La caída de Saddam

Imitando a Saladino

«Buscar a Saddam es como buscar una aguja en un pajar, con el problema adicional de que aún no sabemos cuál es el pajar», supo hace una semana el teniente general Ricardo Sánchez, el comandante en jefe del Ejército de los Estados Unidos en Irak. El pajar, concretamente, era Tikrit, la ciudad natal de Hussein, y allí lo encontraron.
Poco queda del pasado de Tikrit, una ex fortaleza romana más conocida como Meonia. Nada en ella indica que es la ciudad natal de Saladino, el héroe de las cruzadas al que tanto quería emular Saddam. Ahora triste, empobrecida, huraña y hostil, lo más destacado de la Tikrit de Saddam eran sus palacios, un derroche de oro y lujo para exclusivo disfrute personal y prohibido para los habitantes de la ciudad.
Saddam Hussein al Tikriti, en realidad, no nació en esta ciudad sino en la aldea cercana de Al Uja, entonces un poblado de chozas y ahora un pueblecito extremadamente hostil a las fuerzas ocupantes, al igual que toda la zona, vecina del Kurdistán iraquí. En los años dorados de Saddam y los tikritis se apoderaron del partido Baaz y actuaron en su nombre, confundiéndose los límites entre familia y partido. El resultado fue la creación de una red de relaciones en la que Tikrit -con más de 100.000 habitantes- se convirtió en la reserva espiritual, donde Saddam sabía que encontraría fidelidad basada en los lazos de sangre.
De hecho, ésta no ha sido la primera vez que Saddam se ha refugiado en Tikrit. En 1959, después de participar en el fallido intento de asesinato del general Abdel Karim Kasem, con una herida en la pierna, huyó de Bagdad hacia el único lugar que conocía: Tikrit. Amparado por su familia, estuvo dos días oculto hasta que se exilió en Siria.