Podría ser uno de los últimos procesos contra nazis

Juzgan en Alemania al ‘contador’ de Auschwitz-Birkenau

Acusado de colaborar en más 300.000 asesinatos, a los 93 años el ex oficial de la SS Oskar Gröning se enfrentó por primera vez a un tribunal que lo acusa por su papel en el campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau, donde entre 1942 y 1944 se dedicó a recolectar las pertenencias de los deportados, y contabilizar valores como cheques bancarios que las víctimas pudieran poseer, para enviarlos a Berlín a fin de financiar la campaña nazi.

«En términos morales, mis acciones me hacen culpable», declaró Oskar Gröning, acusado de colaborar como ferviente miembro de las SS en el asesinato de unos 300.000 deportados en Auschwitz-Birkenau. «Me presento ante las víctimas con remordimiento y humildad. Sobre mi responsabilidad a nivel legal, ustedes deben decidir», declaró al inicio de la audiencia desarrollada en la localidad alemana de Lüneburg.
Gröning, el hombre al que la revista Der Spiegel bautizó como el contador de Auschwitz, se ocupó entre septiembre de 1942 y octubre de 1944 de registrar las pertenencias de las víctimas que llegaban al campo.
«Los pecados tienen que ser juzgados. Y lo que ocurrió en Auschwitz-Birkenau fue un pecado. Un crimen para la eternidad», afirmó por su parte Eva Pusztai-Fahidi, superviviente húngara del campo de concentración nazi.
El proceso a Gröning acapara particularmente la atención por varios motivos. En primer lugar, porque debido a la elevada edad de los criminales supervivientes puede ser uno de los últimos contra responsables nazis. De hecho, otros dos miembros de las SS que esperan ser juzgados también son nonagenarios.
Por otro lado, este proceso interesa también por la personalidad del protagonista. Gröning, al contrario que otros acusados de crímenes nazis, no es negacionista. No tuvo reparos en hablar de lo que ocurrió en la Shoá, aunque insiste en que no pegó ni un tiro. En una entrevista concedida hace diez años a Der Spiegel, se describía a sí mismo tan solo como «una pieza más del engranaje». Un engranaje en el que fueron asesinadas millones de personas. «Me siento culpable hacia el pueblo judío por haber formado parte de un grupo que cometió esos crímenes. Pero yo no los hice», añadía entonces.
Además, la justicia alemana no tuvo que ir a buscar a Gröning a un país lejano al que hubiera huido. El nonagenario llevaba una tranquila vida en Lüneburg, ciudad situada a unos 50 kilómetros al sur de Hamburgo, en la que está siendo juzgado. Mientras Gröning se justifica diciendo que no asesinó, la fiscalía limita sus cargos a unos meses de 1944 en los que se desarrolló la llamada «operación Hungría». Entonces llegaron a Auschwitz 137 transportes procedentes de ese país, con 425.000 deportados, de los cuales unos 300.000 murieron en las cámaras de gas.
Como antecedente judicial próximo, hace cuatro años, un juez de Múnich condenó en 2011 al ucranio John Demjanjuk a cinco años de cárcel por su complicidad en la muerte de más de 29.000 judíos en el campo nazi de Sobibor, donde sirvió como guardia voluntario. Demjanjuk, que no pronunció una palabra durante el juicio, murió unos meses después de ser sentenciado en el asilo de ancianos al que había sido trasladado por motivos de salud. Él tampoco participó directamente en la muerte de los prisioneros, pero la justicia le halló culpable por complicidad.
La audiencia en Lüneburg, celebrada ante una gran afluencia de medios y la presencia de 67 partes civiles, sobrevivientes y descendientes de las víctimas, fue traducida simultáneamente en inglés, hebreo y húngaro. Los judíos supervivientes, que llegaron desde países como Estados Unidos, Canadá, Hungría, Reino Unido o Israel, reclaman justicia. «Nunca es demasiado tarde para tener justicia», añadió Hedy Bohm, llegada de Toronto, en la rueda de prensa celebrada en Alemania.
Pero, como aseguró Pusztai-Fahidi, a los supervivientes que no les preocupa tanto que el acusado cumpla la sentencia, sino que se le juzgue. «Lo importante es que la sociedad tome nota».