La guerra civil de Siria y el Estado de Israel

El difícil dilema: ¿recibir o no a los refugiados sirios?

La trágica muerte del niño kurdo-sirio, encontrado en una playa en Turquía, hijo de una familia que intentaba refugiarse en Europa, tuvo sus efectos también en Israel, que si bien es el Estado de la región que menos interfiere en la guerra civil que azota a Siria hace cuatro años, no está exento de sufrir consecuencias de la misma. Algunos pocos refugiados sirios heridos, hambrientos y sedientos traspasaron la frontera con Israel y fueron acogidos en las aldeas drusas localizadas en las Colinas del Golán. Hasta poco tiempo, el número era muy poco significativo, e Israel jamás abrió las puertas para estos refugiados, incluso después de la inminente aproximación del Estado Islámico. Pero Israel, pese a no haber tenido relaciones con Siria, siente la presión por la entrada de estos refugiados en el país. Y como muchos temas delicados, esto se tornó un verdadero dilema, que en esta nota se propone explicar.
Por João Koatz Miragaya *

El tema de los pocos refugiados sirios en Israel solo entró en el noticiero local hace pocos meses. La primera crisis se dio en el invierno: Israel bombardeó (no por la primera vez) a un territorio en el Golán sirio, matando a militantes del Hezbollah y a un general iraní. Hezbollah, milicia libanesa chiita y enemiga de Israel, participa de la guerra apoyando al presidente sirio Bashar Al-Assad, que a su vez es enemigo de Israel y también aliado de Irán. Es necesario decirlo claramente: ninguno de los grupos que intenta tomar el poder en el conflicto es aliado del Estado judío. Ni ISIS, ni Assad, tampoco los rebeldes (en su mayoría ligados al Al-Qaeda) son amigables con el sionismo. El único grupo razonablemente tolerante a Israel en esta guerra es el Ejército de Liberación Kurdo, que no pretende ser la fuerza dominante en todo el territorio cuando la guerra termine, y no recibe ningún apoyo israelí.
Israel, sin embargo, a veces realiza bombardeos puntuales en la frontera del Líbano con Siria, alegando impedir así el transporte de armas a Hezbollah. Estos ataques, hasta ahora, no fueron capaces de incluir a Israel como una pieza importante en el escenario de la guerra civil siria. Parafraseando el ex primer ministro israelí Menajem Begin, cuando se refirió a la guerra Irán-Irak, lo preferible para Israel es que todos los lados salgan victoriosos en esta guerra.
El conflicto en Siria, sin embargo, afecta a todos (incluso a Israel) de forma distinta. Por ser una guerra civil marcada por crímenes de lesa humanidad cometidos por casi todos los sectores en pugna, por las centenas de miles de muertos, por haber generado una enorme cantidad de necesitados de abrigo (refugiados), corriendo real riesgo de vida. E Israel, también sin jamás haber tenido relaciones con Siria, siente la presión por la entrada de estos refugiados en el país.
Israel está enfrentando a la opinión pública y a sus cuestionamientos desde que refugiados sirios, huyendo de las batallas en la región de Quneitra (Golán sirio), comenzaran a entrar en Israel buscando atención médica, y permanecieron. El pequeño pueblo druso Majdal Shams se ha tornado un refugio, donde pudieron recibir los cuidados necesarios y abrieron sin querer los ojos de algunos sirios a la opción de tener a Israel como un destino seguro, a pesar de ser un país enemigo. De repente, las comunidades drusas israelíes, caracterizadas por su fidelidad al país, pasaron a exigir al gobierno israelí que permitiese la entrada de los drusos sirios como refugiados. El gobierno se negó, probablemente por miedo a represalias internacionales por aceptar a miembros de una etnia y no de otra (en otras palabras, racismo), y decidió no aceptar a nadie. Parte de los drusos se molestó, y pasó a reproducir una postura hostil hacia algunos refugiados sirios que conseguían cruzar a la frontera con Israel, llegando a promover hasta mismo un linchamiento.
Nada de esto, sin embargo, llegó a ser tapa en los principales periódicos del mundo, y tampoco tuvo mucha atención de la opinión pública en Israel. Solo la muerte del niño sirio, que salió en toda la prensa mundial, hizo que la discusión sobre la entrada de refugiados sirios en Israel se tornase pública y parte de la agenda política de los partidos.

Pragmatismo y moral
La discusión sobre la aceptación de refugiados en Israel siempre fue al mismo tiempo moral y pragmática. Los sirios no fueron los pioneros del tema: anteriormente, sudaneses y eritreos tornaron público el debate, pero no lo suficiente como para generar polémica como fue en el caso sirio. Parte de la población (en general apoyada por los partidos que están a la derecha del mapa político) defiende que la entrada de refugiados, en general, facilita a la infiltración de terroristas en el país, un argumento pragmático. Por otro lado, parte de la población (en general apoyada por partidos de izquierda) cree que Israel tiene la obligación de aceptar refugiados exactamente por el hecho de haber sufrido el pueblo judío en el pasado con la negligencia de la gran mayoría de la comunidad internacional, lo que derivó en la muerte de millones de personas. Un argumento moral. Tal como en el caso de los sudaneses y eritreos, el caso sirio provoca las mismas argumentaciones.
El pionero en la discusión fue el parlamentario Eleazar Stern (Yesh Atid), que recomendó al primer-ministro Benjamín Netanyahu (Likud) a hacer lo mismo que hizo Begin y aceptar refugiados, refiriéndose a los vietnamitas que llegaron al país en los años ‘70. Stern incluso afirmó que, después de la Shoa, Israel no tiene el derecho de negarse a recibir refugiados. El líder de la oposición. Itzhak Herzog (Unión Sionista), acordó con Stern afirmando que “los judíos no pueden ser indiferentes frente a una situación de refugiados ahogándose en el mar”. El ministro de Transportes israelí, Katz (Likud) respondió a Herzog recomendando que el líder laborista lleve a los refugiados a su casa. Y el ministro del Turismo, Yariv Levin, dijo que el comentario de Herzog fue populista, acordando que Israel fue uno de los primeros a prestar ayuda humanitaria a los sirios heridos que llegaron a Majdal Shams. Por fin, recomendó a la Autoridad Palestina que los recibiera, olvidándose que ésta necesita de la autorización del gobierno israelí para eso.
De forma menos agresiva, el primer ministro Benjamin Netanyahu también manifestó desacuerdo con Herzog cuando, presionado por parte de la opinión pública, dijo que Israel es un país muy pequeño para recibir estos refugiados. Como contrapartida, Issawi Frej (Meretz) dijo justamente lo contrario, citando kilómetros de tierras deshabitadas en el norte del país, listas para recibir a los refugiados sirios, víctimas de un genocidio de hombres, mujeres y niños. Un argumento pragmático contra un argumento moral.
El más pragmático en toda la polémica fue el líder del partido Yesh Atid, Yair Lapid, quien expresó que Israel no está listo para abrir un precedente para la vuelta de los refugiados palestinos, y por eso, debe recusarse a recibir refugiados sirios. Quien consiguió sintetizar el dilema entre moral y pragmatismo de la mejor forma fue el parlamentario Betzalel Smotrich (La Casa Judía), que dijo que su estómago está a favor de abrir las puertas para la entrada de los refugiados, pero su razón va en sentido contrario. Dijo que su instinto humano lo lleva a desear esta acción, pero que Israel no tiene ni condiciones nacionales (referencia a los árabes antisionistas que podrían entrar en el país) ni demográficas (en relación al posible aumento de la población árabe musulmana en el país), ni económica para aceptarlos. Él mismo explicó el dilema.
Este dilema es lo que realmente motiva a la decisión de los parlamentarios israelíes. Unos siguen a su instinto emocional, otros al pragmatismo. Israel, de hecho, es un país pequeño, un poco más grande que Líbano, que recibió más de un millón de refugiados sirios (casi 30% de su población). Su economía es frágil, pero no más que la de Uruguay, que abrió sus puertas para estos mismos refugiados. Israel puede esperar que los países árabes abran sus fronteras para estos sirios, alegando ser de ellos la más grande responsabilidad por ser pueblos hermanos, tal como argumentaron algunos países de Latinoamérica con los judíos durante el Holocausto, cuando atribuyeron a Europa la mayor responsabilidad de salvarlos.
Todas las excusas pragmáticas serán suficientes para justificar a una decisión política, pero esto no las torna moralmente correctas. El sentimiento de humanidad debe prevalecer, principalmente cuando los judíos son el ejemplo de lo que puede pasar a un pueblo cuando su genocidio es ignorado. En las sabias palabras del Talmud se encuentra la respuesta al dilema moral: “Quien salva a una vida salva al mundo entero”. Todos sabemos que ningún país pequeño puede recibir a todos los refugiados sirios, y tenemos la certeza de que cerrar las puertas es un acto pequeño comparado a lo que muchos países hicieron con los judíos hace ‘70 años, en la Segunda Guerra Mundial. Israel debería recibir refugiados sirios, aunque sea una cantidad limitada. Es cierto que desestabilizaría un poco al país, pero vale la pena. Es mejor errar intentando hacer el bien que morir sin saber lo que es procurar hacer lo correcto.

* Historiador. Con estudios en la Universidad de Tel Aviv.