Al presentar el debate, Susana Gelber, presidenta de Meretz Argentina, explicó que el encuentro fue convocado para analizar la situación planteada en Medio Oriente luego de la última escalada de violencia que tuvo como epicentro a Hamas y la Franja de Gaza. “Planteamos la necesidad de, una vez aplacadas un poco las diferencias, hacer un debate con otro tipo de perspectiva, con profundidad, con un nivel académico alto, como el que hay en esta mesa, para ver distintas miradas sobre lo que está pasando, no sólo en relación a los palestinos, sino desde el explosivo contexto de Medio Oriente, para comprender mejor el desarrollo del conflicto, que ya lleva tanto tiempo, pero que también está enmarcado en una región bastante violenta, que juega también un papel importante”, destacó.
El primer orador fue Ricardo Aronskind, investigador de la Universidad Nacional de General Sarmiento y asiduo colaborador de Nueva Sión, quien abordó inicialmente el tema desde la mirada de los nacionalismos. “Estamos en presencia de un conflicto entre dos nacionalismos, con todo lo que eso implica, con todo lo bueno y con todo lo malo que tiene el nacionalismo. He leído mucha literatura israelí, y mucha literatura palestina, en donde básicamente se niega en algunos casos la existencia del otro”. Esta negación, explicó Aronskind, lleva a ambos grupos a afirmar que el otro es un invento. “Es una especie de utopía reaccionaria, porque si es cierto que el otro grupo social es un invento, si no tienen ningún fundamento serio, ni cultural ni histórico, de esa manera se termina disolviendo. Esto fue lo que esperó durante décadas la política israelí en relación a los palestinos: ‘Se van a terminar disolviendo, se van a terminar aburriendo, se van a terminar cansando, se van a radicar en donde están; algo va a pasar, pero se van a esfumar’. Y con los palestinos pasa algo bastante parecido. En la literatura de ellos dicen ‘esto de los israelíes es un invento, son europeos que están acá, y como no tienen ninguna sustancia ni nada, hay que molestarlos y se van a terminar yendo’. De hecho, hay en la imaginería palestina el antecedente histórico, que a algunos de ellos les encanta recordar, del reino cristiano de Jerusalén, durante las Cruzadas, que duró unas décadas, hasta que Saladino los derrotó y los echó”.
Respecto a estas hipótesis, Ricardo afirmó que “son dos estupideces absolutas, tanto la de que los palestinos se van a cansar y disolver o que el conflicto se termina por la vía militar, como la inversa, que tiene su versión más acabada en Hamas: ‘Cansémoslos, saboteémoslos, pudrámoslos para que se vayan a Occidente, de donde vinieron y se van a ir’. Esas dos miradas desconocen el hecho nacional israelí y el hecho nacional palestino”.
En el cierre de su exposición, Aronskind formuló una perspectiva novedosa para intentar resolver el desafío que representa Hamas. “La forma israelí de enfocar y expresar este conflicto es totalmente equivocada, no porque Hamas no sea una organización siniestra, sino porque incluso con organizaciones siniestras se trata de otra cosa. Una ideología de martirio es funcional cuando los niveles de opresión, de marginación, de miseria, hacen que dentro de todo el martirio sea una forma de pensar que hay algún futuro para uno y para el resto del pueblo en condiciones catastróficas. Aliviada la situación de falta de futuro, el martirio deja de ser funcional como ideología. Eso es lo que hay que desmantelar, hay que tratar de salir de una situación donde el martirio sea lo mejor que pueda hacer un pobre palestino por sí mismo y por su pueblo”.
Luego, Damián Szvalb, otro destacado colaborador de Nueva Sión, puso a la organización terrorista Hamas en el contexto de la profunda crisis política que atraviesa Medio Oriente. “En la región se produjo un proceso de desintegración de los Estados nación de una manera muy evidente, producto de dos hechos muy importantes: la invasión de Bush a Irak y la Primavera Árabe. Además de sacar del poder a Sadam Hussein, lo que Estados Unidos hizo en el año 2003 fue desintegrar el Estado iraquí, con la idea de establecer una democracia, quizás más al estilo Occidental. Entonces se suponía que todas las minorías iban a estar representadas; algo que ha fracasado evidentemente. El otro hecho, que prometía ser virtuoso, fue la famosa Primavera Árabe. Sociedades que durante años estuvieron reprimidas empezaron a desarrollar un atisbo de protesta social fuerte en las calles. Pero los sectores que empezaron, relacionados con la tecnología y lo académico, después no fueron los protagonistas principales, porque finalmente la protesta fue aprovechada por sectores organizados, más radicalizados, con otros objetivos, que se presentaron como actores o como alternativas de poder frente al vacío que había quedado”.
Damián describió interesantes movimientos que llevaron a cabo los palestinos en Cisjordania mientras se producían estos procesos en la región. “A partir de 2007, cuando la Franja de Gaza ya había sido tomada por Hamas, y luego de la conferencia de Annapolis, donde participaron Israel, Estados Unidos y el Cuarteto, la Autoridad Palestina empezó un proceso de construcción pre estatal por primera vez en su historia. Se empezaron a hacer por primera vez grandes progresos en muchas zonas de la Cisjordania, en términos de seguridad, de cuestiones sociales y económicas, etc. Y además, hicieron otra cosa revolucionaria los palestinos, que es utilizar fuertemente la diplomacia en los foros internacionales, si bien no como para poner contra las cuerdas a Israel, sí al menos para mojarle la oreja. Y mientras hacían esto, la Autoridad Palestina también renunció a la violencia, claramente: no hubo desde el 2007 hasta la actualidad, ningún acto de violencia grabe desde Cisjordania hacia Israel”.
En este punto radica la principal crítica que planteó Szvalb al gobierno de derecha israelí, dado que si bien facilitó soluciones, particularmente en términos de seguridad, no aprovechó este cambio radical en la postura de los moderados palestinos. “Netanyahu entra al poder con una idea clara: como la amenaza existencial para Israel es Irán, el asunto palestino pasa entonces a un segundo o tercer plano”, explicó. Y agregó: “Al hablar de ‘administrar’ el conflicto ningunea la cuestión. Es decir, los palestinos van a estar ahí, seguramente van a haber momentos más calientes, otros más fríos, pero se los va a ‘controlar de la manera en que los controlamos siempre’”.
La estrategia diplomática israelí de dejar a los palestinos de lado fracasó estrepitosamente, de acuerdo con Szvalb. “Por un lado, el nuevo presidente iraní terminó hablando con el presidente norteamericano, por primera vez desde la revolución; y por el otro, después de eso el Grupo de los 5+1 se sentó en la mesa con los iraníes por el tema nuclear, e Israel quedó aislado en ese momento. Además, el tema palestino volvió a adquirir una importancia preponderante, tal como demuestra claramente la última guerra”.
Precisamente, la reciente escalada de violencia que tuvo como epicentro al enclave de Gaza, puso en evidencia el fracaso diplomático de la alianza de derecha en relación al conflicto tal y como lo plantea Hamas. “Más allá de usar civiles como escudo y disparar contra civiles, y buscar la muerte de un montón de civiles israelíes y palestinos, Hamas sabía cómo iba a ser la respuesta de Israel, y sabe que eso no hace otra cosa que debilitar al mismo Israel. De esa manera lo aísla, por la condena internacional, e incluso con hechos puntuales, anecdóticos tal vez, como la interrupción de vuelos de ciertas aerolíneas, sobre todo europeas, que tenían miedo de que sus vuelos fueran alcanzados por misiles”.
Otro aporte interesante de Szvalb se produjo al finalizar su disertación. En línea con una perspectiva que también planteó Aronskind, propuso reforzar a los palestinos moderados. “Los moderados pueden contener de cierta manera a Hamas en un gobierno de unidad nacional. Hamas es un grupo siniestro, es verdad, pero ha demostrado pragmatismo a la hora de negociación. Sucede en todos los países del mundo, es el Estado nación el que frena o que intenta frenar a los fundamentalistas. Sucede en Israel, no hay que olvidarse de eso: Israel es un país democrático, con instituciones muy fuertes, y eso contiene a sus sectores extremos, que cada tanto se salen de cauce: no olvidemos que en el año ‘95 mataron a un primer ministro”.
Desde la otra vereda
El cierre del debate estuvo a cargo de Carlos Escudé. Dueño de una verba y un histrionismo notables, el académico se ubicó prácticamente en las antípodas de los sectores progresistas respecto al conflicto con los palestinos. Salvo respecto a la crítica a la política norteamericana en la región y al rechazo a los asentamientos en Cisjordania, Escudé manifestó estar en desacuerdo con casi todo lo que plantearon sus compañeros de panel.
“Desde que me convertí al judaísmo, y me incorporé al Seminario Rabínico Latinoamericano, mi papel principal es menos científico y más profético que antes. Si alguien aquí cree que la paz es posible, está completamente equivocado. Ésta no es una lucha entre dos nacionalismos, es un choque de civilizaciones. Si nos enfocamos en Medio Oriente, tenemos varios problemas, uno de los cuales es una lucha entre un Estado nación, sí, y el fundamentalismo de Hamás. Nadie duda de que en Cisjordania hay gente razonable. Pero no hay que hacerse ilusiones respecto de la formación de Estados naciones con gente para la que el concepto ‘ciudadanía’ no cabe en su matriz cultural”, arrancó.
Más polémica fue su posterior afirmación acerca de que “no es cierto que la solución militar es una estupidez total”, para poner sobre el tapete que “la Segunda Guerra Mundial fue ganada utilizando la violencia en una medida tal, que cualquier occidental en el momento actual la consideraría genocida”. Y siguió: “Hasta este momento tan reciente en nuestra historia, Occidente no permitió que una concesión humanitaria, extra bíblica y contraria al mandato de Dios, pusiera en riesgo su supervivencia. Pero ahora estamos contaminados por escrúpulos, que son en sí mismos pecaminosos si nos atenemos al texto que justamente es sagrado en nuestra civilización”. Acto seguido, citó como ejemplo de la autorización divina a las guerras un pasaje del Deuteronomio.
Luego, narró un contrapunto que tuvo en Madrid en el año 2007 con un académico español, que intentó relativizar el apoyo a la violencia contra civiles en el mundo islámico. “Un profesor importante afirmó que realmente todo ese susto con los islamistas era exagerado, porque después de todo se habían hecho encuestas, y se sabía que el 65% de los islámicos está en contra del uso de la violencia contra no islámicos. A mí se me pararon los pelos de punta, y le dije ‘pero dígame una cosa, si el 65% está en contra del uso de la violencia contra no islámicos en toda circunstancia, eso significa que el 35% la admite por lo menos en alguna circunstancia’. Esto es tremendo, porque lo que se llama simetría, habría solamente si aquí entre nosotros hubiera un 35% que cree que es legítimo utilizar la violencia contra civiles en algunas circunstancias. Y si hubiera una simetría de ese tenor, estos tipos hubieran sido barridos del mapa y de la historia hace mucho tiempo, porque terminar con el problema de Gaza es muy fácil, pero nosotros tenemos pruritos morales, que son posteriores a la Segunda Guerra Mundial y a Vietnam, y entonces peleamos con una desventaja absoluta, y vamos a perder”, afirmó.
A modo de cierre, y en línea con su pesimismo sobre el conflicto en la región y con el mundo islámico, Escudé sostuvo que: “Hay culturas que no padecen contradicciones y se ajustan a la normativa de sus libros sagrados. Es el caso del extremismo islámico, que se ha apoderado de naciones enteras, ¿cómo podemos defendernos si ellos se guían por una normativa guerrera que ha perdido vigencia entre nosotros?”.