El Rey de la Comedia, una historia modificada

Los treinta años del Nunca Más, la creación del Estado de Israel y la Reforma Universitaria son abordados por el autor de esta columna como ejemplos de procesos en donde el objetivo inicial que los constituyó se fue corriendo debido a la influencia de nuevos paradigmas. “Esto no quiere decir que los objetivos no puedan cambiar, sustituirse u olvidarse, sino que son corrompidos, tergiversados y se habla de los mismos como si fueran y no fueran al mismo tiempo”.
Por Gustavo Lázaro Lipkin *

Las cosas no son como parecen ser. En 1982 Martín Scorsese, presentaba una comedia dramática interpretada por comediantes célebres de los años ‘40 y ‘50 y por un actor que quiso serlo, no pudo, pero llegó a ser uno de los íconos del arte dramático, intitulada “El Rey de la Comedia”. El filme no fue aceptado, comprendido, interpretado y de él sólo se recuerda al caído Jerry Lewis, sin que eso haya sido la idea original.
En el cómico de la familia, Billy Cristal rememora a la historia del humor judío, con un cameo del propio Jerry Lewis que es memorable. La película no obtuvo el resultado deseado, sin embargo, hoy es recordada por ese momento único.
El eufemismo en el cine es muy difícil de filmar, desde la comedia “Mentiras que matan” (Wag the Dog), que tuvo más repercusiones en ámbitos académicos que cinematográficos, hasta la conceptual “El gatopardo”, estrenado con casi 40 minutos menos que su versión original, aun así perduró en el tiempo como una pieza esencial en la historia del cine en general, su versión fue el ejemplo del gatopardismo, el cambio de las clases dominantes sicilianas para adaptarse, sin que en el fondo cambie nada, a la unificación que era el modernismo.
Es muy común ver que el objeto deseado en la pragmática (para el caso que exista alguno) del texto, sea modificado, manipulado o tergiversado en el futuro. Tal cosa sucedió dramáticamente en estos acontecimientos que pasaré a relatar.
El primero, a treinta años del libro “Nunca Más”, hoy es parcialmente desconocido por las nuevas generaciones, su objetivo fue manipulado, se le agregó un prefacio que modifica sus objetivos; en segundo lugar, la idea de los primeros “sionistas” de origen europeo choca con un país que se encamina a ser un gueto; y por último, el eslogan de la apertura universitaria argentina bajo el lema de la elitista “Reforma Universitaria” choca con la incorporación de institutos que con la excusa de la ampliación de la autonomía tienden a modificar y destruir su base.
No son los únicos ejemplos, no son absolutos, sólo son meras visiones.
Llamaré exceso de corrección, a la necesidad de brindar una fundamentación a los hechos de modo tal que aparezcan como una estrategia diseñada para maximizar aquellos valores que se dice sostener, en el caso, derechos humanos y más democratización en los claustros académicos. Esta terminología la extraigo de la teoría Radbruch-Alexi y se utilizó para medir el valor moral en las instituciones estatales, como lo es “El Derecho”.
La cultura tiende a representar sus eventos en modo diferente a los hechos. Una cosa es la historia de acontecimientos y otra muy distinta como se los muestra, expone y por último recuerda.
Tomaré algunos ejemplos muy diferentes y que sin embargo confluyen, como haría una buena historia coral.
Es como aquel que usa el gerundio para alargar la historia y que termina siendo la trama misma, estamos a treinta años del informe elaborado por la CONADEP, que conforma con el juicio a las juntas militares y líderes de los movimientos que operaron desde 1973 y hasta 1976 como el ERP, Montoneros y la para-estatal Triple A.
Todo ello se resolvió el mismo 10 de diciembre de 1983 cuando asumió el gobierno democrático del presidente Alfonsín, que elevó al Congreso Nacional el proyecto de la ley de derogación de la intitulada “Ley de pacificación nacional” o, de auto-amnistía y cinco días después dispuso la creación de la CONADEP (Comisión Nacional de Desaparición de Personas).
De esta comisión, multi-sectorial y multi-religiosa, surge el informe sobre la desaparición forzosa de personas, que después fue publicada bajo el título de “Nunca Más”, una obra literaria escrita por varios de sus miembros y presidida por el escritor Ernesto Sábato, secundado, entre otros, por el obispo de la Iglesia Argentina Metodista Carlos T. Gattinoni; el extraordinario Gregorio Klimovsky; el rabino creador del Seminario Rabínico conservador Marshall Meyer; el monseñor Jaime de Nevares, un olvidado prócer argentino, la periodista Magdalena Ruiz Guiñazú y; en el rol de secretaria, Graciela Fernández Meijide, del partido Demócrata Cristiano.
Estas dos medidas, la derogación de la auto-amnistía y la creación de la Comisión, sumada a la decisión de iniciar el proceso de apelación a los responsables de secuestros seguidos de torturas, apropiación de menores, reducción a servidumbre de miles de individuos entre 1973 y 1983, es una gesta inconclusa que en el tiempo se fue tergiversando, hasta tal punto de implantar un nuevo prólogo en el libro “Nunca Más”, para recrear la idea que los derecho humanos son parciales.
El 20 de septiembre de 1984, Sábato entregó el resultado de la investigación de la Comisión, con un célebre prólogo que fue acusado de enarbolar la denominada teoría de los dos demonios, que consistía en afirmar que la represión armada llevada adelante por el Estado argentino a partir del 24 de marzo de 1976 fue la consecuencia inmediata y necesaria del accionar de las organizaciones ERP, Montoneros y Triple A, sustancialmente entre 1973/76.
Frente a ello, en el año 2006, se escribe un nuevo prólogo, que fue redactado por la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, que se agrega a su anterior, pero que ofrece una visión muy diferente, bajo la excusa que la represión de Estado nunca puede ser justificada por el accionar de grupos insurrectos que operaron durante la etapa llamada “democrática” entre 1973/76.
Esta polémica ya estuvo presente en el momento en que se constituyó la Comisión, cuando el Dr. René Favaloro renunció a su nombramiento en ella por haberse omitido entre sus misiones la investigación de las desapariciones y crímenes de la Triple A, manejada desde el mismo gobierno de Isabel Martínez y su Ministro José López Rega.
El gobierno militar, después de la derrota militar en la guerra del Atlántico Sur y del quiebre económico, le ordena al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas la investigación del accionar en la lucha anti-subversiva y que culminó con la sanción de la ley de auto-amnistía Nº: 22.924 el día 22 de septiembre de 1983. Esta amnistía involucraba todos aquellos delitos cometidos “con motivación o finalidad terrorista o subversiva, desde el 25 de mayo de 1973 hasta el 17 de junio de 1982”.
Esta ley por tanto beneficiaba tanto a los militares como a los civiles involucrados durante el gobierno de Juan Perón e Isabel Martínez, como aquellos que actuaron con las juntas militares. Una gran parte del espectro político de aquel entonces estaba a favor de la validez de esta norma y se propiciaba su ratificación por la incipiente democracia. Cabe recordar en ese sentido a los candidatos a presidente, vice, y gobernador de la provincia de Buenos Aires por el PJ y sus aliados, así como partidos del interior y algunas líneas internas de la propia Unión Cívica Radical, parte del Socialismo Democrático, etc.
A pesar de ello, la derogación de esa normativa, una vez en el gobierno el presidente Raúl Alfonsín, fue apoyada mayoritariamente en ambas Cámaras Legislativas.
Así, nacida desde las adversidades, la democracia pudo procesar los delitos de lesa humanidad con la modificación del procedimiento de apelación por ante la Cámara Federal en lo Criminal de Instrucción de la Capital Federal de los fallos del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas y eliminada la ley de auto-amnistía. Pero a poco de iniciarse, este impulso fue vaciándose de contenido y la misma imposibilidad de manejar la violencia en la década del ‘70 se materializó en procesar la reparación jurídica e histórica.
El gobierno de Raúl Alfonsín, que fue uno de los pocos candidatos que propició la derogación de la ley de auto-amnistía y el juzgamiento de los delitos de lesa humanidad, comenzó con las instrucciones a los fiscales federales de poner un límite temporal al inicio de procesos, posteriormente, la sanción de las leyes de Punto Final (Nº 23.492) y de Obediencia Debida (Nº 23.521), esta última, otra amnistía.
Todo este proceso, también denominado de pacificación, finaliza con los decretos de indultos dictados por el presidente Carlos Menem, quien inicialmente había apoyado la derogación de la ley dictada por los Militares, se había opuesto a la ley de Obediencia Debida y, que a título personal, estuvo varios años detenido por el sólo hecho de haber sido gobernador de su propia provincia.
Aquello que parece ser de un modo, aparece de otro; algo que parece pasado, fue presente y, algo que no tendría que haber sucedido puede volver a pasar. Es la historia ambivalente que está emparentada con el aniversario del libro “Nunca Más” de la CONADEP.

Al asumir su gobierno el presidente Néstor Kirchner, tomó el discurso del “Juicio y castigo” a los responsables de la represión armada entre 1976/83. Su reactivación fue posible con la nueva composición de la Corte Suprema de Justicia, la cooptación de la academia jurídica siempre en manos de las universidades que eran, hasta ese entonces, tradicionalmente antagónicas al poder de turno y la adaptación de la legislación a los parámetros de la Constitución del año 1994, reforma constitucional forzada y para muchos una manipulación del sistema tan sólo destinada para permitir la reelección del presidente.
El nuevo discurso quedó sin la investigación de los delitos cometidos por la Triple A, Montoneros y ERP, ya que no fueron considerados delitos de lesa humanidad y, por tanto, la nulidad de la ley de Obediencia Debida y de los indultos presidenciales no podía extenderse a éstas organizaciones.
El punto hubiese quedado así, salvo por el hecho que el discurso llevado a un nuevo prólogo del libro “Nunca más”, da cuenta de la disidencia con la idea que la represión estatal fue la reacción al accionar de aquellos grupos que actuaban fuera de su ámbito.
Quizás la idea que la Triple A, y aquellas organizaciones que utilizaban el método de la guerrilla, eran tan estatales como la represión de los gobiernos militares posteriores, de un modo tal que no fue un proceso dialéctico sino una continuidad. El vínculo entre Montoneros y ERP con el gobierno del presidente Cámpora era notorio, como la implementación de la Triple A fue la respuesta del gobierno de la presidente Martínez a la perenne y violenta interna peronista.
Esos debates, ya están sepultados. No habrá investigación, atribución penal, ni análisis histórico.

El Estado de Israel
El segundo segmento de esta historia coral está relacionado con el desarrollo de la creación de un Estado Judío, tal cual lo pergeño el sionismo. Israel no es el primer Estado judío en la historia, desde los reinos de Israel y Judea, como el reino de Kazaria en la zona de los mares Negro y Caspio, y el Distrito Nacional Hebreo creado por Lenin en la ex URSS, en la zona de Bielorrusia en la frontera con China. Este tenía un destino diferente de todos aquellos.
La idea de configurar un Estado teocrático judío es tan antigua como la aparición de hebreos en Europa, tanto mediterránea como en el este. Pero el sionismo del siglo XIX pretendió un Estado moderno, de neto corte nacional. La elección de la tierra de Canaán identificaba el regreso a la Tierra Prometida, un lugar con un fuerte tinte en la identidad del pueblo judío.
La conformación del Estado judío pasó de ser una mera hipótesis, más después que el Reino Unido tomó la zona como protectorado, a una realidad tangible después del Holocausto en la Segunda Guerra Mundial, hasta que en 1948 se lo constituyó
Los primeros gobiernos del Estado de Israel fueron de neto corte sionista y de un sionismo no confesional, de naturaleza político. La intención del sionismo laico era crear un país cosmopolita, no divorciado del elemento religioso como pauta de la idiosincrasia nacional judía, pero abierto a todas las visiones y formas de ver al fenómeno de “lo judío”.
El Estado de Israel fue jaqueado desde el primer día de su conformación, el sitio de Jerusalén es el más claro ejemplo de ello. La visión inicial de ese sionismo laico y político, socialista utópico fue atacada y tergiversada. Desde las voces antisemitas que unen al sionismo con ingleses y hasta con nazis, desde hacerlos culpables de presuntas invasiones a todos aquellos países que deseaban como si fueran una especie de imperio que todo lo podía (ejemplo el llamado “Plan Andinia”)
Hoy en día, como un efecto indeseable del conflicto con Hamas en la Franja de Gaza, proliferan voces antisemitas, ahora viralizados en redes sociales y en el pensamiento general de clases bajas, medias y altas. Se puede leer cómo el sionismo hizo un acuerdo con los jerarcas de las SS nacionalsocialistas para colonizar Palestina, cómo se expulsó al pueblo palestino, una versión de masonería judía como sinarquía internacional y sandeces por el estilo.
La visión política y económica de los primeros gobiernos en Israel, con Jaim Weizman, Moshe Dayan, David Ben-Gurión, Golda Meir, Shimon Peres, Isaac Rabin, entre muchos otros líderes, fue la de asegurar el territorio atacado desde el bloque soviético y los países árabes en general, generar un polo de desarrollo desde las pequeñas granjas hasta los grandes emprendimientos agrícolas, con una industrialización que se logró a golpes de procesos híper-inflacionarios y crisis económicas como las que estamos tan acostumbrados en Argentina.
El proceso político israelí fue integracionista. En esa dinámica se rescataron judíos en Etiopía y en la ex URSS, siendo un lugar que recibía todo tipo de corriente de pensamiento.
Pero de poco, Israel se convirtió en un nuevo proyecto de gueto, tal como los había en la vieja Europa antisemita, aquí las murallas fueron para muchos, en especial para el movimiento masortí: sus conversos, sus rabinos y sobre todo: el judío laico. El control de los ortodoxos sobre cementerios, conversiones, casamientos fue un avance que confluye el voto de esos grupos y los ultras en la conformación de gobiernos de derecha, como los del Likud. El cambio político consiste en colocar una institución única interpretativa del judaísmo en manos de los ortodoxos y ultras, relegando a los conservadores.
El Rabinato Ortodoxo y los ultras ortodoxos, muchas veces encuentran apoyo en varios otros sectores, en detrimento del movimiento conservador, reformista, del judío por opción y laico.
Ello relega el rol de “verdadero judío” a algunos en detrimento de otros, bajo la promesa que su crecimiento vegetativo es superior del resto del rango social.
Cualquier gobierno, en especial desde la llegada de millares de judíos ortodoxos provenientes de Europa del este, que en su mayoría desdeñan la misma idea de obedecer a un “Estado” que esté por sobre encima de su propio grupo de pertenencia, necesitará de una fuerte cohesión o del apoyo de este voto regresivo.
Así, la maquinaria de un Estado progresista, productivo e igualitario cede a la pretensión de algunos partidos que pretenden gobernar a cualquier precio, cediendo la propia esencia de Israel.
El sionismo luchó contra el régimen inglés que ejercía un protectorado sobre casi todo Medio Oriente, que llegó a rechazar barcos enteros de refugiados de guerra y regresarlos a los mismos campos de concentración, pero ahora las voces antisemitas elevan sus teorías clásicas del imperio expansivo.
La paz en Medio Oriente está jaqueada si los sujetos colectivos que intervienen son fundamentalistas o, están con una agenda donde el estado garante de toda la judería, en especial después del Holocausto, fue desechado.
Desde ese sionismo utópico, al actual estado de cosas, el proyecto es reinterpretado y, se reproducen las condiciones de división que siempre atentaron históricamente contra la unión del pueblo de Israel.

Apertura universitaria
El tercer lugar, muy a diferencia del resto del mundo y con un resultado no muy alentador, Argentina defiende el principio de un esquema universitario de apertura. Se pregona que las universidades, bajo la impunidad que brinda una cláusula constitucional incorporada en el año 1994, que establece que el Congreso Nacional deberá garantizar mediante leyes reglamentarias: “la autonomía y autarquía de las universidades nacionales”, tiene la facultad de dictar reglamentos y estatutos de modo ilimitado, aun cuando el propio Estado del que dependen económicamente intente limitarlos.
Esta cláusula se fundamentaría en la reforma universitaria, donde el triunfó el movimiento reformista, que tuvo por finalidad un gobierno universitario autónomo integrado por  profesores que renueven sus cargos en forma periódica a través de sistemas abiertos, habiéndose decidido por el concurso público. Por otro lado, los alumnos organizados integran las asambleas deliberativas en los rectorados y facultades.
Con el tiempo, se incorporaron otros claustros en el gobierno universitarios, como el de graduados y a partir del año 1995 el de los empleados o “no docentes”.
La idea de la democratización de las estructuras universitarias se garantizaba con su autarquía y autonomía, de modo tal que ningún tipo de intervención puede alterar la libertad académica y democracia interna.
Este paradigma se llevó al colmo del paroxismo, cuando grupos se enquistan en los rectorados utilizando el esquema obtenido por la reforma. De este modo, los claustros de graduados y alumnos son grupos de afinidad y clientelismo, todo sin identidad universitaria y con el solo fin de perdurar en el gobierno.
Con el pretexto de la democratización, los profesores en los concursos públicos y abiertos, son evaluados por alumnos sin ningún tipo de idoneidad, imparcialidad, rigor académico, prestigio ni méritos; aunque por el contrario, aquellos no puedan participar en modo alguno en la admisión de candidatos estudiantiles.
Con el pretexto de la democratización y participación se tergiversa la idea original y el objetivo deja de ser el “deseado”, para pasar a ser el “buscado”.

¿Qué tienen en común estos tres ejemplos?
En los tres casos citados, el objetivo inicial en el tiempo se va corriendo con nuevos paradigmas, de modo tal que ya el impulso inicial pasa a ser otro. Esto no quiere decir que los objetivos no puedan cambiar, sustituirse u olvidarse, sino que son corrompidos, tergiversados y se habla de los mismos como si fueran y no fueran al mismo tiempo.
Defender las fronteras para lograr el desarrollo nacional judío, hoy se convirtió en una guerra santa interna y externa, que se retro-alimenta e impide la paz.
El antisemitismo ahora se redirige en los siguiente apotemas: “tolero a los judíos, pero no a los sionistas”, “los acepto, pero no a su Estado”, “los palestinos son expulsados de sus propias tierras, por ello tienen derecho a atacar con misiles desde Gaza como antes lo hacían desde El Líbano”, “Israel  tiene derecho a existir pero no de defenderse”.
Los derechos humanos fueron vulnerados desde el 24 de marzo de 1976, olvidando que ese hito histórico fue el resultante de varios antecedentes, la designación de quienes conformarían la primer junta de gobierno en el golpe de Estado se produjo en el gobierno de Perón y Martínez, al igual que López Rega (creador y ejecutor de la Triple A) fue traído, sostenido y financiado por ese gobierno. Quizás no sean dos demonios, sea sólo uno.
La necesidad del clientelismo le otorga a los alumnos la oportunidad de purgar sus propias asignaturas pendientes, al poder, sin calidad, evaluar a los profesores, de modo tal que si la política justifica vengarse de un grupo de profesores que no le son afines en su forma de pensar, la periodicidad en las cátedras es la oportunidad de sacárselos de encima, y de este modo, la autonomía es una ilusión.
El cómico de la familia, el Rey de la Comedia, demuestran que la comedia es tragedia por más tiempo.

* El autor es profesor titular ordinario de la primer cátedra de Introducción al Derecho de la Universidad Nacional del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires, profesor adjunto regular del Departamento de Teoría General del Derecho y Filosofía del Derecho de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, doctorando de la Facultad de Derecho de la UBA, Docente Categorizado en el marco del Programa de incentivos a docentes investigadores de Universidades Nacionales –decreto 2427/93-; Investigador y director de investigaciones en la UNNOBA, Especialización en Epistemología e Historia de la Ciencia en la Universidad Nacional de Tres de Febrero.