A 71 años de la llegada de los soviéticos a Auschwitz

Dos hombres y una historia épica

En oportunidad del Día Internacional de Conmemoración del Holocausto, el autor de esta columna reseña la conmovedora historia de dos judíos que se escaparon del mayor campo de concentración nazi y pudieron advertir a gran parte de los judíos de Hungría sobre la deportación masiva que se avecinaba.

Por Jony Karszenbaum

Conozco muchas historias impactantes de sobrevivientes y soy amigo de muchos de ellos. Hace unos años acompañé a Susana Luterstein a la DAIA. Ahí escuché por primera vez la fascinante historia de dos judíos en Auschwitz.
De chico supe de Ana Frank y leí algunas páginas de su diario. En épocas de activismo juvenil, fui conmovido por los luchadores de los guetos y los partisanos. Como docente incorporé historias de resistencia cultural y espiritual: los que escribieron, los que educaron, los que resistieron de mil maneras.[1]
Pero esta historia merece mayor difusión. La incorporé para enseñar Shoá. Fueron personas comunes, en un contexto extraordinario, cuya trayectoria es asombrosa. Estos dos hombres podrían haber cambiado el curso del último tramo de la tragedia judía, si no fuese por las malas decisiones de los aliados.
Uno tenía 20 años. Se llamaba Rudolf Vrba. Tan impronunciable como Auschwitz, de donde escaparon. El otro era Alfred Wetzler y tenía 27. Quienes estudian la Shoá los conocen como los autores del informe Vrba-Wetzler, el Protocolo de Auscwhitz.
Los protagonistas sabían que cuando había una fuga del campo, el alerta permanecía tres días. El 7 de abril de 1944 decidieron esconderse durante tres días. Cuando los dejaran de buscar, escaparon. Leíste bien, dos judíos eslovacos escaparon del infierno. Pero eso no es todo.
Volvieron a Eslovaquia y se reunieron con los dirigentes la comunidad judía. O de lo que quedaba de ella. Elaboraron un informe detallado de 40 páginas sobre Auschwitz. En mayo el informe ya había sido traducido al alemán y al húngaro. Su objetivo principal fue advertir a los judíos de Hungría sobre la deportación masiva.[2]
Para aquella época aún vivían más de 750 mil judíos en Hungría. El mundo ya sabía del exterminio. La novedad era el detalle que ofrecía el documento que daba cuenta del crimen nazi. Llegó al Vaticano, a Suiza y a las autoridades húngaras.
Durante el mes de junio llegó el informe al mundo occidental. El Regente de Hungría era Miklos Horthy. Los alemanes no lo removieron de su cargo luego de intervenir allí en marzo. Cientos de miles de judíos fueron deportados por Eichmann. Pero en julio de 1944, tras la presión internacional, Horthy ordenó detener las deportaciones. A pesar de ello unos meses después se reanudaron a manos del líder pronazi Ferenc Szalasi.
Los aliados antepusieron los objetivos militares a la posibilidad de detener el exterminio. Medio millón de judíos húngaros fueron asesinados por los nazis en pocos meses. Pero unos 200 mil judíos de Budapest salvaron sus vidas gracias a la protección de representantes diplomáticos de países neutrales como Raoul Wallenberg.
Es imposible determinar la influencia del informe Vrba-Wtzler en lo sucedido en Budapest o en la mencionada decisión de Horthy de principios de julio. Pero es posible pensar que haya salvado vidas.
Vrba se recibió de doctor en química y bioquímica en Checoslovaquia. En los ’70 emigró a Canadá con su esposa. Escribió libros y se hicieron documentales sobre él. Se lo puede ver entrevistado por Lanzmann en “Shoá”.[3] Testificó contra el negador de la Shoá Ernest Zundel. Murió en 2006.
Wetzler tuvo un perfil más bajo. Permaneció en Bratislava. Fue editor y agricultor. Escribió sus memorias con un seudónimo y falleció en 1988.
De Auschwitz intentaron escaparse unos 800 prisioneros. Alrededor de 70 lograron escapar y sobrevivir. Sólo 5 eran judíos.[4] El año pasado se inauguró una placa recordatoria al mítico escape de Vrba y Wetzler[5].
No somos conscientes ni podemos predecir las consecuencias de nuestras acciones. La intención de ambos fue, además de salvar sus propias vidas, intentar alertar al mundo y salvar las de otros. Y no sabemos hasta qué punto lo lograron. Pero yo, los llamo héroes.[6]

[1] Sobre las diversas formas de resistencia, recomiendo el “Cuaderno de la Shoá N°3: Resistir y Sobrevivir” realizado por Generaciones de la Shoá (2012).
[2] Ver “Holocausto y Memoria” de Israel Gutman, pág. 291-294.
[3] Rudolf Vrba en el documental “Shoá” de Claude Lanzman.
[4] Para conocer sobre otros escapes de Auschwitz, recomiendo Fugas de Auschwitz, 1ra. parte y Fugas de Auschwitz, 2dra. parte, del Dr. Mario Sinay
[5] Video en inglés de ’15 sobre el monumento recordatorio de Vrba y Wetzlerhttps
[6] Para el concepto de héroe en la Shoá y su polémica, recomiendo el capítulo ‘El Héroe Deconstruido’ del libro “El Silencio de los Aparecidos” de la Lic. Diana Wang. El concepto de héroe es propio de quienes optan por una muerte con gloria en lugar de una vida sin ella. En ese sentido Vrba y Wetzler no se ajustan al concepto. El héroe es una construcción narrada a posteriori por otros. En el caso de estos sobrevivientes, no solo no dieron su vida en pos de un hecho de arrojo ni murieron jóvenes, sino que ellos mismos escribieron su relato. Aunque fue retomado por otros, no fueron “canonizados” en el “panteón” de los héroes de la Shoá por no haber muerto con gloria.
A veces el uso social sintetiza más lo que uno quiere decir que el concepto profundo. En lugar de héroe podríamos hablar de “acto heroico”. Antes los héroes pertenecían a la mitología, eran los hijos de los dioses y los humanos. Luego fueron aquellos grandes líderes que hicieron cosas inalcanzables para el hombre común. Hoy los superhéroes están en las películas y cuentan con poderes extraordinarios. Pero los hechos heroicos están protagonizados por personas comunes y corrientes que, en momentos excepcionales, se conducen de manera excepcional.