Héctor Valle, presidente de la FIDE

“La devaluación lleva a un derrumbe del salario”

“Una devaluación no resuelve ningún problema sino que nos lleva a una nueva ola de inflación y un aumento en los costos reales, paralelo a un derrumbe de los salarios”, sostiene en entrevista exclusiva con Nueva Sión Héctor Valle, economista de vasta trayectoria e integrante del proyecto “Hacia el Plan Fénix” de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA.
“En materia de política de precios, el camino correcto pasa por atacar las condiciones monopólicas, pero lleva tiempo. El problema no es monetario sino las imperfecciones en la formación de los precios. No se va a corregir estructuralmente mientras no se desarrolle un nuevo modelo industrial y esa es una falencia que no se corrigió”, señaló el destacado economista, quien actualmente es Director titular de YPF.
Por Roberto Faur

Entre otras funciones desarrolladas, Valle fue Director del INDEC y del Censo Nacional de Población (1991); ex Consultor de las Naciones Unidas en la elaboración de planes de desarrollo económico para la República de Bolivia y los Estados de Minas Geraes y Bahía (Brasil).
El gobierno de Néstor Kirchner ha sido exitoso en lo económico y en lo social, con un crecimiento sostenido durante esos años y la creación de cientos de miles de puestos de trabajo. ¿Qué sucedió, qué se hizo o qué no se hizo a posteriori para que cambiara ese estado de situación?
– Hay tres factores, desde mi punto de vista, que se combinaron para afectar negativamente el comportamiento del ciclo en la economía argentina. En primer lugar, el derrumbe de la economía brasileña, destino principal de nuestras exportaciones manufactureras; en segundo término el bajón en los mercados internacionales de materias primas donde el precio de la soja perdió el 40% de su valor aproximadamente; y tercero: la reticencia a liquidar por parte de los exportadores sojeros, secaron las reservas del BCRA. Como telón de fondo de todos estos problemas se encuentra la continuidad en la crisis internacional que arrancó en 2008 y no tiende a mejorar. De hecho, la Argentina es uno de los escasos países que se las arregló para sortearlo hasta ahora, aún con una caída en su tasa de crecimiento.
El gobierno argentino, a principios de 2014, ante la corrida contra el peso probó con la combinación devaluación-suba de tasa de interés para frenarla, y pagó el duro precio de la inflación, caída en los niveles de actividad y derrumbe de las exportaciones. Ahora parece haber vuelto a las fuentes, mantiene el sostén del mercado interno vía más gasto público y aumento en los salarios reales, ha ido bajando la inflación cualquiera sea el índice que se utilice para medirlo. Pagó el Boden 2015 logrando que el PIB este año crezca 2% o algo más mientras que en Brasil su caída es del 3%. A cambio tiene un mayor desequilibrio fiscal. Pero la opción fue por no tener crecimiento negativo y lo ha logrado. Hay consenso que en este punto una devaluación no resuelve ningún problema sino que nos lleva a una nueva ola de inflación y un aumento en los costos reales, paralelo a un derrumbe de los salarios.

Inflación de dos dígitos, escasez de dólares, pérdida paulatina de la competitividad industrial (según economistas ortodoxos), ¿es posible comenzar un círculo virtuoso donde crezca la producción industrial, la exportación y la creación significativa de puestos de trabajo? ¿Qué es necesario hacer a futuro?
– La inflación se viene desacelerando, tiende a un punto mensual, puede consultarse el Índice de precios de la CABA para ratificarlo si no se le cree al INDEC. Terminaremos el año en torno al 20% para el acumulado de los 12 meses, cabe recordar que el pronóstico de la ortodoxia era del 40% originalmente. En materia de política de precios el camino correcto pasa por atacar las condiciones monopólicas pero lleva tiempo. El problema no es monetario sino las imperfecciones en la formación de los precios. No se va a corregir estructuralmente mientras no se desarrolle un nuevo modelo industrial y esa es una falencia que no se corrigió, la Argentina se apoyó en la primarización de sus exportaciones y ahora que cambió el signo de los términos del intercambio llevaría tiempo corregir estas cuestiones. Hace falta un plan industrial, el peor problema es que no contamos con una burguesía industrial y eso sólo se corrige con el paso del tiempo y políticas constantes La escasez de dólares refleja la reaparición de la restricción externa, si no tenemos más problemas es porque no estamos endeudados en dólares y las perspectivas para los próximos años son de bajos pagos por la deuda externa. En este punto sería necesario salir a buscar algún financiamiento por unos 20.000 millones de dólares, más la eliminación del dólar ahorro y la decisión de ir reduciendo la deuda por beneficios y regalías. Paso previo: acordar con los buitres, pero esto no será sencillo si éstos no bajan sus exigencias. La cuestión se complica más porque desapareció el superávit eterno. Vale decir que la del dólar es una cuestión con final abierto. Alguien la sufrirá.

Existe consenso entre los economistas pro-gobierno y los de la oposición sobre la necesidad de incrementar la tasa de Inversión sustantivamente. ¿Es indistinto invertir en cualquier sector de la economía con tal que se incremente la misma, o Ud. privilegiaría la inversión en determinados sectores?
– El coeficiente de inversiones actualmente es de 19 puntos del PIB cuando precisaríamos no menos de 27 puntos. Además, con mejor calidad interna. Necesitamos un plan de inversiones con un listado de proyectos que además cumplan la premisa de potenciar los efectos multiplicadores de cada dólar que se invierta. Todo este tema de la formación de capital debe ser prioridad uno, una virtual “cuestión de Estado”. En la Argentina hay excedentes suficientes para llevar a cabo gran parte de este esfuerzo. Hasta ahora el gobierno desdeñó la necesidad del plan, es un error lamentable. El plan de las multinacionales o el plan de la oligarquía van por otro camino que no coincide con el interés nacional. Pero la cuestión es cuán dispuesta está la burguesía nacional a comprometerse con estos objetivos. Especialmente habiendo tantas tentaciones en el terreno financiero y una cultura especulativa tan desarrollada. Doy por descontado que el Estado cumplirá con su parte del compromiso pero con eso no alcanza. La actitud del inversor extranjero es otra incógnita porque, además, la Argentina no debe estar dispuesta a aceptar condiciones que afecten su futuro.

¿Hay que sostener a todas las industrias aunque algunas no sean productivas o tengan déficit comercial?
– No, pero una vez más, si se toma una decisión en esta materia debe estar apoyada en los recaudos del plan y no guiada sólo por criterios de rentabilidad privada.

¿La caída de los precios del petróleo afecta los planes de inversión a mediano y largo plazo en Vaca Muerta y las expectativas de YPF sobre esa zona?
– No por ahora, el precio interno está administrado por la Secretaría de Planificación y hoy es superior al internacional. Pienso que se seguirá con los planes de exploración y explotación pero probablemente con mayor cautela.

¿Qué pronóstico hace de la economía para los próximos años?
– Si no empeoran las condiciones internacionales y en particular las del Brasil, espero un crecimiento en torno al 3% para 2016 y un promedio del 4% para el resto del quinquenio. La inflación puede bajar por debajo de dos dígitos y es probable que se recupere un par de puntos el coeficiente de inversión. No soy demasiado optimista sobre el superávit comercial y creo que será difícil bajar mucho la brecha fiscal. Todas estas suposiciones son válidas en tanto se mantenga la política de administración cambiaria y se deseche la necesidad de un ajuste.