Espacio de Opinión

El descuido de los cementerios para ‘judíos sencillos’

La autora denuncia la crítica situación imperante en los cementerios que tienen menores costos para los entierros, como es el caso del de Berazategui, donde tras sufrir la vandalización de algunas tumbas, las autoridades no hicieron las correspondientes denuncias públicas, ni se realizaron inmediatamente la reparación de los daños, así como tampoco convocaron a familiares de los difuntos para ponerlos al tanto de lo sucedido.
Por Ilda Kohen

A fines del siglo 19, el magistral escritor ucraniano Sholem Aleijem publicó uno de sus primeros libros, “Las elecciones”, de carácter autobiográfico, que incluía el poema “Los funcionarios judíos”, donde describía las exigencias de los burócratas del cementerio hacia el aguatero Mijel para enterrar a su padre. Por ser muy pobre, Mijel ofreció sus pocas pertenencias como pago, pero la junta directiva del cementerio lo amenazaba con no efectuar el entierro si no reunía la suma requerida.
Dos siglos después, en la Argentina, poco parecen haber cambiado las circunstancias. Existe un cementerio con menores costos para los entierros en Berazategui, sí, pero la administración de la AMIA parece considerar que por esos precios, los fallecidos y sus familiares sólo merecen una sepultura, y ningún cuidado posterior. Y el problema no pareciera ser de ellos, ni de la DAIA, que en su misión ostenta la de “luchar contra toda expresión de antisemitismo, de discriminación, racismo y xenofobia”, si se vandalizan las tumbas, tal como sucedió en el mes de enero, sin que el tema haya sido denunciado públicamente, sin que se notifique a los familiares de los difuntos, y sin que se reparen inmediatamente los diversos daños efectuados a las tumbas allí ubicadas.

¿Hubiera existido la misma reacción si la vandalización hubiese sido en Tablada? Por suerte, está pregunta difícilmente será respondida, ya que, como es lógico, Tablada cuenta con seguridad, a diferencia de Berazategui, que según denuncian los propios administrativos que allí trabajan, es tierra de nadie durante la noche.

En su testamento, Sholem escribió: «Donde sea que muera, no se me sepulte entre aristócratas o ricos, sino justamente entre judíos sencillos, obreros, el auténtico pueblo, de tal manera que la lápida que luego habrá de colocarse sobre mi tumba embellezca a mi alrededor las tumbas modestas, y éstas, a su vez adornen mi lápida, tal como el pueblo humilde embelleció a su escritor».
Por sentencias como estas, Sholem se ganó el respeto y admiración del pueblo judío y mundial. Pero en nuestro país, ya sabemos a qué destino lo hubieran condenado los “funcionarios judíos”.