Si tomamos en cuenta que desde fundación, Israel mantuvo un estado de guerra con los países vecinos árabes, en los cuales los enfrentamientos ocurrían entre Estados, se podría considerar que la mayor amenaza a la existencia de Israel existió durante el periodo comprendido entre 1948 y 1979, es decir desde el periodo de su fundación como Estado hasta la firma del tratado de paz con Egipto, en el cual la mayor amenaza regional en ese entonces para Israel fue neutralizada y convertida en aliado.
Sin embargo, las amenazas a la seguridad de Israel no existían solo en el terreno externo sino también, pero en menor medida en el frente interno, en el cual se luchaba una guerra de manera asimétrica. En este caso, los enemigos del Estado de Israel fueron representados desde 1964 hasta la firma del tratado de Oslo en 1994 por la OLP, organización palestina cuyo origen se remonta a los refugiados árabes de la guerra de 1948 y se caracterizaba por reclamar un Estado palestino laico, no reconocer a Israel y clamar por su destrucción. En ese aspecto, las distintas agrupaciones armadas (siendo Septiembre Negro la más tristemente célebre), se dedicaron a cometer atentados y ataques contra objetivos Israelíes. Luego de 1994 y con el reconocimiento de una autonomía palestina, la ANP, esta terminó siendo dominada por el sector que adhería al liderazgo de Yasser Arafat. Parecía entonces que la paz tanto externa como interna en Israel era posible, pero la historia demostró que esto no iba a ser así.
Surgimiento de Hamas
Hamas surge como organización en 1987 en la Franja de Gaza, como un vástago de la Hermandad Musulmana egipcia. En un principio tenían un rol de ayuda social en la población gazatí, que vivía sumida en la pobreza y decepcionada del liderazgo palestino encarnado por Al Fatah. En ese contexto, Hamas creció como una organización contestataria a la corrupción del liderazgo palestino tradicional y fue construyendo su poder gracias a la prédica religiosa y el trabajo social, lo que fue aumentando su prestigio e influencia en la sociedad. Israel dejó crecer a esta agrupación porque le era funcional que hubiera una fuerza política que pudiera rivalizar con Al Fatah.
En 1987, cuando comenzó la primera intifada, Hamas decide volcarse a la lucha armada contra Israel, desviándose de su rol original. Desde 1987 a 1995, esta agrupación se dedicó a atacar objetivos militares y era uno de muchos grupos palestinos armados, pero con la particularidad que se empezó a utilizar la religión como un arma de adoctrinamiento y construcción de poder, algo que ninguna fuerza política palestina había intentado anteriormente.
En 1995, sin embargo, Hamas adoptó una estrategia que los haría entrar en la historia como organización terrorista, con la subsecuente condena internacional, al utilizar atentados suicidas dirigidos hacia la población civil. La radicalización de esta agrupación pudo haber sido consecuencia de dos factores interrelacionados. El primero fue la firma del mencionado tratado de Oslo de 1994, que Hamas rechazó porque no reconoce a Israel, y por lo tanto quedó como la única agrupación armada opuesta a un tratado de paz y la deposición de las armas y la violencia. Por otro lado, y un aspecto que vale la pena mencionar, ese mismo año en Hebrón, un judío fundamentalista llamado Baruch Goldstein entró armado a una mezquita y asesinó a 29 palestinos. Ese hecho indignó a la población palestina y se fortalecieron los argumentos de Hamas para intentar convertir el enfrentamiento árabe-israelí en un conflicto sectario y religioso.
A partir de ese entonces, y con el uso de la violenta extrema, Hamas fue responsable del asesinato de numerosos civiles israelíes, ante lo cual Israel respondió con una política de asesinatos selectivos que se mantiene en la actualidad. Luego del asesinato de Itzhak Rabin, se intentó continuar con el proceso iniciado en Oslo mediante la conferencia de Camp David II, en la cual el primer ministro Israel de entonces, Ehud Barak, le ofreció a Yasser Arafat varias concesiones para lograr darle un fin definitivo al conflicto, pero Arafat las rechazó. Con el posterior ascenso de Ariel Sharon al cargo de primer ministro, la oportunidad para lograr un acuerdo definitivo se esfumó y en el año 2000 estalló la segunda intifada, la cual demostró que en este conflicto lo que dificulta su resolución es que a veces las dos partes enfrentadas no buscan la paz. Para Israel la mayor dificultad radica en lograr un equilibrio en su sistema político, ya que al ser un sistema formado por coaliciones es muy difícil lograr un consenso para negociar la paz, ni hablar de las divisiones políticas existentes en el arco político israelí. Del lado palestino lo que podemos notar es que aunque existe una autoridad palestina autónoma y reconocida, ésta no mantiene control de facto en su territorio y tampoco sobre otras agrupaciones armadas que se niegan a la negociación y al reconocimiento de Israel. En 2005, Israel se retiró de Gaza, allanando el terreno para la toma del poder por parte de Hamas en 2007. La corrupción de la ANP y el hartazgo de la población gazatí con aquella dirigencia facilitaron que una organización terrorista se apoderara del territorio.
Estrategia mutua de conflicto perpetuo
Desde el año 2008, se ha generado una dinámica en la cual Hamas dispara misiles desde Gaza a población civil israelí, lo que genera una reacción del Estado que bombardea Gaza o lleva adelante la política de asesinatos selectivos. Este conflicto genera pérdidas de vidas humanas sobre todo del lado palestino, en gran parte debido a la utilización de población civil como escudos humanos por parte del Hamas.
Del lado de Israel tenemos actualmente a un gobierno de derecha representado por Benjamín Netanyahu, que mantiene el estatus quo y ha demostrado en más de una ocasión que no tiene intención de acabar el conflicto, ya que estimula la construcción de asentamientos judíos en Cisjordania y asume que no se puede dialogar con los palestinos. Al mismo tiempo el gobierno del actual primer ministro no termina de tomar las medidas más extremas para lidiar con la amenaza de Hamas, lo que demuestra que su estrategia está dirigida más bien a “administrar” el conflicto más que solucionarlo.
Por el lado palestino tenemos al presidente Mahmud Abbas con una actitud ambivalente, aunque algo más conciliadora si se lo compara con Yasser Arafat, pero al mismo tiempo no tiene la misma capacidad de liderazgo ni el carisma que su antecesor.
En Gaza, Hamas mantiene el control del territorio y a pesar del bloqueo, la agrupación terrorista todavía logra mantener la lealtad de la población. Los intereses de Hamas son nacionalistas, utiliza la religión como arma política para adoctrinar el fanatismo entre sus miembros pero aun así ha demostrado cierto pragmatismo a la hora de finalizar un conflicto armado con Israel. La violencia para Hamas tiene un fin meramente utilitarista y es la razón de ser de esta agrupación, que necesita que el conflicto continúe para seguir justificando su control y poder.
A pesar de los misiles y atentados que Hamas ha cometido contra Israel, cobrándose innumerables vidas, continua siendo un grupo terrorista y no tiene posibilidad alguna de imponerse militarmente a Israel, por lo tanto habría que entender este conflicto como asimétrico , con sólo dos posibilidades: o la destrucción total de la agrupación o la negociación pragmática que le pueda dar un final al derramamiento de sangre.
La destrucción total del enemigo hoy en día se vuelve impracticable, ya que Hamas mantiene apoyo popular en la población palestina, lo que permite generar cuadros de reemplazo en forma rápida si uno de sus miembros muere o es asesinado por Israel.
El mejor ejemplo que se encuentra de una guerra asimétrica, en la cual un Estado se impuso militarmente a un grupo armado insurgente, es la guerra civil de Sri Lanka (1983-2009), en la cual el Estado derrotó militarmente a la insurgencia Tigres de Tamil, con el consecuente alto costo social y de vidas humanas que trajo aparejado, y ni hablar del costo político que afronta Sri Lanka al respecto en la comunidad internacional.
Para muchos analistas militares, de la única manera que Israel podría neutralizar a Hamas sería reocupando militarmente la Franja de Gaza y utilizando todos los medios militares a su disposición, lo que traería como consecuencia muertes de militares israelíes y la condena internacional, y probablemente se termine generando una situación de abuso y violaciones de derechos humanos.
El costo de la paz
En los hechos recientes, se mantiene una situación de estancamiento en la cual ninguna de las dos partes puede destruir a la otra, pero al mismo tiempo ninguna de las dos está interesada en dialogar con la otra. Tal vez, la única salida posible que se vislumbra a futuro es un escenario en el cual el costo para combatir a Hamas sea mayor que el de negociar la paz. Es decir, cuando Hamas reconozca que no puede ganar ni obtener ninguna concesión por parte de Israel por medio del uso de la violencia, en una situación que se asemejaría a la resolución del conflicto entre el IRA y Gran Bretaña, la cual terminó llevando al acuerdo de Semana Santa de 1998, donde se puso fin a un conflicto sectario entre católicos y protestantes. Sin embargo, hay que tener en cuenta la complejidad del conflicto israelo-palestino, en el cual no hay ninguna garantía de que una vez que Hamas deponga sus armas, otra agrupación armada no quiera ocupar su lugar, lo cual refuerza la idea de que el conflicto debe solucionarse tanto desde el punto de vista de la seguridad como político, para evitar el surgimiento nuevamente de la violencia.
El punto que nos deja en cuestión es, ¿qué rol ocupa Hamas hoy en día para Israel? ¿Es este movimiento una amenaza existencial para la seguridad del los ciudadanos israelíes? La realidad es que más allá de los atentados suicidas o los misiles que Hamas logre lanzar desde Gaza hacia población civil, podrán causar un número considerable de víctimas, pero no poner en riesgo la supervivencia de Israel, como sí lo puede encarnar otro Estado que amenace a Israel con su destrucción.
El máximo daño que puede ocasionar una organización terrorista a un país es desestabilizarlo desde el punto de vista social y político, pero nunca va a poner en riesgo la existencia misma del Estado, ya que es poco probable que una organización de este estilo pueda tomar el poder. En el caso de Hamas, aunque en su carta fundacional llame a la destrucción de Israel, se trata de un objetivo que en la práctica sería imposible de llevar adelante en el aspecto militar. Hamas controla en forma de facto el territorio gazatí, pero aun así no es reconocido a nivel internacional por ningún otro Estado soberano y su base de poder seguirá manteniéndose en parte de la población empobrecida de Gaza, que ve en Hamas a sus salvadores y no a los principales causantes de sus desgracias.
* El autor es Licenciado en Recursos Humanos y estudiante de Ciencia Política.