Libros, La Cancha Peronista. Fútbol y política

Dos pasiones nacionales

Años atrás, cuando fue consultado por su investigación sobre la historia del Club Atlanta, el historiador israelí y vicepresidente de la Universidad de Tel Aviv Raanan Rein confesó su sorpresa por no encontrar, en un país tan futbolero como el nuestro, una amplia bibliografía académica referida a los deportes, pues de hecho estos trabajos se consideran en otros lugares del mundo "muy legítimos e incluso relevantes, por permitir entender procesos sociales y culturales de una sociedad con un enfoque adicional”. Posiblemente con el afán de llenar en parte este vacío, y de entender procesos específicamente vinculados a su campo de especialización, el peronismo, es que Rein lanzó “La Cancha Peronista. Fútbol y política (1946-1955)”.

Por Julian Blejmar

El libro de Raanan Rein, publicado por UNSAM Edita, compila su trabajo y el de distintos investigadores sobre las particulares relaciones que existieron entre estas dos pasiones nacionales. Nuevamente, Rein señala que en este libro, “el fútbol nos sirve como una lente adicional para repensar el peronismo y su impacto en la vida cotidiana y la cultura popular argentina, así como el funcionamiento de la sociedad civil y su relación con la esfera estatal”, aclarando de hecho que “nuestra tesis es que lo que sucedió en los clubes y en el mundo del fútbol no fue tan diferente del resto de los fenómenos sociales, culturales y políticos contemporáneos”.
En este sentido, al igual que con muchos de sus trabajos pasados, la investigación rigurosa le permite a este investigador demoler varios mitos, pues afirma que “los lazos entre los clubes y el mundo político son anteriores al surgimiento del peronismo. La politización del futbol o de los clubes de fútbol no empezó con Perón, ya que radicales, conservadores, y el mismo presidente Agustín P. Justo intentaron tener algún tipo de influencia sobre los clubes de fútbol, ya desde los años ‘20”. Por eso, una de las conclusiones a las que arribó es que este particular vínculo “nos sirve como una prueba adicional de que el primer peronismo representó, en muchos aspectos, una continuidad y no una ruptura en la historia política y social argentina, ya que tomando el deporte como una lente, notamos que en algunos aspectos el peronismo sólo operó como dinamizador de ciertos procesos que estaban ya en marcha, acentuando sus mecanismos”.
De todas formas, Rein admite que fue Perón quien más fondos e importancia le dio al deporte, “por encima de cualquier otro gobierno anterior y quizá posterior” ya que, tal como lo manifiesta en su libro, el ex presidente veía en la promoción de las actividades deportivas un instrumento para promover la integración nacional, una herramienta de práctica para enarbolar valores y conceptos identificados con el movimiento justicialista, una forma de contribuir a expandir el círculo de participantes en los espectáculos deportivos, y una manera de asegurarse logros en la arena internacional. Pero también, como una vía para aumentar la popularidad propia y del gobierno entre amplios sectores de la sociedad, de movilizar el apoyo de diversos sectores al partido, y en particular, un polo de atracción para los niños y jóvenes, considerada la generación futura del país y del movimiento.
El libro no omite tampoco la detallada descripción sobre la forma en la que se reflejó en la sociedad esta “cancha peronista”. Aquí también, la profunda investigación les permite a Rein y sus investigadores salir de la respuesta simplista y sencilla, mostrando los diversos matices que tuvo en la población. Según se puede observar en el trabajo, se multiplicaron por veinte las partidas oficiales destinadas al deporte, sin discriminar su orientación hacia deportistas profesionales o amateurs, niños o adultos, mujeres u hombres, porteños o provincianos. Su impulso, permitió también una rehabilitación de la cultura popular, democratizando la práctica deportiva, antes reservada para los sectores elitistas, y amplió también los controles sanitarios. Por caso, los campeonatos Evita, que para 1953 contaban con 200.000 inscriptos, eran también las ocasiones para realizar revisiones médicas gratuitas. Paralelamente, afirman, se profundizaron las tendencias laicistas, igualitarias, racionalistas y de asimilación cultural dentro del crisol de razas que era la Argentina.
Y no menos importante fueron los logros en la arena internacional, donde las políticas peronistas promovieron notables participaciones en los juegos olímpicos de 1948 en Londres, en el mundial de básquet de 1950, en los primeros juegos panamericanos de la historia desarrollados en Buenos Aires en 1951, y las olimpíadas de 1952 en Helsinki.
Perón buscó capitalizar la buena imagen de los deportistas, mostrándose junto a los atletas exitosos y exhibiendo sus agradecimientos, especialmente en los casos de los que tenían un origen humilde, a quienes el peronismo los mostraba como un ejemplo de la perseverancia, el esfuerzo y la superación personal, en el marco del ascenso social impulsado por sus políticas. Pero al mismo tiempo, objetaba fuertemente cualquier crítica. Según exhibe Rein en su libro, algunos medios deportivos oficialistas daban cuenta de que el verdadero argentino era sólo quien apoyaba al gobierno, siendo todos los demás argentinos, “casi la mitad de la población”, considerados “en el mejor de los casos como carentes de sentimientos patrióticos, argentinos ‘fallados’ y, en el peor de los casos, como traidores a la patria”.
De la misma forma, algunos adversarios del peronismo sostuvieron que este impulso al deporte fue utilizado para garantizar un efectivo control de las masas, el adoctrinamiento, y la inserción productiva, sublimando el potencial revolucionario de la clase obrera. Entre ellos, resalta el libro, un dirigente opositor señaló que Perón transformó al país en un enorme estadio, logrando el apoyo de las masas. Más allá del sustento de esta afirmación, el dato concreto es que durante la década peronista se vendieron la mayor cantidad de entradas a las canchas de fútbol en toda la historia argentina, lo que da cuenta para los investigadores no sólo del impulso al deporte, sino también del espacio para el tiempo libre y el consumo que promovió el justicialismo para las hasta ese momento postergadas clases bajas.
Por eso, la segunda parte del libro indaga sobre lo sucedido al interior de los distintos clubes de fútbol profesional durante esos años. Aquí también, Rein y los académicos derriban el mito de la total hegemonía peronista, pues según afirma el investigador israelí, la sociedad civil argentina ya tenía la suficiente madurez como para imponer límites y resistir ciertas presiones, al punto que ningún club se transformó en una entidad peronista. Lo cual no evitó, sostiene, que en muchos casos para asegurar su supervivencia, beneficios, o acceso a créditos, la mayor parte de los clubes se hayan peronizado en una u otra forma. En el extremo de este proceso de peronización se encontró River Plate, cuyo presidente, Antonio Liberti, fue designado cónsul en Génova en 1952, mientras que Estudiantes de La Plata se mostró en el polo opuesto, archivando ediciones de “La razón de mi vida” de Evita que debían ser distribuidas por los clubes, algo que le significó el descenso de categoría en 1953, pero no impidió que retornara a la primera división al año siguiente, aun con el peronismo en el poder. En el medio, se podían encontrar casos como el de Vélez Sarsfield, que logró mantener una imagen apolítica.
Así, la lente que utilizó Rein para volver sobre el peronismo, le permitió respaldar sus investigaciones previas. Y es que tal como concluye ante Nueva Sión, “en el deporte, como en cualquier otro ámbito, uno puede notar el discurso e impulso democratizador del peronismo, y por otro lado también el factor personalista y a veces autoritario”.