Estudio de Población Judía del Joint

Dos que se eligen: la exogamia en la comunidad judía de Buenos Aires

A partir del relato de diferentes experiencias es posible observar cómo lo que influye de manera determinante en la conformación de una familia judía no es, como se suele señalar, la unión exogámica en sí misma sino los grados de desvinculación y desidentificación previos a la pareja.
Por Ezequiel Erdei *

Dos que se eligen es, ante todo, una investigación sobre las relaciones humanas. Es una invitación a ingresar en una realidad tan hablada como poco explorada: la de las uniones exogámicas (mixtas).
Cuando dos personas se eligen, además de la insoslayable construcción romántica que el hecho representa, encarnan un fenómeno social de enorme complejidad, constituyendo una de las más sinceras metáforas de las sociedades en las que vivimos: esa elección nos permite pensar en el movimiento de las fronteras sociales y sus grados de permeabilidad, la integración, exclusión o ghetización de minorías étnico/religiosas,  la constante reconceptualización de categorías como adentro/afuera, próximo/extraño.
El judío argentino (en su mayoría) se ha adaptado a su entorno a la vez que el entorno se ha adaptado al judío. La colectividad judía es reconocida como integrante de la sociedad argentina y como un miembro constitutivo de su identidad plural.
En ese contexto, las uniones exogámicas aparecen como la representación más firme de dicha integración: el origen ya no es un límite en la elección de la pareja.
La contracara es que las fronteras sociales, que solían ser “claras” entre judíos y no-judíos, se han transformado en “borrosas”. Como consecuencia, las categorización judío-gentil es relativizad al momento de interactuar. Como señala Alba, en esas ocasiones otras identidades sociales entran en juego y la que domina la escena puede ser una identidad compartida, como por ejemplo el ser colegas profesionales o compañeros de trabajo/estudios, entre otros. Dado el carácter borroso de las fronteras sociales, los judíos que se unen en estos términos no se sienten forzados a elegir entre el mainstream y el grupo de origen, no experimentan un desprendimiento de su grupo. Es decir, sigue funcionando la idea de un nosotros que distingue las características de un grupo aunque aparece como condición de época que esa definición no sea excluyente y que las reglas de entrada, salida y permanencia al grupo mantengan un carácter flexible, contingente y discursivo.

Los datos arrojados a partir del Estudio de Población Judía en Buenos Aires (realizado por el Joint en 2005) confirman estas tendencias: 41% declara relacionarse con judíos y no judíos en proporciones similares y 26% dice que sus relaciones son minoritariamente entre judíos. Por su parte 27% se relaciona mayoritariamente entre personas judías y tan sólo un 4% declara a sus vínculos sociales como exclusivamente judíos. El mismo estudio señala que aproximadamente 4 de cada 10 uniones son exogámicas,no estamos hablando de casos excepcionales.
La investigación que da lugar a esta nota fue realizada por el JDC International Centre for Jewish Communit y Developmentat Oxford, con el apoyo de American Jewish Joint Distribution Committee – Oficina para América Latina. A través de 135 entrevistas en profundidad con parejas exogámicas e hijos de parejas exogámicas se pretende poner en primer plano la perspectiva que las propias parejas tienen de sí mismas, a partir de la cual puedan captarse certezas y vacilaciones, continuidades y rupturas, comodidades e incomodidades, acuerdos y desacuerdos, interpretando la voz de los actores sociales, intentando comprender los alcances de una identificación que ellos mismos construyen y reconstruyen constantemente.

Lo central: los valores judíos
A partir del relato de diferentes experiencias es posible observar cómo lo que influye de manera determinante en la conformación de una familia judía no es, como se suele señalar, la unión exogámica en sí misma sino los grados de desvinculación y desidentificación previos a la pareja. Esta hipótesis nos permite alejarnos de la estigmatización de la exogamia y pone en el centro de la cuestión de la supervivencia judía no ya el matrimonio o unión de alguno de sus miembros sino los valores y el contenido que hacen que ser judío sea una afirmación con sentido; y que por tanto surja como una cuestión deseable que tenga también horizonte de continuidad. En la medida en que los diferentes relatos reconocen experiencias de vida significativas relacionadas con lo judío (principal aunque no exclusivamente en las etapas de formación temprana y en la adolescencia) también aparece de una forma más marcada la necesidad de compartir aquello con su pareja y de transmitirlo a los hijos.
Al igual que lo señalado en distintas etapas por Mayer y Barack Fishman para el caso norteamericano se ha logrado establecer que es generalmente el esposo con el mayor grado de identificación y la mayor determinación al respecto quien establecerá el marco en el cual las herencias familiares serán articuladas en el estilo de vida familiar.
Más allá de los deseos de cada pareja, se ha registrado una significativa diferencia según género, dada la regla de matrilinealidad prevaleciente en la mayoría de las definiciones religiosas y comunitarias a nivel local: cuando la judía es la mujer el acceso y tránsito por las instituciones judías y la vida comunitaria en general se encuentra prácticamente allanado. Lo contrario ocurre cuando el judío es el padre.

Los hijos
Respecto de los hijos se ha identificado una dificultad (práctica e ideológica) entre las parejas para “determinar” la identidad de sus hijos, enunciando su preferencia porque los hijos “elijan” su forma de identificarse. Es dable suponer que “lo que el hijo elija en su momento” se encontrará fuertemente condicionado por aquello que haya experimentado en su casa, por la educación que le hayan dado (formal e informal), por los círculos sociales dónde crezca y por los condicionamientos externos, lo cual implica que toda elección encuentra referencia en significados ya acumulados. En definitiva, lo que el chico reinventará cuando adulto será su propia experiencia pasada, aquellos hitos que en su biografía funcionen a modo de acercamiento o distancia.
Lo expuesto muestra la necesidad e importancia de abordar la problemática familiar, principalmente en lo referido a aquellas personas que sin haber nacido judías ni haber atravesado por un proceso de conversión identifican a su familia como judía y así desean que sea identificada por sus familiares, amigos y por la comunidad.
Ante un horizonte como el recién descripto las posibilidades de reproducción del judaísmo dependen en gran medida de la capacidad de repensar el lugar de la cultura y los valores judíos de manera tal que la comunidad pueda ser sentida como un espacio de identificación vigente y cotidiana.
El judaísmo ha sabido mantener (no sin dificultades) una serie de valores marginados por el auge individualista representado en el posmodernismo. Son esos valores los que con frecuencia rescatan tanto los miembros judíos como no judíos de parejas exogámicas. El comunitarismo, la familia, la solidaridad y la memoria histórica, entre otros tantos.
El debate, más que sobre las uniones exogámicas, debería girar en torno a cómo las diferentes comunidades judías responderán al desafío de la diversidad, de la que las familias exogámicas son parte junto con muchas otras familias endogámicas, ensambladas, disfuncionales, y de manera creciente, también parejas o familias homosexuales.

* Sociólogo.