De vez en cuando hay que hacer
una pausa,
contemplarse a sí mismo
sin la fruición cotidiana,
examinar el pasado,
rubro por rubro,
etapa por etapa,
baldosa por baldosa,
y no llorarse las mentiras
sino cantarse las verdades.
Pausa, de Mario Benedetti
Este Iom Kipur le presté especial atención a la Haftará que se lee en el servicio de shajarit, correspondiente al profeta Ishaiahu (57:14 – 58:14). Me resultó muy interesante el planteo en relación al ayuno de Iom Kipur, de amplia observancia en comparación con otros elementos rituales –en aquel entonces y también en nuestros días–, mientras otros aspectos concernientes a lo humano son dejados de lado, o adquieren una relevancia menor en la vivencia de esta festividad.
Ishaiahu, como suele ser la esencia de los profetas, cumple con una función fundamental para la sociedad de su época: denunciar las injusticias que comete el pueblo, en especial aquellos que se encuentran en clases sociales acomodadas –ya lo decía Martin Buber: los primeros socialistas fueron los profetas-. Iom Kipur no es una excepción. Justamente es EL día en el que somos convocados a analizar y reparar nuestras acciones. “Kipur”, “kapará”, aluden a reparación.
“En su día de ayuno buscan sus negocios y oprimen a todos sus deudores. Ayunan para reñir y discutir, y herir con el puño de la violencia. No ayunen como lo hacen ahora si quieren que su voz sea oída en lo alto. ¿Es este el ayuno que habrá de agradarme? ¿Es así como el hombre aflige su alma? ¿Es para inclinar la cabeza como un junco y para tender sacos y cenizas? [Señales de duelo] ¿A esto llaman ayuno?”
Reparar nuestras acciones no se logra simplemente ayunando. Reparar nuestras acciones requiere replantearnos dónde estamos parados, qué lugar ocupamos en nuestra sociedad y cómo elegimos relacionarnos con nuestro prójimo. ¿Qué sentido tiene un ayuno cuyo objetivo es afligir nuestra alma si en el fondo no hacemos un jeshvón hanefesh (balance de nuestras acciones)? Iom Kipur, como cualquier otra festividad del calendario judío, es una oportunidad para detener la rutina y hacernos un espacio donde la reflexión y el análisis sean el centro. Pero después del desafío de pensarnos es necesario ver su reflejo en nuestra acción.
“No es este el ayuno que yo he elegido para liberar las ligaduras de la maldad, y para desatar las coyundas del yugo, y para que se liberen los oprimidos, y para que rompan todo yugo. Es para compartir tu pan con el hambriento, y para que traigas a los pobres que rechazaste en tu casa, y para que, cuando veas a alguien desnudo, le cubras con ropa, y para que no te ocultes de tu propia carne. (…) Si sacás de en medio de vos el yugo, el dedo amenazador, y las palabras arrogantes, y si abrís tu alma a los hambrientos y satisfacés el alma afligida, tu luz se levantará sobre las tinieblas y tu melancolía será como el mediodía”.
¿Cómo reaccionamos cuando sube una persona a pedir plata al colectivo? ¿Para dónde miramos cuando vemos a un pobre revolver los contenedores de basura en busca de comida? ¿Qué hacemos cuando nos encontramos con un tipo tirado en la calle sin ropa en pleno invierno? ¿Nos involucramos o nos desentendemos? Son hechos cotidianos los que marcan nuestra responsabilidad con la sociedad en la que vivimos. Todos sabemos que no solucionamos el problema dándole plata al que nos viene a pedir. Pero ignorándolo, haciendo como si no existiera, tampoco logramos nada.
Ishaiahu sigue denunciando hoy en día, y lo seguirá haciendo en cada sociedad y en cada tiempo donde las condiciones de vida no sean dignas, donde el hombre se vea despojado de su humanidad. No se trata de denunciar solamente lo que ocurrió en la Shoá, “con los nuestros”. También deberíamos abrir los ojos a lo que pasa acá, ahora. No nos ocultemos de nuestra propia carne.
Pensar es un privilegio de los que tenemos las necesidades básicas cubiertas. Pensar nos da la oportunidad de cambiar algo, de no ser pensados por ningún sistema. Hay muchos que aún no tienen esta posibilidad. Es una responsabilidad colectiva que la tengan.
Como javer de la tnuá Habonim Dror en Argentina, me es relevante pensar en cómo vivenciamos nuestro judaísmo desde un lugar que desestructure lo dogmático y nos permita construir un sentido pleno y relevante a nuestra existencia actual. Muchas veces, en este proceso hay cambios que son necesarios realizar y ello implica no adherir a ciertos componentes de los ritos. Otras tantas, resignificamos tradiciones cuyo énfasis no está en auge.
Deseo que Iom Kipur sea sinónimo de Jeshvón Hanefesh (balance de acciones) y no solamente un ayuno. Deseo fervientemente que hagamos de Iom Kipur el espacio para pensar las relaciones cotidianas que tenemos con nuestros semejantes. Con nuestros empleados y jefes, con nuestros amigos, con nuestra familia, con el colectivero, el portero y con cualquier persona. De las relaciones humanas estamos hechos los hombres. Aprovechemos que tenemos el beneficio de poder pensarlas, involucrémonos y seamos parte de la construcción de una sociedad más justa.