– ¿Cómo describirías la relación entre Argentina y Alemania a partir de la llegada de Hitler al poder en 1933?
– Es evidente que evolucionó a lo largo del período. Las relaciones diplomáticas se mantienen hasta enero del ‘44 y recién en marzo del ‘45 se declara la guerra. Creo que tendríamos que distinguir entre dos experiencias, la de los representantes de Argentina en el Tercer Reich y la de Von Thermann, el embajador alemán en Argentina. Eduardo Labougle y Ricardo Olivera –embajadores argentinos en Berlín- fueron muy bien considerados, heredando el reconocimiento por la neutralidad argentina durante la Primera Guerra. En el caso de Von Thermann es diferente, la reorientación en la política exterior alemana generó muchas tensiones. Él inicia infinidad de reclamos. Los más frecuentes se originaron por lo que él considera publicaciones antialemanas (muchas de ellas de alemanes antinazis residentes en Argentina) y por películas extranjeras que consideraba que injuriaban el honor del Reich o del Führer. Se queja por lo que hoy llamaríamos “germanofobia”, un rechazo a lo alemán o los alemanes en la Argentina. Él sentía que había un trato discriminatorio. Finalmente Von Thermann será declarado persona non-grata a fines de 1941. Comparando las relaciones con Italia y Japón, la relación de Argentina con el Tercer Reich era mucho más conflictiva que con estos otros dos países.
– Frente a todos esos reclamos que hacía von Thermann, ¿cuál fue la respuesta del gobierno argentino?
– Es difícil generalizar. Variaba según los reclamos y siempre se buscaba preservar la neutralidad. Por ejemplo, a mediados de la década del ’30, el Estado alemán perdió su reclamo judicial en su intento de censurar al periódico Argentinisches Tageblatt, editado en Buenos Aires. La Justicia argentina falló que era inadmisible la censura previa. En este caso, el Tercer Reich perdió; no pudo evitar las publicaciones contrarias al régimen. Por eso cuando estoy en los archivos a menudo me encuentro con investigadores alemanes que vienen a nuestros archivos a regodearse con publicaciones antinazis.
En el caso de las películas, la posición del Estado argentino fue siempre de tratar de censurar las escenas que fuesen consideradas agraviantes para cualquiera de las representaciones diplomáticas. La mitad de los residentes de la ciudad de Buenos Aires eran extranjeros, lo que era muy conflictivo. Había peleas callejeras, manifestaciones en las puertas de los cines. Se trataba de evitar todo lo que pudiese aumentar el conflicto dentro del país.
Por ejemplo, para el 12 de octubre de 1940, creo, había que pedir un permiso especial para enarbolar banderas extranjeras. Ese día Von Thermann escribe un reclamo indignado diciendo: “¡La estación de Retiro está cubierta de banderas británicas y a mí no me dejaron poner ni una banderita en mi Embajada!”. Definitivamente von Thermann se sentía muy discriminado frente al trato que recibía Francia y Gran Bretaña por parte del Estado argentino, muy especialmente después del inicio de la guerra. Y estoy segura de que lo era. En sus informes a Berlín se lamentaba porque Argentina estaba irremediablemente dominada por los británicos y la Iglesia; y por supuesto, en su opinión, ellos a su vez por los judíos.
– ¿Por qué, pese a la discriminación que manifiesta von Thermann, llega a nuestros días la idea de que Argentina era germanófila?
– En Argentina, el Partido Nacional Socialista no llegó a tener ni siquiera tres mil afiliados; entre los países de América Latina fue el de los menos numerosos. La propaganda bélica y la oposición política sobredimensionaron la presencia nazi en el país. Después de la entrada de los Estados Unidos en la guerra, a diferencia del resto de los países sudamericanos, la Argentina se mantiene neutral porque convenía más a los intereses del país y de aliados como Gran Bretaña. Ahí comienza una propaganda muy fuerte por parte de los Estados Unidos contra la Argentina. El motivo invocado era la supuesta simpatía pro nazi, pero no era así. Existen muchos documentos de la Cancillería británica terciando a favor de Argentina frente a los Estados Unidos porque el 40% de los alimentos que llegaron a Gran Bretaña durante la guerra venían de la Argentina y la condición para que esos alimentos pudieran llegar a sus puertos era la neutralidad. De lo contrario los barcos hubiesen sido hundidos y Gran Bretaña no podría haber continuado la guerra. Al origen de esta falsa percepción está la decisión de no alinearse con los Estados Unidos, que no pudo sostenerse ni siquiera hasta el final de la guerra. Argentina pagó un precio muy alto por no someterse a los designios geopolíticos de los Estados Unidos. Y esta campaña que empezó durante la guerra después fue reinstrumentalizada como propaganda antiperonista.
– Recién mencionabas la comparativamente escasa militancia nazi en Argentina desde el ‘33 en adelante. Sin embargo hay una foto muy conocida del festejo del Anschluss en el Luna Park…
– Lo más importante para destacar es que el Anschluss (la unión de Austria y Alemania) junto con la caída de Francia fueron los dos momentos de mayor popularidad de Hitler, tanto en el Reich como en el exterior. Esa foto muestra residentes alemanes y austríacos en Buenos Aires enarbolando banderas alemanas; las banderas con la esvástica en el Luna Park son las banderas de Alemania. Hoy equivocadamente algunos lo interpretan como un acto nazi cuando en realidad fue una celebración de residentes alemanes y austríacos en Argentina, no necesariamente nazis, que celebraban muchas cosas: la unificación, la abolición del Tratado de Versalles, cuestiones relacionadas con sus reivindicaciones nacionales después de la derrota en la Primera Guerra. Paralelamente hubo actos de desagravio, actos también importantes, en los que participaron otros grupos y residentes alemanes y austríacos anti nazis en la Argentina.
– Antes mencionaste que Argentina no pudo mantener su neutralidad. ¿Por qué finalmente declara la guerra?
– La ruptura de relaciones tiene que ver con un episodio en el que se descubrió un espía argentino. Argentina rompió relaciones con Alemania inmediatamente. Finalmente la declaración de guerra tuvo que ver con el interés de la Argentina de no quedar afuera de las Naciones Unidas. Sólo los países beligerantes podían integrarlas.
– En relación a los judíos, ¿cómo podrías calificar la postura del Estado argentino desde el ascenso del nazismo hasta la caída del Tercer Reich?
– Entre 1933 y 1945 la Argentina fue el país del mundo que más refugiados judíos per cápita recibió. Incluso la proporción de judíos entre los inmigrantes totales en Argentina aumentó de un 2-3%, hasta un 14-15% según los años. En 1942 y 1943 entraron pocos inmigrantes porque también fueron pocos los barcos de pasajeros que cruzaron el Atlántico en el fragor de la guerra. Estamos hablando de inmigración total, legal e ilegal, a pesar de que los números exactos nunca se van a saber.
La Argentina era un país abierto a los inmigrantes. A mediados de los ‘30 empezó a quedar claro que muchos de los que ingresaban no eran inmigrantes ni turistas sino refugiados. Hubo algunas restricciones fundadas en las necesidades inmigratorias del país de trabajadores agrícolas o gente que viniera a poblar el interior, características que no necesariamente coincidían con el perfil urbano y profesional de gran parte de los refugiados. Algunos fueron rechazados, es cierto, pero muchos de ellos también se las arreglaron para entrar ilegalmente. Igualmente cierto es que miles de judíos entraron legalmente al país a lo largo de todo este período. Eso también es un hecho, al igual de que los que entraron ilegalmente no fueron expulsados.
– ¿Cuál fue la política de los diplomáticos argentinos en Europa en relación con los judíos que estaban siendo perseguidos?
– La función principal de los representantes argentinos en el exterior era preservar los intereses de la Argentina. Y eso implicaba ante todo preservar la neutralidad. Las instrucciones impartidas por la Cancillería eran taxativas: así como nuestra Constitución no hace distinciones de raza o religión tampoco los cónsules debían hacerlas en la defensa de los connacionales en peligro. Pero la realidad es siempre más compleja que la norma. No se podía intervenir para liberar de la internación a los argentinos veteranos de las Brigadas Internacionales o la Legión Extranjera; claramente habían servido banderas diferentes de la celeste y blanca, y se ponía en riesgo la neutralidad. Tampoco se malgastaron influencias para liberar argentinos con antecedentes delictivos.
Por otro lado se intervino decididamente para proteger a ciudadanos griegos judíos porque la Argentina asumió la representación de los intereses de Grecia. Lamentablemente, no era posible salvar a todos los judíos. Hay que tener en cuenta que la responsabilidad por la muerte de los ciudadanos argentinos encarcelados o deportados es del Estado alemán y no de los funcionarios argentinos en el exterior.
– Sin embargo, es llamativo que no aparezca ningún argentino entre el reconocimiento que da Yad Vashem a los Justos de las Naciones.
– Eso tiene que ver con la definición de “Justo de las Naciones”. Para serlo, esta persona tiene que haber intentado salvar a un judío exponiendo su vida o desobedeciendo órdenes. Esta definición es inaplicable para los representantes argentinos en el exterior. En el caso de los judíos griegos, actuaron con total conocimiento de Cancillería informando las medidas que se tomaban y las estrategias para protegerlos. Su único límite era no poner en peligro la neutralidad argentina en la guerra. En ningún momento estaban actuando en contra de órdenes o a escondidas de sus superiores. Y mientras tuviesen inmunidad diplomática no corrían peligro de vida. Es por eso que no califican como Justos entre las Naciones aunque hayan salvado muchas vidas.
– En el año 2005, el entonces presidente Néstor Kirchner derogó la Circular 11. Esta circular secreta, emitida en 1938, fue interpretada como una política que buscaba impedir el ingreso de judíos a la Argentina. ¿Cuál es tu interpretación sobre esta circular?
– La circular instruye negar el visado a toda persona que abandone su país como “indeseable” o “expulsado”. La palabra “indeseable” no es sinónimo de “judío”. La documentación denomina “indeseables” a una gran variabilidad de personas que no son judías y simultáneamente se entregan visados a refugiados judíos. En ese contexto, un “indeseable” era una persona que era un peligro para el orden público por una multiplicidad de causas que abarcaban desde la portación de enfermedades contagiosas, actividades políticas consideradas subversivas o antecedentes delictuosos. La documentación muestra que el término se aplicaba a anarquistas, comunistas, prontuariados, estafadores, falsificadores, homicidas y traficantes. Hacer propaganda nazi en el país podía convertir a un residente en “indeseable” y provocar su expulsión. La interpretación que asimila “indeseable” a “judío” surge de una lectura sesgada de la Circular 11.
– ¿La entrada de judíos a la Argentina estuvo explícitamente prohibida en algún momento?
– En el año 1946, unos pocos meses, estuvo taxativamente prohibida la entrada de judíos al país. Esto sucedió una vez terminada la Segunda Guerra Mundial. No es mi tema de investigación. Tengo entendido que esto coincidió con el período en el que Peralta fue Director de Migraciones. Este señor era muy ignorante y aparentemente estaba muy influenciado por cierta bibliografía pseudoacadémica que circulaba en la época. De todas formas esa legislación fue temporaria. E incluso, en esa misma época, antiguos residentes judíos pudieron ingresar al país legalmente. Hay que resaltar que a lo largo de todo el período en todos los países del mundo había restricciones para los refugiados, incluso en Palestina. En términos comparativos, la Argentina estuvo siempre entre los países más liberales. Y los que entraron ilegalmente finalmente fueron amnistiados.
– Simon Wiesenthal, en su libro Justicia, no venganza, dice: “En la Argentina de Perón los nazis gozaban de un considerable poder político; además, en aquel momento eran los organizadores del ejército argentino, los expertos de la industrialización argentina y su dinero aumentaba las disponibilidades líquidas de los bancos argentinos. Eichmann se podía sentir muy seguro en Argentina”. ¿Cuál es tu postura sobre las palabras de Wiesenthal?
– Ante todo, Simon Wiesenthal fue muchas cosas, pero seguro no fue un especialista de historia argentina. Por otro lado, si Eichmann hubiese estado tan cómodo en Argentina no hubiese vivido en una casa construida por sus propias manos, sin luz ni agua corriente, sobre una calle de tierra y yendo a trabajar en colectivo como operario en una fábrica. En este país los criminales que viven con protección del Estado viven muy bien, y ese no era el caso de Eichmann.
Es verdad que hay un personaje, Rudy Freude, hijo de Ludwing, que se desempeñó como secretario privado de Perón. Pero no duró mucho. Él estuvo vinculado a una organización que trajo algunos criminales al país, en su mayoría colaboracionistas franceses.
La Comisión para el Esclarecimiento de las Actividades Nazis en Argentina (CEANA) determinó que entraron a la Argentina aproximadamente 35 criminales de guerra entre alemanes y austríacos. Es posible que haya entrado alguno más que no haya sido identificado pero el número no puede ser significativo. El problema es que entre las decenas de miles de refugiados que entraron al país se coló un pez muy gordo llamado Adolf Eichmann. No hay que olvidar que entró con una identidad falsa proporcionada por una red europea. Tampoco hay que olvidar que los documentos recientemente desclasificados prueban fehacientemente que tanto la República Federal de Alemania, como los Estados Unidos y el Estado de Israel estaban en conocimiento de que Eichmann estaba en Argentina desde el año 1952 y recién se preocuparon por esta situación ocho años después. Una vez terminados los juicios de Núremberg, en los años 50 la caza de criminales de guerra no estaba en la agenda internacional.
– Hace unos meses una investigación arqueológica en Misiones pareció haber encontrado refugios que servirían como escondite para nazis en la posguerra. ¿Qué información tenés de estas investigaciones?
– Me contacté personalmente con Daniel Schávelzon, el investigador que está realizando estas excavaciones. Según me comentó, no hay dudas de que esos edificios en el medio de la selva misionera fueron construidos hacia principios de los ’40. Al día de hoy no ha terminado sus excavaciones de modo que todavía no puede adelantar conclusiones, y menos puedo darlas yo. Mi sugerencia fue que explorara la posibilidad de que fuesen alemanes provenientes de países limítrofes que ingresaron ilegalmente al país cuando Brasil entró a la guerra en 1942. Pero insisto, esto es una especulación y leeré con interés su publicación cuando termine su investigación.
– ¿Cuáles son los intereses que están detrás de la visión de la Argentina como un país protector de nazis?
-: Hubo dos grandes reproductores de esta campaña. Ya expliqué que en primer lugar, los Estados Unidos durante la guerra, sobre todo desde 1943. En segundo lugar, la propaganda antiperonista en Argentina a partir del 45.
Los nazis no buscaron hacer proselitismo en la Argentina. Sólo se interesaban por los alemanes racialmente puros. Tenían una opinión pavorosa sobre los argentinos; no éramos una raza, más bien un cambalache. Nosotros nos enorgullecíamos de ser el crisol de razas cuando ellos eran los cultores de la pureza racial. Nos despreciaban visceralmente. Sólo la fantasía y la leyenda nos ponen en un lugar importante en su agenda. La verdad es que en los designios de los nazis ocupábamos un lugar bastante poco importante.
* Estudiantes de Historia y docentes