NS -Hace ya más de cinco años, Netanyahu se comprometió de palabra a la solución de “Dos Estados para Dos Pueblos”. Sin embargo, esa perspectiva parece haberse debilitado con el tiempo, especialmente luego de lo ocurrido en los últimos meses. Inclusive miembros del Gobierno hablaron abiertamente de la “inviabilidad” de entregar Cisjordania, o al menos la totalidad de este territorio. ¿Esto es un cambio de postura del Gobierno, o es un sinceramiento de una postura que siempre fue intransigente?
EK -Yo creo que está muy claro que la postura de Netanyahu nunca fue una decisión política sincera, sino una afirmación realizada bajo presión de alguien que no es un líder, cuyo mayor interés es preservar su posición en el Gobierno año tras año. Y por tal razón, las palabras más duras que se están diciendo últimamente tienen que ver con la competencia interna dentro del partido Likud (que encabeza Netanyahu), en donde sus contrincantes internos están todavía más claramente ubicados en la extrema derecha, como Danny Danón o Moshé Yaalón. No es sorprendente entonces que hoy juegue una carta que le permita mantenerse en el liderazgo de un partido que en su mayoría rechaza la opción de los dos Estados, o que nunca la ha aceptado como entidad.
NS -¿Es viable entonces llegar a la paz en nuestros días y obtener consenso detrás de un plan de paz específico?
EK -Creo que hay hoy en día siete u ocho planes de paz que satisfacen en mayor o menor medida las expectativas mínimas de ambos lados. Mienten quienes afirman que estas propuestas no existen. Hay soluciones compartidas a todos los problemas más candentes, dentro de los cuales podemos mencionar el de los refugiados palestinos, los asentamientos judíos, el suministro de agua, la seguridad y las fronteras, pero el tema es la voluntad política. Eso es ya evidente en documentos, en acuerdos de paz, a nivel de la sociedad civil y demás. En el lado palestino están relacionados esos acuerdos a personalidades que hoy juegan un rol preponderante, como el presidente palestino Abbas. Por lo tanto, la Autoridad Palestina está dispuesta, a mi juicio, con el apoyo activo de muchos países árabes importantes como Arabia Saudita, Egipto, Jordania, Emiratos Árabes Unidos, a respaldar una iniciativa de paz árabe, que le daría a Israel relaciones diplomáticas con 22 países árabes y 57 países musulmanes. Es decir, la finalización del conflicto y la normalización de las relaciones diplomáticas serían parte de ese tratado. A mí no me cabe ninguna duda de que en este momento hay un interlocutor para esto del lado palestino. Esto está en contraste radical con Hamas, que no acepta la existencia de Israel y sigue la estrategia de la lucha armada. Del lado israelí, tenemos a casi la mitad de los 120 miembros de la Kneset que estarían a favor de un plan de paz, identificado con los esfuerzos del gobierno de Obama por llegar a un acuerdo diplomático.
NS -En este contexto diplomático, ¿cómo interpreta el rol de los gobiernos latinoamericanos?
EK -Los gobiernos latinoamericanos han tenido últimamente cierto rol de liderazgo a nivel de la comunidad internacional al reconocer casi todos ellos al Estado palestino en forma plena, y apoyar su membresía plena en las Naciones Unidas. La región vuelve a jugar un rol importante, como lo tuvo también en la creación del Estado de Israel. Después de muchos años de cortar relaciones diplomáticas en algunos de los casos más extremos, o de cierto énfasis en votar en contra de Israel en ámbitos diplomáticos mientras que en el plano bilateral se sostienen buenas relaciones con Israel (sobre todo en lo comercial), estamos viendo ahora un creciente rol de América Latina como unidad en el plano internacional. Hemos presenciado una globalización del conflicto. En 1947 esto era impensable: Latinoamérica era una región remota donde casi no había intereses en el Medio Oriente. En el contexto de las relaciones “Sur-Sur”, hay una identificación de Israel con Estados Unidos, que es el único que lo apoya a nivel internacional. Este apoyo es fragmentado, precario y poco utilitario, porque la administración Obama obviamente no tiene afinidad con la administración Netanyahu. Entonces, con esa debilidad tan grande que hay de apoyo internacional a Israel, los latinoamericanos están ocupando crecientemente una posición de tercera vía: se están posicionando en contra del Gobierno de Israel, pero no necesariamente en contra de la voluntad de muchos israelíes. Yo personalmente creo que es muy importante que Palestina sea un Estado miembro de las Naciones Unidas a la par de Israel como medio para avanzar hacia una solución. Creo que este rol importante de América Latina va a seguir en el futuro, y personalmente me interesa pensar cuál va a ser el rol de las comunidades judías y árabes o musulmanas de la región.
Ya vimos las consecuencias serias de la importación del conflicto a la región: primero, en la embajada de Israel en Buenos Aires, y después en la AMIA. Junto a un grupo conformado por judíos y árabes argentinos, llamado Consenso Argentino Pro Paz Palestino Israelí (CAPPI) buscamos revertir la ecuación: en lugar de importar el conflicto a América Latina, queremos exportar una tradición de convivencia entre comunidades propia de la región. Estamos pasando a una época en la que podemos “guionar” nuestras identidades, es decir, puedo ser árabe-argentino, judeo-argentino, ítalo-argentino. Cuando vivía en este país, la argentinidad y el crisol cultural eran la norma. Hoy estamos hablando de que cada grupo tiene el derecho de ser distinto.
NS -¿Cómo entiende la posición clásica que ha tomado la izquierda frente al conflicto?
EK -Creo que dentro de lo que yo llamaría la izquierda dogmática (que bajo ningún concepto abarca a toda la izquierda) hay una actitud vinculada a simplificar las cosas en blanco y negro, y asumir que el lado débil siempre tiene más razón que el lado fuerte. Pienso que esta izquierda dogmática debería reorientar sus esfuerzos y dejar de buscar culpas, pasando a buscar la solución al conflicto. Para esto, se debe esforzar en hacer un análisis mucho más profundo. Voy a dar un ejemplo: con mis colegas palestinos decidimos no hablar mucho de la última guerra en Gaza, sino más del problema de la ocupación, que es la raíz que genera todas estas nuevas disputas. Cuando se trata de hacer el acuerdo de paz, los arruinadores de ambos lados –que serían el Hamás y los colonos judíos- toman alas y tratan de buscar soluciones violentas, congelando el proceso de paz. En lugar de hablar solamente del gran número de víctimas palestinas (recordemos las más de 2.000 víctimas fatales palestinas frente a las 72 víctimas israelíes) se debe hablar también de la intención de matar de Hamás, con 4.500 quinientos proyectiles tirados durante la guerra de Gaza. Estos proyectiles estaban dirigidos a la población civil y no causaron más muertos gracias al sistema defensivo israelí y la preparación de la sociedad israelí frente a estas situaciones.
Una izquierda racional debería reconocer los errores de ambos lados, y no precipitarse a apoyar a una organización autoritaria que priva a la mujer de sus derechos, que mata en plazas públicas a los que considera colaboradores sin juicio previo, entre otros actos. Yo, como una persona de izquierda y progresista, no puedo comprender cómo se atreve alguien en esa izquierda a apoyar a esa organización, que es teocrática y reaccionaria. Ciertas posturas son desafortunadas en conflictos como este que son controvertidos incluso entre quienes son pro paz en Israel. Israel se retiró de Gaza, a mi juicio de manera tonta porque no fue el resultado de negociaciones, pero esto no justifica que desde entonces se hayan disparado cohetes contra Israel.
En conclusión, los esfuerzos latinoamericanos de avanzar en el reconocimiento del Estado palestino me parecen positivos, pero la crítica apuntada unilateralmente hacia Israel sin incluir a Hamas me parece errónea. Un ejemplo es el caso de Uruguay, un país que admiro, donde la actitud del gobierno saliente fue decepcionante. Las expresiones del gobierno fueron históricamente incorrectas y unilaterales. En el caso de Venezuela, la crítica está más claramente enfocada a un sólo lado. Esto contrasta con la actitud del gobierno de Correa en Ecuador, que sí se ve como un interlocutor para ambos lados. Una alianza incondicional con un lado no ayuda; lo que se debe intentar es ser interlocutor con ambos, y apoyar las fuerzas de paz donde se encuentren, a la vez que se condenan las fuerzas de guerra que juegan un rol en el conflicto. El rol de América Latina debe ser el de un interlocutor sur-sur que lleve un mensaje de paz justa.
NS -¿Dónde ubica la actitud del gobierno argentino?
EK -Ha habido altibajos. Creo que Argentina desea, si puede, recuperar una imagen de tercera parte constructiva; tiene un problema para esto con algunas cuestiones del pasado que no se han solucionado. En el sentido en el que venimos conversando, creo que Argentina tiene la intención de ser un interlocutor válido para ambos lados. Ojalá esto pueda suceder, debido a su importancia en la región.
NS -¿Cómo analiza la respuesta de la diplomacia israelí frente a esta realidad política latinoamericana?
EK -No es un secreto que hace unos años atrás la Cancillería israelí decidió poner todos los huevos en una canasta: Estados Unidos. A nivel multilateral, ya hay una decisión de que el partido está perdido, pero a nivel bilateral hay preocupación ante las posibilidades de un creciente aislamiento internacional.