Conflicto con los palestinos

Abatir a Hamas

Como consecuencia del reciente asesinato de tres jóvenes judíos se desató una escalada bélica en la frontera sur de Israel. Permanentes salvas de misiles palestinos desde Gaza son respondidas con quirúrgicos ataques aéreos israelíes que nuevamente reciben como respuesta una nueva y mortífera andanada, y así sucesivamente.
Por Daniel Kupervaser

La conjunción de estos dos acontecimientos junto a la acusación israelí de la responsabilidad de Hamas por el asesinato de los jóvenes, potenció drásticamente la ira popular con la inmediata consecuencia de masivas protestas en redes sociales y calles de Israel. El común denominador de este clamor popular se lo puede identificar fácilmente en la terminante demanda de hacer desaparecer definitivamente a Hamas.
Nadie se debe sorprender de esta tajante exigencia. Quien la incorporó al léxico popular israelí fue nada menos que el actual Primer Ministro Netanyahu cuando en su carácter de jefe de la oposición azuzaba al gobierno de Olmert durante el operativo Plomo Fundido en el año 2009. Ante cámaras de TV y de trasfondo casas semi destruidas por el impacto de misiles de Hamas en la ciudad de Ashkelon, Bibi no dudó en declarar que para resolver el problema “hay un solo camino: derrocar el gobierno de Hamas”.

A decir verdad, los derechos de autor de planes que se proponen imponer líderes con visión sionista a adversarios árabes no son originales de Netanyahu.  La táctica de intentar suplantar un liderazgo enemigo indómito, incapaz de tranzar con la  facilidad que Israel pretende, por otro más dúctil a sus exigencias, es una vieja artimaña que Jerusalén la llevó a  la practica en tres  oportunidades. La historia nos demuestra que en todas ellas sufrió estruendosos fracasos que estratégicamente significaron un  incremento drástico de peligros que la asechan.

A fines de la década de los 70, líderes de aldeas palestinas comenzaron a fundar Asociaciones de Aldeas Palestinas con el objetivo de promover intereses locales,  incluyendo diálogo con autoridades del gobierno militar israelí de la zona. Este último alentó el proceso para no dejar de pasar por alto una oportunidad de debilitar y tal vez despojarse definitivamente de la influencia de la temible OLP (Organización de Liberación de Palestina), en ese momento liderada por el terrorífico Arafat.  Este proyecto se derrumbó rápidamente ante un manejo corrupto de parte de sus cabecillas y una serie de asesinatos dentro de la sociedad palestina.
El destierro de las fuerzas combatientes de la OLP de Jordania en el conocido Septiembre negro de 1970 los llevó a instalarse en el sur del Líbano. Los continuos bombardeos al norte de Israel llevaron al gobierno hebreo liderado por Begin y Sharon a iniciar en Junio de 1982 un amplio operativo que quedó registrado en la historia como la primera guerra del Líbano. Con la ayuda de las falanges cristianas locales el proyecto se proponía desalojar definitivamente las fuerzas de la OLP de territorio libanés y constituir, a punta de cañones israelíes apostados alrededor de Beirut, un gobierno afín a los intereses de Jerusalén.
Si bien se consiguió el traslado de las fuerzas de la OLP a Túnez, el nuevo gobierno libanés ahora liderado por nuestro amigo, el cristiano Bachir Gemayel, perduró tan solo 3 semanas como consecuencia del atentado que le quitó la vida al nuevo presidente. El proceso que se desató posteriormente, con la presencia militar de Israel en el sur del Líbano por casi 20 años, se convirtió en campo fértil para el surgimiento y consolidación del movimiento Hesbollah que con el correr de los años se posicionó como un significativo peligro estratégico para Israel.

Un nuevo intento de tratar de instaurar un liderazgo palestino alternativo a la OLP se lleva a cabo a fines de los años 80 con un amplio apoyo israelí a las agrupaciones de los hermanos musulmanes que en ese momento se dedicaban primordialmente a actividades educativas, de apoyo social y caridad.
Como es bien sabido, este proyecto se les escapó de las manos a los estrategas israelíes. La agudización del problema palestino junto al fortalecimiento de estas agrupaciones, llevaron a estos activistas palestinos a fundar el movimiento Hamas que a su brazo social le agregan otros dos: el político y el militar. El plan de desconexión de Gaza de 2005 fue el inicio de la institución de Hamas como la seria amenaza del sur, a la par de Hesbollah en el norte. Paradójicamente, a partir de los acuerdos de Oslo de 1993, la OLP se convirtió en la cómoda contraparte con quien se puede negociar.

La mayoría de los expertos coinciden en resaltar las enormes dificultades de llevar adelante aquella promesa electoral de Netanyahu, y peor aún, si se logra  abatir a Hamas, el vacío que se produciría sería ocupado, con mucha probabilidad, por fuerzas mucho más extremistas como es el caso de El Qaeda.
La sociedad israelí, dominada por la impaciencia, se siente hechizada por ideas de soluciones inmediatas y rotundas. Su memoria selectiva le borra gran parte de la historia reciente e impide percibir que se está dejando arrastrar por discursos de alto contenido visceral.
Sólo queda por ver la actitud que tome Netanyahu. Si se trata de un político comprometido con sus promesas y de la orden de conquistar nuevamente Gaza o en esta oportunidad prestará atención a las voces provenientes de altos mandos del establishment de seguridad, que, dada la problemática experiencia del pasado, hoy trasmiten un claro mensaje cargado de contención.