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Después de las PASO: los caminos hacia octubre

La suerte de las próximas elecciones podría dirimirse a partir del modo que se presente en el imaginario simbólico la disputa entre los principales candidatos, Scioli y Macri: si se plantea como una definición acerca de la continuidad o no del kirchnerismo, o en términos de “peronismo versus no peronismo”. Las opciones más ideologizadas en torno al eje izquierda-derecha, al momento deberán dejar su lugar a la “realpolitik”.
Por Gerardo Scherlis *

El pasado 9 de agosto tuvimos una nueva edición de esta originalísima y por cierto bastante extraña elección que llamamos PASO. Promovidas pour la galerie como mecanismo democratizador de los partidos –y seguramente por eso inobjetables desde la corrección política-, es ya un lugar común asumir que las PASO funcionan fundamentalmente como una gran encuesta nacional. Repasemos entonces, qué nos ha dejado esta gran encuesta y cómo se presenta el panorama electoral.
Conviene recordar que los resultados de agosto dejaron a las dos principales fuerzas razonablemente satisfechas, pero lejos del objetivo que pretendían. Scioli y el FPV obtuvieron una buena diferencia respecto a Macri e incluso respecto a los tres principales candidatos de Cambiemos, pero esa diferencia en sí misma no pudo ser garantía de triunfo. Aunque el 38% alcanzado pareció y parece dejar a Scioli cerca de la victoria, algunas encuestas ven allí un número muy cercano al posible techo del candidato oficialista.
Mientras que Macri obtuvo un flaco 24%, pasando apenas el 30% con la suma de Cambiemos. Una cifra que lo deja bastante lejos de los números de Scioli, y por supuesto bien lejos de ganar. Pero con los cuales queda como el principal antagonista de un oficialismo que podría no alcanzar las cifras necesarias para evitar un balotaje.
Frente a este escenario, la mayor expectativa reside evidentemente en ese 20% de votantes que se inclinó por Massa y por De la Sota. Sobre todo el 6,4% que votó al cordobés resulta, para la mayoría de los observadores, una verdadera terraincognita. ¿Se trata sobre todo de votos peronistas, y por lo tanto terminarán en su mayoría consagrando el sueño presidencial sciolista? ¿O se trata en cambio y principalmente de votos opositores, que permitirán, por eso mismo, dar vuelta la elección?

¿Kirchnerismo o Peronismo?
En términos más generales, la resolución de la elección podría plantearse en términos similares a los de esta pregunta. En otras palabras, la elección favorecerá a unos u otros según se resuelva en una disputa en torno a la continuidad del kirchnerismo, o en términos de peronismo versus no peronismo. Para el macrismo, la expectativa siempre ha sido la primera opción, es decir que la elección se dirima en términos de kirchnerismo sí o no. Una mayoría social –incluyendo, se presume, a los votantes de De la Sota- espera alguna forma de cambio en el próximo gobierno, mientras que los adherentes kirchneristas entusiastas están lejos de definir un triunfo electoral. El escenario ideal para Macri consiste entonces en una elección en la que Scioli se reduzca a ser el candidato kirchnerista, y en la que Cambiemos es básicamente eso, la herramienta electoral para un cambio, para que el kirchnerismo no gane.
Para Scioli, el desafío es precisamente evitar esa situación. Su expectativa es, naturalmente, que la elección se dirima en otros términos. Necesita los votos kirchneristas, que supone suyos. Pero sabe también que no alcanzan para ganar. Precisa que su coalición sea la del peronismo todo. Constituirse en el garante de la reunión de la familia peronista, donde los K guarden su lugarcito, pero donde también haya una buena ubicación para los jefes territoriales y corporativos, es por eso su apuesta necesaria. Y no tanto porque el peronismo asegure siempre e inevitablemente una adhesión popular mayoritaria. Sino más bien porque –como el mismo Scioli lo está proponiendo ante los factores de poder- el peronismo es la garantía del orden en una Argentina que tiene a la convulsión económica y social como horizonte siempre más o menos presente. Y ante cualquier alternativa que pudiera tener al peronismo en la oposición, ese horizonte cobra para muchos argentinos –incluyendo muchos poderosos– una potencialidad bien precisa. El escenario ideal para Scioli consiste entonces en una elección en la que él es el candidato del peronismo unido frente a los que ese peronismo señalará como engendros aliancistas, tan antipopulares como imprevisibles.Los votantes de De la Sota, y muchos de los de Massa, quedarían en este esquema más cerca de entronizar al candidato del FPV.
El problema para ambos es lograr efectivamente construir esos escenarios que los favorecen. Macri tiene grandes dificultades para que todos aquellos que están de acuerdo con terminar con el ciclo kirchnerista vean en él una alternativa claramente superadora, y por eso podrían continuar votando a otras opciones. Su apuesta es quedar como única opción disponible para ellos en el balotaje, pero si no lograra que algunos apostaran por él en primera vuelta, tal vez esa instancia nunca se produzca.
No menores son las dificultades que encuentra Scioli para presentarse –antes de ganar la elección- como el nuevo jefe de la máquina y del pueblo peronista. De hecho, los problemas que su compleja coalición y su delicada situación dentro de ella permiten avizorar, podría llevar a muchos a dudar respecto a la medida en que esta vez el peronismo podrá efectivamente constituirse en el partido del orden. Scioli se impuso en su guerra prolongada contra el kirchnerismo al lograr el ansiado lugar del sucesor inevitable. Pero su triunfo, que se supo siempre parcial y condicionado, muestra ahora su complejidad. El gobierno “nacional y popular” siempre se pensó mayoritario por definición, del mismo modo que concibe a sus oponentes como voceros de poderes concentrados, condenados a ser minorías en términos electorales. Por eso cuando esos representantes de los intereses antipopulares logran forjar mayorías electorales –merced a lo que suponen algún espurio ardid-, el kirchnerismo entiende como un deber restringir -en nombre de los intereses del pueblo– su capacidad de maniobra. En otros términos, se lo necesita a Scioli para ganar la elección, pero para defender los intereses populares se intentará evitar que éste pueda efectivamente tomar decisiones. A esta altura, no podría Scioli tampoco separarse demasiado del kirchnerismo sin generar mayor confusión. El peronismo, al menos el de los últimos 25 años, se ha destacado por su enorme plasticidad para presentar diferentes perfiles según el momento, el lugar, y el interlocutor. Pero ello requiere de cada nuevo líder la posibilidad de generar un perfil propio, distante del de las diferentes facciones internas.
En todo caso, las PASO no han logrado despejar los interrogantes centrales de la elección, y resta ver si (y cómo) en lo que queda de campaña alguno de los principales contendientes logra torcer el pulso en el sentido que más lo favorezca.

¿Y la centroizquierda dónde está?
En cambio, lo que las PASO sí parecen haber demostrado es que, más allá de las complejidades que involucra las motivaciones del voto, la mayoría de los votantes concurre a las elecciones presidenciales para elegir un gobierno. Sin mayores entusiasmos en general, y mirándolo casi de reojo, los votantes quieren participar de la decisión respecto a quién los gobernará durante los próximos años. Y, para bien o para mal, no parecen ser demasiados los que en Argentina toman esta decisión sobre la base de distinciones ideológicas claras en términos de izquierda y derecha. En este marco, propuestas como las de Margarita Stolbizer, que se presentan como un “progresismo en serio” frente a un supuesto progresismo trucho, tienen muy pocas posibilidades de éxito. En verdad, la propia idea de un electorado progresista no populista, anhelante de una expresión política autónoma, que encarne las aspiraciones medianamente ideologizadas de la centroizquierda, se reveló una ilusión de dirigentes y observadores centrados en los grandes centros urbanos. Mientras una opción así no se constituya, los –no demasiados– progresistas andarán votando a las diferentes opciones que ofrece la política real de la Argentina.

* Investigador del Conicet y profesor en UBA