“Después de investigar durante 25 años distintos aspectos del peronismo, y distintos aspectos de las experiencias judías en Argentina, me parece que llegó el tiempo para intentar desafiar el mito, tan arraigado en la conciencia colectiva de muchos sectores, acerca de que Perón y el peronismo eran antisemitas”. Así comenzó su ponencia Raanan Rein, en perfecto castellano, y sin ambigüedades ni mediatintas. A continuación, el historiador israelí, autor de varias tesis y libros sobre historia argentina y española, fijó su posición respecto al prejuicio en torno a la idoneidad de un extranjero para abordar detalles tan particulares de la política argentina. Al respecto, explicó: “Para la gente que maneja esquemas de pensamiento dicotómico, es difícil mi tesis; pero en mis estudios no existen ni los malos ni los buenos. Y acá también radica cierta ventaja que tenemos los observadores extranjeros. Por un lado, estoy seguro de que pierdo muchos matices al no ser argentino y porque el castellano no es mi idioma materno; sin embargo, como no estoy metido en la política argentina ni en las percepciones argentinas, en general me resulta más fácil analizar ciertos procesos con más de objetividad”.
La tesis de Rein se basa en 11 argumentos diferentes. El primero es que Perón no era nazi. Esta imputación, basada fundamentalmente en la política de neutralidad durante la Segunda Guerra Mundial del gobierno que él integró antes de ser presidente, a criterio de Rein es falsa, ya que en realidad la tardía declaración de guerra al Eje se relaciona con dos aspectos inherentes a la diplomacia argentina. Por un lado, la tradición de neutralidad en conflictos internacionales, apoyada mayoritariamente por la población argentina, tal como ya había sucedido durante la Primera Guerra Mundial; y por el otro, que la neutralidad argentina tenía una importancia vital para Gran Bretaña, principal cliente comercial del país en esos años, ya que una declaración de guerra a Alemania hubiera puesto en serio peligro el envío de trigo y carne por mar, que fue un aporte vital para la supervivencia de la población británica.
El segundo argumento es que Perón no era fascista. “Pasó algún tiempo en Italia a fines de los ‘30 para especializarse en alpinismo, pero muy alejado de Roma y el centro de los acontecimientos políticos. Sin ninguna duda su pensamiento era nacionalista y contenía elementos autoritarios, pero eso no significa que era fascista”, sostuvo Rein en otra de sus contundentes afirmaciones. Luego fue más minucioso al detallar las razones por las que el gobierno de Perón tampoco fue fascista, entre las que se destacan que en el contexto posterior a la Segunda Guerra Mundial era inviable planificar un régimen fascista y, además, porque el peronismo se nutrió de corrientes políticas e ideológicas diversas, que desde el laborismo hasta la extrema derecha.
La caracterización del movimiento peronista como no fascista es el tercero de los argumentos de la tesis de Rein. “El peronismo tuvo una mezcla de influencias políticas e ideológicas. Si bien el nacionalismo de extrema derecha influyó, no era la única fuente. Al momento de caracterizar al primer peronismo, para ponerlo en alguna categoría teórica, me imagino que el concepto de populismo es mucho más relevante que el concepto de fascismo”, destacó.
“Perón no era antisemita”, fue la contundente afirmación de Rein al enunciar el cuarto de sus argumentos, que puntualmente es el que sintetiza la esencia de su tesis. Al fundamentar su idea, el historiador israelí dio cuenta de los numerosos discursos de Perón en contra del antisemitismo durante sus dos primeras presidencias. “Ningún otro presidente antes de la llegada de Perón al poder expresaba en forma tan clara, tan tajante, tan contundente, su rechazo al antisemitismo. Lo mismo vale también para Eva Duarte de Perón. En muchos discursos de Evita, lo que intenta plantear es que de hecho la oligarquía es la que mantenía actitudes antisemitas, pero no el peronismo”.
Luego llegó el turno del régimen peronista, que a criterio de Rein tampoco fue antisemita. El quinto de los argumentos de Rein se sustenta, entre otras variables, en que durante la década peronista se registraron menos incidentes antisemitas que en cualquier otra de todo el siglo XX. Pero, fundamentalmente, en que muchos judíos a finales de los años ‘40 y principios de los ’50ingresaron a la burocracia estatal, y lograron cargos más importantes que antes.
El sexto argumento refuta la idea de que la comunidad judía era mayoritariamente hostil al peronismo. Una mirada tajante al respecto enfrenta la falsa imagen de una colectividad homogénea, cuando, por un lado, la mayoría de los judíos nunca se han afiliado a las instituciones comunitarias, y por otro, la comunidad siempre tuvo la sana costumbre de ser muy heterogénea respecto de cualquier tema, político, social, económico o cultural.
En relación a las reservas hacia el gobierno peronista de gran parte de la comunidad judía, a Rein no le cabe la menor duda. Pero, en su séptimo argumento explicó que, al mismo tiempo, muchos judíos sí apoyaban al peronismo. “Algunos desde las primeras horas; muchos más durante la segunda presidencia de Perón, cuando nos alejamos un poco del fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando está bien claro que el peronismo no es un fenómeno pasajero, y sobre todo, al ver las políticas económicas y sociales del peronismo. Pero también la lucha permanente en contra del antisemitismo, y el alejamiento de gente de extrema derecha de cargos importantes”, explicó.
Rein aborda el rol de la Organización Israelita Argentina (OIA), abiertamente cercana al peronismo, en su octavo argumento. “Algunos suelen describirla como un grupo de marginales en la comunidad, que estaban buscando una oportunidad para jugar un papel más importante, que en la colectividad. Algunos eran, obviamente, oportunistas o gente marginal, pero muchos otros no, y entraron en la OIA por distintos motivos: o por identificarse con las políticas económicas y sociales del peronismo, o por querer apoyar y formar parte de un movimiento que tenía un apoyo mayoritario en la sociedad argentina”, subrayó.
En este punto, el historiador remarcó que cuando comienza algún proyecto de investigación relacionado con el peronismo, suele encontrar muchos judíos involucrados en el movimiento. Uno de los últimos trabajos de Rein fue sobre el suplemento cultural del diario La Prensa, después de que el gobierno peronista lo expropió y lo puso en manos de la CGT. “Me encontré con el hecho de que todo el equipo editorial del suplemento cultural estaba compuesto por intelectuales argentinos de origen judío. El director era César Tiempo, y se puede decir que en su corta vida, desde 1952 hasta 19555, La Prensa publicó a más autores argentinos de origen judío que el diario La Nación en cincuenta años”, subrayó.
Rein abordó otro de los temas sensibles para la comunidad judía: el vínculo del gobierno nacional con Israel en su noveno argumento. En el caso de Perón, las relaciones entre el gobierno argentino y el nuevo Estado judío eran “excelentes”. Si bien Argentina se abstuvo en la votación en la ONU que decidió la partición de Palestina y la creación del Estado de Israel, “la Argentina de Perón fue el primer país latinoamericano en establecer una embajada en Israel, el primer país latinoamericano en firmar un acuerdo comercial con el Estado de Israel. De hecho, una de las mejores décadas de las relaciones bilaterales, fue precisamente bajo la presidencia de Perón”.
El décimo argumento da cuenta del intento del establishment judío de borrar de la memoria colectiva el apoyo brindado por muchos judíos al primer peronismo, apenas fue depuesto del poder. “Algunos dicen que nosotros los judíos tenemos una larga memoria. Puede ser, no sé. Perro nuestra memoria es selectiva, como la memoria de cualquier otro conjunto social o étnico, y el establishment judío argentino hizo un esfuerzo en línea con las nuevas circunstancias políticas de aquel momento, yo diría que no por primera ni última vez, para borrar de la conciencia colectiva el apoyo brindado a Perón”, afirmó Rein.
Por último, en el undécimo argumento, Rein sostuvo que Perón fue el primer mandatario argentino que legitimó el mosaico de identidades de distintos grupos étnicos en la Argentina. “Él no vio ninguna incompatibilidad entre ser un buen argentino, ser un buen judío, y dar apoyo el sionismo o al Estado de Israel. Para él, cualquier argentino de origen español podía a apoyar a su madre patria, España; cualquier argentino de origen italiano podía apoyar a Italia. Y cualquier argentino de origen judío podía apoyar al Estado de Israel. En sus discursos no hubo ninguna referencia a una supuesta ‘doble lealtad’, una acusación muy común desde la extrema derecha en Argentina a lo largo del siglo XX”.
Párrafo aparte merece el aporte dado por los asistentes al debate posterior a la presentación, moderado por Gustavo Efron, director de Nueva Sión. El público, que era diverso, incluía tanto a investigadores en la materia, historiadores, estudiantes, y personas afines a la temática, así como participantes que habían vivido la época y que desde su testimonio daban cuenta de sus vivencias personales. Esto suscitó contrapuntos interesantes en el intercambio, entre aquellas miradas centradas en lo biográfico y las fundadas en investigaciones historiográficas, y no faltó acaloramiento y pasión en el debate, entre quienes veían a un Perón cuasi nazi y fascista y aquellos que coincidían con la mirada de Raanan Rein.
En el encuentro hubo presencia de militancia y diputados del peronismo, y hasta participaron los hijos de Pablo Mangel, el primer embajador argentino en Israel, que era judío, durante el primer gobierno peronista. Una noche de fuertes debates e intercambios de ideas, al calor de una discusión histórica que nunca termina de saldarse.