Con la llegada del mes hebreo de Tishréi, llegan las «Altas festividades», o en hebreo Iamim Noraím (Días terribles) o Aséret Ieméi Tshuvá (Diez días de arrepentimiento), como se suele llamar a los dias que van desde Rosh Hashaná a Iom HaKipurim. Con motivo de las mismas, muchos judíos laicos o tradicionalistas que consideran que estas festividades tienen básicamente un trasfondo religioso, se preguntan: ¿Qué relevancia tienen para mí? ¿Cómo las festejo? ¿Cómo hago que sean parte significativa de mi cultura y mi forma de vida judía, laica y libre del cumplimiento de mitzvot halájicas?
En el contexto de reflexión e introspección que rodea estas fechas, intentaremos contestar a estos interrogantes, y para ello también nos referiremos a las fuentes como la Biblia, la Mishná o el Talmud, para poder entenderlos y reinterpretarlos desde una perspectiva moderna y humanista.
Rosh Hashaná
Forma parte de los llamados Jaguim Midehoraita, o sea una de las festividades mencionadas en la Torá, aunque, como vimos, en la misma no figura algo llamado «Rosh Hashaná», sino que el evento está nombrado como Iom Truá (Dia del llamado) o Zicarón Truá (recuerdo del llamado) y Iom HaDin (Día del Juicio).
Habla a los hijos de Israel y diles: “En el séptimo mes, el primer día del mes, tendréis día de reposo, un memorial al son de trompetas, una santa convocación».
Levítico 23:24
“En el séptimo mes, el primer día del mes, tendréis también santa convocación; no haréis trabajo servil. Será para vosotros día de tocar las trompetas».
Números 29:1
Los textos mencionados son las referencias bíblicas básicas sobre la festividad y, tal como se puede leer en los mismos, no están asociados con un significado o contenido determinado. A diferencia de otras festividades del calendario hebreo que están relacionadas con eventos históricos o fechas agrícolas, Rosh Hashaná no lo está, y a lo que nos remite, en primera instancia, es a no realizar actividad alguna, en tanto día sabático, y a hacer sonar el Shofar.
El nombre de Rosh Hashaná fue asignado a la festividad posteriormente por los sabios de la época de la Mishná, allá por el siglo II e.c., como parte de los cuatro comienzos de año que nos llegan del relato tradicional.
Los cuatro comienzos de año son:
El primero de Nisán, comienzo del año para los reyes y las fiestas (de peregrinación).
El primero de Elul, comienzo del año para el diezmo del ganado. Rabí Eleazar y Rabí Shimón dicen que es el primero de Tishréi.
El primero de Tishréi, comienzo del año sabático (shmitá) y de jubileo para la plantación y la siembra.
El primero de Shvat, comienzo del año para el árbol, como indica la escuela de Shamái. La escuela de Hillel dice que es el 15 de Shvat.
Mishná, Tratado Rosh Hashaná 1:1.
Vemos aquí que en la época de la Mishná (II-III e.c.), a la fecha del primero de Tishréi se lo considera como comienzo y final de un ciclo determinado y era el día en que se establecía el comienzo del año sabático y del año fiscal para la recaudación de impuestos sobre los productos de la tierra.
Considerando este vacuum de significación y contenidos, es entonces desde este lugar en donde el judaismo laico y humanista puede «resignificar» o recrear el sentido de la festividad y su principal valor, el Jeshbón Néfesh (introspección).
Y para ello, lo mejor es remitirnos a la tradición que nos cuenta que en Rosh Hashaná se recuerda o festeja el sexto día de la creación, el día de la Creación del ser humano, que es en definitiva la creación de la humanidad. Propongo no detenernos en el conteo simbólico de los años, que es menos relevante, sino en el mensaje netamente humanista que tiene esta festividad al marcarnos la fiesta del ser humano, su centralidad y santidad como ente soberano y autónomo.
Por otro lado, y siguiendo lo que dice el enorme libro de filosofia humanista Kohélet (Eclesíastés): acerca de que hay un tiempo para todo bajo el cielo, es así que Rosh Hashaná es el tiempo de reflexionar y de revisar nuestros actos, de mejoramiento, de corrección y de renovación espiritual.
Con el correr del tiempo, ya en las épocas del Talmud y los Gueonim (siglos V-X) se estableció la costumbre de hacer un «séder» de Rosh Hashaná, una ceremonia que conmemora la fecha con símbolos y tradiciones particulares. Dicho séder tradicional está compuesto por «simanim» o símbolos que representan distintos deseos o bendiciones para el año entrante: prosperidad, felicidad y buenos augurios, representados por verduras, frutas, una cabeza de pescado y otros, que muchas veces para un judío moderno carecen de sentido o significación.
Estos simanim o símbolos pueden ser reemplazados por otras cosas más relevantes y significativas para aquellos que se sientan alrededor de la mesa de Rosh Hashaná.
Rosh Hashaná es también la ocasión de convocatoria y acercamiento comunitario, de encuentro y reunión familiar. Fomenta la creación de un ambiente de espiritualidad y de conexión con la cultura y la tradición judías, que ven en esta fecha la finalización de una etapa pasada y el comienzo de una por descubrir, y por eso el augurio tradicional desea: «Que terminen el año y sus desgracias y comience un nuevo año con sus bendiciones…».
Iom Hakipurim
«A los diez días de este séptimo mes será el día de expiación; será santa convocación para vosotros, y afligiréis vuestras almas y presentaréis una ofrenda encendida al Señor. Tampoco haréis ningún trabajo en este día, porque es día de expiación, para hacer expiación por vosotros delante del Señor vuestro Dios.»
Levítico 23:27-28
Esta festividad, si bien es de expiación y arrepentimiento, no es un día de duelo, aunque la tradición lo transformó en día de ayuno y penitencia. En realidad lo que está ordenado en las escrituras es «afligiréis vuestras almas…», cuya interpretación posterior transformó el concepto en la obligación de ayunar y en la prohibición de una serie de actividades durante las veinticinco horas de ese día.
En sus comienzos bíblicos, era un día santificado en el cual el Sumo Sacerdote del Templo de Jerusalem entraba al Kódesh HaKodashim (la parte interior y más sagrada del recinto), en un acto ceremonial majestuoso, dentro del cual con su ayuno pedía perdón y expiación para todo el pueblo.
En otro texto interesante y quizás enigmático, nos cuentan los sabios del Talmud lo siguiente:
Dijo Rabí Shimón ben Gamliel “…No hubo días más alegres para el pueblo de Israel que el 15 de Av y Iom Hakipurim, en que las jóvenes de Jerusalén salen con sus vestidos blancos prestados, para no avergonzar a las que no tienen…”.
Talmud, Tratado Taanit 26b.
¿Pero acaso esto no es una contradicción? ¿Decir que no hubo día más alegre que Iom Kipur, cuando este es un día de congoja y arrepentimiento? Por lo visto, en aquellas épocas, parte de la celebración del evento consistía también en festejos alegres… Hoy no profundizaremos el tema, pero es bueno tenerlo en el horizonte…
Si bien la mayoría de los judíos laicos o tradicionalistas se sienten menos identificados con las prohibiciones atinentes al día de Iom Kipur, entiendo que es una buena oportunidad que tenemos como colectivo para tomar conciencia y reflexionar sobre asuntos y cuestiones de nuestra vida cotidiana y los problemas de nuestro entorno, y aprovechar uno de las pocas ocasiones que estamos libres y desocupados, tanto física como mentalmente, de nuestra ajetreada vida, para tener un momento de elevación espiritual e instrospección como seres humanos, como judíos y como pueblo.
* El autor es rabino laico – humanista, ordenado en el Instituto Tmura de Israel.