Ilana Dayan es periodista de investigación en Israel. Tiene 51 años y empezó su carrera hace más de treinta. Trabajaba en el Ejército en el Área de Medios de Comunicación cuando una entrevista urgente en medio de la noche exigía alguien que hablara español. Nació en Argentina y vivió acá hasta los seis. Era la única que cumplía con el requisito. Dos años después ya trabajaba como corresponsal política en el Parlamento.
“Se dice que hay muchas verdades. Un periodista tiene que levantarse a la mañana, salir de su casa y buscar la verdad. La verdad no siempre es tan justa y no siempre es única. Hay periodistas que dicen `que el público sea el juez´. Yo no creo en eso. Cuando quiero contar el cuento, tengo que poder decir `esto es lo que pasó´”.
Israel Gam be Gam
Las frases en hebreo dan lugar a la participación del público siempre dispuesto a discutir sutilezas de lenguaje. Gam be Gam tiene dos traducciones posibles y contradictorias. El murmullo aumenta. Puede significar -también esto y también aquello- o significar -o esto o aquello-.
“El eslogan gam be gam empezó el día que fui al entierro del hijo de David Grossman, un escritor que perdió a su hijo en la guerra del Líbano. Era comandante de un tanque. En el tanque había cuatro soldados: un chico que creció en un asentamiento, en una familia de religiosos y de derecha. El otro chico era de un kibutz de Hashomer Hatzair (Movimiento Sionista de izquierda). El tercero, un chico que llegó de Rusia a los dos años. El cuarto era Uri, hijo de David, una familia de izquierda. Un misil pegó en el tanque y murieron todos”.
En el entierro, David Grossman leyó un texto frente a la tumba de su hijo. Contó que quería ir al curso de comandantes y fue rechazado por su dislexia. Insistió hasta que fue autorizado. En simultáneo Uri hablaba con su familia sobre la duda que tenía acerca del uso de la fuerza, los derechos humanos, el Estado palestino, la existencia de la ocupación.
“Uri era un soldado pero era humanista. Gam Be Gam quiere decir que un país que está obsesionado con el poder militar y con el temor de la existencia, al mismo tiempo está obsesivo con la propia crítica y con los derechos del enemigo. Quiere decir vivir la contradicción de la vida israelí. Es el que tiene el poder y el que tiene el miedo del poder. El que tiene que defenderse y el que tiene que defender al otro. Tratar de mantener la característica democrática del Estado de Israel y también su carácter judío. Esas contradicciones no son fáciles pero son lo que somos: queremos ganar la guerra, pero sentir también que el poder que tenemos no es para usar de forma incontrolada”.
El rol de los medios
Un tercer ejemplo pone en discusión el rol de los medios de comunicación y la cuestión central de la legitimidad del Estado de Israel. “Cuando hay un tanque y en frente un chiquilín con una piedra, nosotros podemos explicar que el chiquilín vino antes y el tanque después. Pero al final nosotros somos el tanque, y el palestino es el chiquilín con la piedra. No tiene mucho sentido tratar de luchar en contra de la foto”.
El eje central sobre el que Ilana parece apoyar su posición política como periodista llega de la mano de una pregunta que ella misma se hace sin necesidad de responder: “¿Hay un Estado más justo, más legítimo, que tiene más derecho de existir que la Nación del pueblo judío después de la tragedia, después de la Shoá? Si estamos de acuerdo en eso podemos discutir.”
Ese “podemos discutir” da lugar a la lista de temas que sobrevolaron toda la conferencia: la ocupación, la guerra, la paz, el statu quo, el compromiso, la solución de dos Estados, lo que pasa en los territorios, lo que pasa en Gaza.
“Estoy dispuesta a discutir de todo, con todos. Una cosa no estoy dispuesta a discutir: la legitimidad de mi casa, de mi patria, de mi Estado. Es el estado de los judíos”.
Este pensamiento se profundiza aún más en su relato acerca de una conversación entre ella y un médico árabe israelí. Ilana le dijo: “Creo que tenemos mucho más para hacer por la igualdad y los derechos de los ciudadanos árabes. Vos siempre vas a ser una minoría en mi Estado. Porque esa es la única razón por la que vine de Argentina. Para vivir en el Estado que es del pueblo judío. Este país nunca va a ser del todo normal. No puede ser el país de todos, porque es el país de los judíos, porque esa es la razón por la que fue fundado”.
En aquella entrevista en español, en su adolescencia, cuando trabajaba para el Ejército, alguien, que tal vez ni entendía el español con que ella hablaba vio allí locuacidad y frescura. Ilana Dayan calcula y conoce el peso de lo que dice: “Al final, nuestra salvación es tu tragedia –le dijo al médico palestino-. El triunfo nuestro es el desastre tuyo. Si asumimos eso tenemos que encontrar la forma de convivir, encontrar el equilibrio. Pero ese equilibrio va a ser siempre un poco a mi favor, porque por eso llegue a este lugar”.