EE.
Nirgad quería usar las ventas de armas como palanca política: “Debemos usar las ventas como palanca política. No es posible que ahora, el contacto con las fuerzas se haga sólo a nivel comercial-técnico, sin sacarle provecho político. Por eso, les pido que acuerden con el Ministerio de Defensa para que los representantes de la Industria Aérea y la Industria Militar y los agregados militares reciban las instrucciones políticas de nuestra parte, y para que no actúen aquí sin coordinación los unos con los otros, sino de manera coordinada, incluido nuestro intermedio. De otra manera, malograremos las ventajas políticas que implican las ventas”.
Desde la Cancillería israelí le respondieron a Nirgad que no se debía usar el tema de las ventas de aviones a la Argentina como palanca política ni aun en los contactos políticos, sino con acuerdo previo entre ellos, en casos selectivos y según las indicaciones del Ministerio de Relaciones Exteriores.
Nirgad respondió: “No entiendo cómo pueden abstenerse de este tema en esos niveles, y por qué no usarlo como palanca política”.
Como en el caso del dilema de prestar ayuda a judíos que veían a Israel sólo como un país de paso, también en esta situación, la pregunta puntual fue elevada a Jerusalén.
Es posible que las ventas de armas ciertamente hayan ayudado a salvar judíos. El testimonio de Guilad Grinberg, secuestrado en mayo de 1976 con su esposa (que activaba en Betar, un movimiento juvenil sionista de derecha) y liberado en abril de 1977, quien emigró a Israel desde Uruguay por la vía de escape de la Agencia Judía, con ayuda de Recanati, surge que fue liberado gracias a una venta de armas:
“Él (Recanati) me dijo que habíamos salido por una venta de armas… Había un argumento de venta de armas, y nosotros salimos por el argumento de esa venta de armas. Eso fue lo que le costó a Israel que yo saliera, yo y algunos otros; no éramos muchos. No quiero señalar un número, pero no había mucha gente que él hubiera logrado sacar, pero eso fue lo que logró”.
En varias personas se puede encontrar una concepción diferente de quienes abogan por las ventas de armas.
En la introducción al libro del israelí Marcel Zohar, “Deja ir a mi pueblo… al diablo”, Yossi Sarid, entonces del partido Meretz, escribió que “los judíos fueron matados y nuestras manos oprimieron y lavaron las manos de los verdugos, sin que nos avergonzáramos”.
Sarid sostuvo que Israel no aprovechó como debía la cooperación con las juntas militares. De su postura se desprende que quizás habría justificado una cooperación de otra clase para presionar al gobierno en asuntos de derechos humanos. A diferencia de otros parlamentarios, para Sarid las ventas de armas a países que violan los derechos humanos deben ser rechazadas de plano. “Creo que Israel podría haber influido más que otros países, justamente por la cooperación. Quien coopera tiene más posibilidades de influir que quien no coopera. Es decir, si quien coopera con un gobierno determinado es quien golpea sobre la mesa, tiene más influencia que quien no coopera…”, aseveró.
Hasta Gueula Cohen, en el otro extremo del espectro político, criticó las ventas de armas, y dijo que eso produjo un profundo enojo en las familias de los desaparecidos: “Era un hecho que el gobierno israelí fue acusado por las familias y por quienes tienen sensibilidad por este tema en Israel, de que había encubierto o se había desentendido de los horrores perpetrados por los gobiernos de todas las juntas contra los desaparecidos y contra esas familias a cuyos hijos habían secuestrado, y que se desentendió de ello por los intereses de las ventas de armas…”.
Oscar Jaimovich agregó: “Hubo toda clase de intentos de decirme que la venta de armas había sido concretada por empresas israelíes y no por el gobierno israelí, que IMI no era el gobierno de Israel. Me pareció ridículo”.

La importancia de la acción secreta
En los países con gobiernos dictatoriales en los que había comunidades judías en problemas, Israel optó por la diplomacia silenciosa. En general, adoptó una política básicamente secreta que incluía apoyo político, económico y en algunas ocasiones militar, junto al mantenimiento de un “perfil bajo” en lo que respecta a las violaciones de los derechos humanos en dichas naciones.
En todas las fuentes examinadas hemos encontrado una línea única, según la cual en el Ministerio de Relaciones Exteriores y en la Embajada cundía la concepción de que la difusión de las actividades de salvataje y las acciones de protesta podrían perjudicar el salvataje de judíos detenidos o desaparecidos en la Argentina.
Según Shmorak: “(…) todo el tiempo pensábamos que se debía salvar a los detenidos, y que no se debía hacer nada que redujera las posibilidades de salvar a quienes estaban con vida, sólo por la satisfacción de dar una bofetada a la Argentina. En general, y no sólo con respecto a la Argentina, queremos salvar a quienes están con vida; en general, no sólo con respecto a la Argentina, sino ante el mundo entero”.

¿Tuvo Israel una política bifronte en la que evaluó, también como una necesidad de Estado, el gran negocio de la venta de armas instaurado en la región?
¿Se habrían producido más o menos desapariciones si la presión israelí hubiera sido mayor o menor sobre los dictadores?
Difícil hallar una sola y unívoca respuesta a tantos y dolorosos interrogantes.

* Guillermo Lipis es autor de “Zikarón-Memoria. Judíos y militares bajo el terror del Plan Cóndor” (2010, Ediciones del Nuevo Extremo).