Pues bien, el presidente de Israel en aquel momento, Moshé Katzav, se encuentra hoy preso, sentenciado por reiterados actos de acoso sexual y obstrucción a la Justicia.
El comandante en jefe del Ejército de esa época, Gabi Ashkenazi, está implicado en un conflictivo caso, todavía investigado y no resuelto, conocido como el «Harpaz Document Affair», supuestamente pegado a intrigas entre oficiales de alto rango y autoridades del Ministerio de Defensa.
El primer ministro en esos años era Ehud Olmert, declarado ahora culpable por falso testimonio, negociados ilícitos y enriquecimiento por corrupción.
La sonrisa de los tres dirigentes estatales quedó grabada en los coloridos retratos de hace seis años, símbolo de glorias pasadas que difícilmente volverán a ornamentar alguna institución.
Un señor, que ya ajustaba su moño para la foto como futuro presidente, se llama Silván Shalóm, aunque su postulación para este cargo se ve prácticamente sepultada por la resolución del asesor jurídico del gobierno, Yehuda Wainstein, de indagar reclamos por hostigamiento sexual de este candidato a una empleada ministerial.
Otro postulante a reemplazar a Shimon Peres es Benjamin Fuad Ben Eliezer, pero esta candidatura parece tener pocas probabilidades al revelarse su afición a los casinos de juego, lo que no implica un acto delictuoso pero tampoco le suma puntaje.
El «Caso Olmert» –y el juicio a Katzav como la investigación del «affaire» Ashkenazi- otorgan un sello de honor a la Justicia israelí, como poder independiente, celoso de las normas públicas, pero lo preocupante es el sensible deterioro de las columnas éticas que sustentan el renacimiento nacional judío proclamado en mayo 1948 con la creación del Estado de Israel.
Olmert y demás imputados en el juicio que culminó ahora con graves sentencias, «agraviaron la fe de los ciudadanos en las instancias públicas y en el criterio que rige a los gobernantes», afirmó el juez al acusarles de soborno y corrupción.
Se trata de una vasta e intrincada serie de acusaciones que giran en torno a un eje principal: «Hollyland», un ambicioso proyecto edilicio frente al barrio Malja, en Jerusalén, durante la época en la cual Olmert ejerció la intendencia de la capital israelí.
Con «Holyland» la ciudadanía se sacudió de un largo letargo: si bien hubo estafas e infracciones en épocas anteriores, el comienzo del siglo XXI marcó el amargo despertar a una realidad signada por el derrumbe del estado de bienestar, la penetración masiva de capitales extranjeros y la onda privatizante que devora ávidamente los restos de la economía estatal, con el estímulo, no siempre disimulado, de las coaliciones gubernamentales.
En este sentido se verifica un dramático nexo entre la burla de Olmert y asociados a las normas rectoras de la vida institucional, con el creciente avance de políticas neoliberales que traducen en millonarias bonificaciones a directivos de la banca privada, algunos de los cuales fueron funcionarios estatales y conceden su red de contactos al interés que los coloca a su servicio, lo que en Israel se conoce con la fórmula «hon-shiltón» (la relación entre capital privado y el poder público).
Si en décadas pasadas nos preocupaba «la brecha social», el mega-proyecto Holyland evidenció lo que ya nadie puede ocultar: el vertiginoso ascenso de estrechos estratos dirigenciales ligados por lazos financieros y partidarios, frente al masivo crecimiento de las clases excluidas, marginadas de la estructura laboral y ajenas a los códigos culturales en boga.
Lejanos están los tiempos de los líderes fundacionales como David Ben Gurión, que trataron de imprimir modelos de austeridad y –principalmente- de compromiso con la vocación colectivista que marcó el origen de Israel.
Cuando Ben Gurion y Jaim Weitzman fueron electos como primer ministro y presidente del joven país, no imaginaron que mandatarios sucesores terminarían en la cárcel.
Los procesos judiciales actuales quizá tengan que ver, metafóricamente con una tardía aparición de la muela cordal, aquella que –se supone- indica el tránsito de la fantasía infantil al entendimiento y la madurez.