Acuerdo nuclear con el G5+1

El nuevo rol regional de Irán

El acuerdo marco firmado por el G5 + 1 e Irán promete revolucionar Medio Oriente. El régimen de los ayatolas se comprometió a reducir la producción de uranio enriquecido así como la cantidad de plantas dedicadas a la producción del mismo, lo cual retrasaría la posibilidad de que Irán obtenga un arma nuclear unos 15 años. A cambio de esta concesión, la comunidad internacional retiraría las sanciones impuestas al régimen persa. Si Irán busca asegurarse su área de influencia regional a costa de sacrificar su plan nuclear, lograron su propósito pero a un costo bastante alto; si en cambio se tratara sólo de un engaño del régimen teocrático para continuar con su plan nuclear, el acuerdo entonces se convertiría en un gran error de la diplomacia occidental.

Por Guido Feld

Para Irán, el acuerdo firmad con el G5+1 representa un alivio tanto en su imagen internacional como su posicionamiento en el tablero geopolítico de la región. Con este acuerdo se legitima la producción nuclear iraní y se despejan los miedos de una potencial invasión estadounidense. El levantamiento de las sanciones volvería a colocar al petróleo de este país en el mercado mundial y el precio del mismo se reduciría, pero de todas formas esto traería oxígeno a una economía destrozada después de más de diez años de sanciones establecidas en rechazo a su programa de desarrollo nuclear. Los tiempos de este acuerdo marco tendrían que alcanzarse y firmarse a más tardar a finales de junio, pero ahí es donde empieza a jugar la política doméstica de cada país. En EE.UU., el presidente demócrata Obama tendría que lidiar con un Congreso dominado por los republicanos de línea dura que se oponen a todo tipo de acuerdo con Irán o consideran que se debería aplicar sanciones más duras aún contra el régimen. Obama tiene un difícil debate por delante si pretende dejar este acuerdo como su legado en política exterior.
Sin embargo, uno de los interrogantes que surgen es hasta qué punto el acuerdo provocaría un cambio en la política de Irán con respecto al rol que este país ha jugado en la desestabilización de Medio Oriente y propagación del terrorismo en la región, ya sea apoyando al régimen genocida del sirio Bashar al Assad, al grupo terrorista Hezbollah o últimamente apoyando a los Houthis en el conflicto armado que se está propagando por Yemen y amenaza con hacer estallar al golfo pérsico.
El acuerdo fortalece a Irán en la región y le da luz verde para que siga practicando la agresiva política exterior, por no decir imperialista, que ha llevado adelante en el resto de los países, ya sea apoyando y financiando milicias afines, al terrorismo o interviniendo con tropas directamente en Iraq debido al accionar de ISIS. Esta última situación llevó a la inesperada alianza entre EE.UU. e Irán en la lucha contra un enemigo en común ya que ISIS con su violencia extrema y genocida hacia otros credos encendió la alarma del régimen chiita respecto a lo que esta organización significaría para su propia seguridad regional y supervivencia.
¿Por qué Estados Unidos decidió proceder con la diplomacia aun con la oposición de sus aliados tradicionales en la región, como Israel y Arabia Saudita? El deseo de Estados Unidos de estabilizar la región y crear un sistema de pesos y contrapesos para poder dedicar sus recursos en Asia podría ser una explicación. También el hecho de que por primera vez la dirigencia estadounidense comprendió que no puede contener la situación explosiva de Medio Oriente en soledad y necesita aliados estratégicos, entre ellos al odiado Irán. A pesar de la oposición de Israel y Arabia Saudita al acuerdo, Obama privilegió la negociación diplomática. Estimó que para traer paz a Medio Oriente y estabilizar la región, necesitaba a la Republica Islámica de su lado. Sin dudas, ha sido una apuesta de riesgo para la administración demócrata y en cierta forma se podría argumentar que se evitó un conflicto armado, pero por otro lado su desconfianza hacia las acciones del régimen teocrático seguirá perdurando por mucho tiempo. El mayor enemigo de este país en la región no es como muchos suponen Israel, sino Arabia Saudita, ya que ambos compiten por la supremacía política regional que se mezcla con el conflicto sectario donde los dos países se enfrentan indirectamente mediante actores no estatales para obtener la hegemonía.
Desde la presidencia de George Bush (2000-2008), en parte gracias a su agresiva política exterior en la región, a Irán le preocupaba ser víctima de una invasión como la llevada adelante en Afganistán e Iraq, y por lo tanto la obtención de armas nucleares respondía a un deseo de defensa y protección frente a lo que ellos consideraban una agresión de un país extranjero. De todas formas, bajo la presidencia de Mahmud Ahmanidejad, Irán contribuyó a aislarse internacionalmente y contraatacar la influencia estadounidense mediante el fortalecimiento de milicias chiitas afines en Iraq y posteriormente su incondicional alianza con el régimen sirio de Al Assad durante la guerra civil siria que todavía desangra a este país.
Tras la victoria del moderado Rohani, Irán intenta cambiar la imagen internacional negativa que tiene en el mundo, empezando por el reconocimiento del Holocausto y el paulatino acercamiento a Estados Unidos que culminó en el acuerdo mencionado.

Historia turbulenta
No podemos obviar la complicada relación que Estados Unidos e Irán han mantenido a lo largo de la historia. A principios de siglo XX la sociedad iraní había limitado el poder de la monarquía absoluta mediante una revolución constitucionalista. Sin embargo, en 1953 EE.UU. planificó y ejecutó un golpe de Estado en Irán por intermedio de la CIA, en el cual derrocó al primer ministro Mossadegh debido al acercamiento que mantenía con la ex URSS. Este golpe instaló al monarca constitucional de Irán, el Sha Mohammed Reza Pahlevi, como dictador absoluto y comenzó así un proceso de modernización de Irán que a largo plazo chocó contra las viejas elites clericales del país. Además, en materia de derechos humanos, el monarca utilizó la policía secreta para asesinar y perseguir opositores. Este hecho marcó por siempre a la sociedad persa, generando un sentimiento de resentimiento antinorteamericano y de paranoia con las consecuencias que esto traería en la historia de las relaciones entre ambos países.
En 1979, tras varios meses de revueltas y violencia, el sha fue derrocado y comenzó el proceso conocido como “la revolución iraní”, que como consecuencia catapultó al ayatola Jomeini al poder. Jomeini representaba al clero conservador, y una vez que se consolidaron en el poder traicionaron al resto de las facciones opositoras al sha (comunistas, liberales, etc.) que contribuyeron a la revolución. Tras las purgas generadas entonces, se instaló la actualmente conocida como República Islámica de Irán. El nuevo régimen destruyó a todo tipo de oposición política. Durante los primeros 10 años de vida del régimen, hasta la muerte de Jomeini, miles de iraníes fueron encarcelados, asesinados o debieron exiliarse porque se oponían al régimen. La música y todo lo referido a la cultura occidental se prohibió, las mujeres perdieron derechos civiles e Irán se islamizó y radicalizó en su postura hacia Estados Unidos. La toma de la Embajada y la subsecuente crisis de los rehenes a finales de 1979, fue el comienzo de la crisis entre Irán y EE.UU., conflicto que se extiende hasta hoy en día y se puede observar en la desconfianza entre las dos naciones.
La República Islámica de Irán es un régimen híbrido que oscila entre la teocracia y un Estado moderno, una estructura estatal en la que el pueblo vota y “elige democráticamente”, en lo referido a la figura del presidente y los legisladores, pero donde al mismo tiempo y paralelamente a este poder, convive y gobierna una asamblea de ulemas religiosos liderados por el Guía Supremo, quien dicta fatwas o edictos que pueden pasar por encima de la autoridad presidencial. Por supuesto, los únicos candidatos que se pueden presentar a la presidencia son decididos por el consejo de los ulemas y casi siempre son aquellos afines a la ideología del régimen.
En resumen, el Guía Supremo tiene poder veto sobre las decisiones presidenciales y su palabra se considera inapelable. Apartarse de las directivas del clero puede acarrear consecuencias físicas para cualquier opositor y en ese aspecto Irán tiene un lamentable registro en derechos humanos. En las elecciones de 2009, cuando Ahmanidejad ganó bajo las denuncias de fraude, el régimen reprimió duramente a la oposición y mantuvo el status quo por lo menos hasta la llegada al poder de Rohani en 2013.
El principal problema de Irán es su alta tasa de población juvenil, quienes no creen en las consignas del régimen y demuestran su descontento con las políticas opresivas del régimen de manera pasiva, ya sea escuchando música y viendo videos prohibidos o en el caso de las mujeres utilizando el velo islámico de manera diferente, sin cubrirse el cuerpo del todo. Sin duda alguna, el hecho de lograr que se levanten las sanciones económicas y la generación de nuevo empleo contribuirían a paliar este foco de inestabilidad interna y falta de legitimidad del régimen teocrático.
La duda más problemática se relaciona con el futuro rol de Irán en la región. ¿Actuará como estabilizador o proseguirá con su política imperialista impulsando el conflicto sectario contra el sunismo que tanto ha desangrado a la región en estos últimos años? Si lo que el régimen persa quería con el acuerdo marco era asegurarse su área de influencia a costa de sacrificar su plan nuclear, lograron su propósito pero a un costo bastante alto; si en cambio esto sólo es un engaño del régimen para continuar con su agresiva política exterior y en el fondo continuar con su plan nuclear, entonces nos encontraríamos frente al mayor error de la diplomacia occidental desde el pacto de Múnich de 1938.
Solo esperemos que este nuevo contexto traiga estabilidad a una parte del mundo que en los últimos años se ha caracterizado por la violencia, la pérdida de poder de los estados frente a actores no estatales y finalmente sucumbir a la hecatombe interreligiosa y sectaria.