Kibutzim atacados desde Gaza

Ventana abierta

Desde la misma línea de fuego, nuestro compañero Moshé Rozén comparte sus vivencias sobre el recrudecido conflicto con Gaza, donde los cortos lapsos de calma se ven interrumpidos por los misiles dirigidos a objetivos civiles de Israel y los operativos preventivos desplegados por el Ejército israelí; y analiza los objetivos e internas tanto entre la Yihad Islámica y el Hamas como en el marco del espectro político del Estado hebreo.
Por Moshé Rozén, desde Nir-Itzjak, Israel

Cuando escuchás la alarma, lo primero que tenés que hacer es alejarte de la ventana y correr al refugio. A mí la alarma, esa que anuncia que se viene un misil (o varios) de Gaza, me sorprende, por lo general, al lado de la ventana; para colmo, tengo la costumbre de poner la taza de café pegada a la ventana: si el impacto es cercano, vuelan los vidrios de la taza, la ventana y el espejo con el dibujo de Carlitos Chaplin.
En mi barrio, tenemos quince segundos para salir rajando al refugio; o sea, olvidate de la ventana y de Chaplin. Pero lo peor es dejar la taza y clavarse unas horas en el refugio, sin café, hasta el anuncio de la redención: transcurrió el peligro, se vuelve a la rutina. Obviamente, se trata de una rutina relativa, porque ya se escuchan los efectos de la represalia israelí. Ahora le toca a la Yihad Islámica responder, para salvuguardar, dicen, el sagrado nombre del profeta Mahoma, a saber: tener la última palabra, disparar el último cohete de la presente vuelta.

El intervalo entre rondas de estallido es también previsible: puede abreviarse si la Yihad Islámica necesite recalcar su protagonismo ante el Hamás gobernante en Gaza. El grupo Hamás no es menos fanático que la Yihad, pero su carácter de autoridad administradora de la Franja de Gaza limita su posibilidad de promover hostilidades bélicas abiertas y declaradas. La Yihad, en tal sentido, se percibe como libre de ataduras para atacar poblaciones civiles en Israel.
Otro probable motivo alegado por Yihad y Hamás para interrumpir los lapsos de calma son operativos preventivos desplegados por el ejército israelí cuando detecta e intenta reducir los focos de ofensiva paramilitar en Gaza: no es secreto que la República Islámica de Irán, Al Qaeda y Hezbolá prosiguen alimentando la rica infraestructura logística del terror organizado en Gaza.

Para la Yihad Islámica, el Neguev Occidental es sólo el círculo inicial de un frente bélico más amplio y complejo: el conflicto palestino-israelí constituye una sección importante pero parcial de un enfrentamiento global, tendiente a reubicar al Islam como entidad geopolítica rectora. Los cohetes contra casas, escuelas y clínicas de Sderot, Ashkelón, Shaar Haneguev y otros blancos de agresión en el sur de Israel son justificados cono piezas de una estrategia mayor.
Responder al yahadismo con su propia retórica de Guerra Santa o suponer que una ofensiva de extraordinarias dimensiones (como la propuesta de la derecha nacionalista israelí de «reconquistar» la franja de Gaza) sostienen un telón de fondo que tanto Hamás como los otros grupos armados desean fijar como escenario permanente en Oriente Medio y en el resto del planeta.
La respuesta militar de Israel puede ser coherente como medida inmediata pero no puede reemplazar una visión generadora de cambios más sustanciales: fortalecer el liderazgo de dirigentes árabes y palestinos, musulmanes y de otros credos, dispuestos al diálogo, como Mahmud Abás, y mantener ventanas abiertas a sectores con vistas a acuerdos de convivencia.
Cómo decía Guillén: «Al corazón del amigo, abre la muralla. Al veneno y al puñal, cierra la muralla».