A propósito de la muerte de un refugiado eritreo

Habtom Zarhum. In Memoriam.

El pasado 18 de octubre dos terroristas fueron abatidos tras asesinar a un joven soldado israelí en la estación de ómnibus de Beer Sheva. No. El pasado 18 de octubre un terrorista fue abatido tras asesinar a un joven soldado israelí. La tercera persona que perdió la vida en esa jornada fue Habtom Zarhum, un solicitante de asilo oriundo de Eritrea, víctima del gatillo fácil.
Por Facundo N García

1.- Memoria
No es aventurado señalar el vínculo entre el pueblo judío y la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados adoptada por la ONU en 1951. Su espíritu no es otro que el drama que vivenciaron los judíos en Europa durante el ascenso y la caída del nazismo. Se creó así la categoría de “refugiado” en la jerga del derecho internacional. Acorde a la misma, un refugiado es una persona que “debido a fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opiniones políticas, se encuentre fuera del país de su nacionalidad y no pueda o, a causa de dichos temores, no quiera acogerse a la protección de tal país”.
Seguidamente la Convención describe los derechos de los refugiados, incluyendo conceptos como la libertad de religión y de movimiento, el derecho a la educación y a disponer de documentos de viaje, así como la posibilidad de trabajar.
Por otro lado, en 1967, la ONU incorporó un Protocolo que eliminó las limitaciones geográficas y temporales contenidas en la Convención original, que restringía el derecho a solicitar asilo sólo a personas de origen europeo que se convirtieron en refugiados antes del 1 de enero de 1951.
La Knesset suscribió a ambos tratados internacionales: el 1 de octubre de 1954 a la Convención y el 14 dejJunio de 1968 al Protocolo. La veloz adhesión del Estado judío tiene una racionalidad irreprochable. Cualquiera podría esperar que Israel ocupara un lugar de liderazgo en el marco de los esfuerzos internacionales hacia la protección de los refugiados. ¿Cuál es acaso la diferencia entre aquellos que desde Eritrea y Sudán atraviesan la península del Sinaí, poniendo en riesgo sus vidas y las de sus familias, para llegar al “único país democrático de Medio Oriente”, el de aquellos judíos que se embarcaron en el St. Louis en la primavera de 1939 desde el puerto de Hamburgo y con destino a América? No la hay. Ambos huyen de la muerte. Ambos enfrentan la indiferencia.
Sólo 22 de las 1128 almas que depositaron sus esperanzas en el St. Louis pudieron desembarcar en la isla de Cuba. Ningún país, incluyendo Estados Unidos, quiso aceptar al resto. Cuando el St. Louis navegaba próximo a las costas de Florida, los pasajeros enviaron un telegrama al presidente Franklin D. Roosevelt, líder del mundo libre como suelen autodenominarse, para solicitarle refugio. Sin embargo, dicho pedido no tuvo respuesta. El Departamento de Estado norteamericano ya había decidido no aumentar la cuota oficial de refugiados. De hecho, en esta misma época, otro esfuerzo naufragaba, el proyecto de ley Wagner-Rogers, que hubiera permitido la admisión de 20.000 niños judíos menores de 14 años provenientes de Alemania de no haber sido rechazado por el Congreso. La elite política estadounidense guardó silencio no sólo frente la iniciativa de los diputados Wagner y Rogers, sino también ante los pasajeros del St. Louis que pedían auxilio en sus puertos.

2.- Verdad
En la actualidad, viven en Israel alrededor de 60 mil solicitantes de asilo que de acuerdo a la legislación doméstica israelí son etiquetados como “infiltrados”. Según estadísticas del Ministerio de Interior, pueden distinguirse dos grandes grupos: eritreos (70%) y sudaneses (20%). La política oficial de la indiferencia se sustenta principalmente en tres dispositivos:
a) Fronteras Cerradas. Con el fin de desalentar la llegada de nuevos solicitantes de asilo, entre 2011 y 2013, Israel construyó una cerca en la frontera con Egipto que obstaculiza incluso a los habilidosos traficantes beduinos cruzar de un lado a otro. De este modo, sólo se registró el ingreso ilegal de 43 personas en el año 2013, una cifra insignificante en comparación a las 17 mil personas que lo hicieron en 2011.
b) Deportación Voluntaria. En franca violación a la piedra angular del derecho internacional sobre refugiados, es decir, la no expulsión de quienes solicitan asilo, las autoridades israelíes promueven una suerte de “deportación voluntaria”. De esta manera, ofrecen una suma de dinero a sudaneses y eritreos, además de un boleto de ida a casa o a otro país (Ruanda o Uganda, por ejemplo), con la condición de que no regresen. Si rechazan esta gentil oferta pueden ser encerrados en la prisión de Saharonim o enviados al centro de Holot, ubicado en una zona remota del desierto de Negev.
c) Guerra contra los Infiltrados. En Enero de 2012 la Knesset aprobó una enmienda a la Ley para la Prevención de la Infiltración que incrementó el lapso de detención de quienes cruzaban ilegalmente la frontera de 60 días a 3 años. Asimismo los solicitantes de asilo vieron reducidos los permisos de visita y se les negó el derecho de rápido acceso a la justicia. Israel posee el record más bajo de reconocimiento de estatus legal de refugiados del mundo occidental. Eli Yishai, entonces integrante del gabinete, planteó esta iniciativa en términos de “guerra contra los infiltrados” en defensa de la empresa sionista supuestamente amenazada. En términos demográficos, los solicitantes de asilo representan el 0,6% de la población israelí. En septiembre de 2012 la Corte Suprema de Justicia tomó cartas en el asunto declarando inconstitucional y contraria a las leyes básicas de Israel la detención de solicitantes de asilo. Pocos meses después la Knesset volvió a modificar el tiempo de detención sin que éste volviera a los 60 días originales sino que los legisladores lo llevaron a un año.

3.- Justicia
El pasado 18 de octubre tres personas fueron asesinadas en la estación de autobuses de Beer Sheva. Una de ellas fue Haftom Zarhum (29 años), solicitante de asilo oriundo de Eritrea. La prensa israelí se apresuró a ponerle el mote de terrorista pero al poco tiempo corrigieron el error. Sin embargo, no había enmienda posible para el oficial del servicio penitenciario israelí que se encontraba en las inmediaciones de la estación y se dirigió presto a la escena del crimen donde hizo uso de su arma. Las heridas hicieron que Haftom Zarhum sucumbiera en el hospital.
Quizás algunos se reconforten pensando que Haftom Zarhum se encontraba tan sólo en el momento y en el lugar equivocado por alguna obra del destino. Otros creerán que en el marco de la confusión ocasionada por el terrorista que abrió fuego indiscriminadamente sobre población civil en una estación de ómnibus, la muerte de Haftom Zarhum es una secuela, un daño colateral. No obstante, habrá quienes sigamos enmarcando este hecho como un caso de gatillo fácil, cuestionando las categorías sospechosas que utilizan las fuerzas de seguridad y denunciando la violencia hacia esas otredades molestas.
El Fiscal General Yehuda Weinstein señaló que aunque Haftom Zarhum era un refugiado indocumentado, su familia recibiría la compensación correspondiente que brinda el Estado de Israel a las víctimas de actos terroristas. Pero esta re-escritura oculta el hecho sustancial de que Haftom Zarhum no cayó bajo el arma de un terrorista sino por las de Ronen Cohen, que lo había identificado como un cómplice del verdadero atacante. Incluso, tras haber caído, su cuerpo fue objeto del escarmiento de una muchedumbre enardecida.
El agente de seguridad fue exonerado de culpa y cargo por la muerte de Haftom Zarhum. De hecho, y a pesar de su público arrepentimiento, sostuvo que de repetirse una situación semejante no dudaría en actuar del mismo modo. «Si yo no hubiera actuado y él hubiese efectivamente sido un terrorista, mi familia habría tenido que sentarse en shiva y yo estaría engrosado las estadísticas de víctimas de atentados terroristas. ¿Quién puede juzgarme en una situación donde las balas volaban por encima de mi cabeza?», señaló.
Sin embargo, es preciso prestar atención a la advertencia de Sari Bashi, director regional de Human Rights Watch, quien sostuvo que la actitud de quienes acabaron con la vida de este joven eritreo resulta “previsible en un clima en el que algunos políticos israelíes alientan a los ciudadanos a tomar la ley en sus propias manos».