La postura política de Bibi Netanyahu en la ONU, que puso el acento en la absoluta falta de confianza en la nueva dirección iraní y la necesidad de mantener con toda fuerza las sanciones económicas contra ese país, además de exigir un desmantelamiento total de todas sus instalaciones nucleares, contrasta con la atmósfera general de optimismo cauteloso, que es la postura de muchos países, incluyendo los Estados Unidos. La postura de Israel lo distancia de los Estados Unidos y lo debilita, aunque pudiera llegar a pensarse que aquí no hay una contradicción, sino un reparto de papeles. La intransigencia israelí y su amenaza de una intervención armada, podría llegar a ser un argumento de peso en las futuras negociaciones de los Estados Unidos con Irán, para obtener concesiones
De todas maneras, la postura del gobierno israelí tiene dos flancos débiles. Una, la existencia de armas atómicas en Israel, que ahora ha tenido una confirmación pública, y sus dificultades para progresar en sus negociaciones de paz con los palestinos. El problema del armamento atómico israelí ha sido confirmado por declaraciones del presidente Shimon Peres en una gira en Europa, donde respondió a preguntas sobre el tema, diciendo que Israel es el país más amenazado de destrucción en el mundo, argumento que convence a la mayoría de los israelíes que se sienten amenazados y no sin razones, pero no es seguro que puede ser convincente para la mayoría de los otros países. Otra confirmación fue dada por la revelación de que en los primeros días de la guerra de Yom Kipur, en 1973, cuando parecía que Israel iba a perderla, el ministro de guerra de entonces, Moshé Dayan, pidió permiso a la primer ministro, Golda Meir para usar ese tipo de armas, a lo cual, Meir se rehusó en forma terminante, confiando en que Israel podría salir del paso con medios militares convencionales, como de hecho ocurrió, sin recurrir a medias tan extremas.
Cabe preguntarse por qué el gobierno israelí disipa en este momento la neblina que existía en torno a su armamento atómico, y una respuesta posible es que esta revelación podría dar más peso a su amenaza contra Irán, ya sea como gesto político propio o como he señalado ya, antes, para dar más peso a los Estados Unidos en su negociación con Irán. El segundo flanco débil de la postura israelí es la falta de adelantos en la negociación de paz con los palestinos, en la cual hay obstáculos por ambas partes, que intentaré resumir.
En este aspecto, el actual gobierno de Israel no tiene una postura unívoca sobre las negociaciones de paz con los palestinos, que por el sólo hecho de existir ahondan las divergencias en el seno del gobierno y del pueblo. Netanyahu se ha comprometido a apoyar la idea de dos Estados para dos pueblos, el israelí y el palestino, y ha confiado la dirección de esa negociación a la ex primer ministro y actual miembro de su gabinete, Tzipi Livni, perteneciente al partido centrista Kadima. La negociación puede tener como fin un acuerdo estable que es la meta que enunció el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, cuando inició la negociación. Este objetivo exige abordar problemas muy complejos como límites, problemas de seguridad, el estatus de Jerusalén y el problema de los refugiados palestinos.
El problema de los límites exigiría renunciar a la idea del Gran Israel e intercambiar algunos territorios en base a un acuerdo mutuo, que tenga como punto de partida la frontera de 1967. Esa idea es tabú para la extrema derecha israelí, tanto laica como religiosa. No sabemos en qué medida la aceptación por parte de Netanyahu de la idea de dos Estados es real o destinada a ganar tiempo, pero los componentes de extrema derecha de su gobierno están muy alarmados. Eso ha llevado a la situación absurda de que varios de ellos se hayan expresado públicamente, en diversos órganos de opinión, nacionales e internacionales, oponiéndose a la política del primer ministro y algunos han llegado a esbozar, en diversos círculos, que la continuación de esa política que ellos consideran opuesta a los principios básicos del partido gobernante, el Likud, podría llevar a un retiro del apoyo político a Netanyahu.
No sabemos si en el fondo se trata de una verdadera amenaza o de una táctica que podría servirle de base para no avanzar en el proceso de paz, invocando una gran oposición en el seno de su gobierno. Pero esta situación crea una imagen muy lamentable de la falta de cohesión del mismo. Como ejemplo, citaré a declaraciones de Danny Danon, una figura joven y carismática del Likud, quien ha planteado que nunca habrá dos Estados sino que lo máximo que podrían lograr los palestinos es una autonomía bajo la égida de Jordania, plan que es absolutamente rechazado por los palestinos que ya han logrado el reconocimiento de su Estado a crearse como miembro observador de las Naciones Unidas, así como por los jordanos, que ya tienen en su reino una gran población palestina y temen ser desplazados del poder.
Para entender mejor esta situación, debernos examinar la composición de las fuerzas políticas que integran el gobierno israelí actual. Su apoyo central está formado por el partido Likud y el partido Israel Betenu (Israel nuestra casa) el primero ha estado formado por una unión de fuerzas de derecha que se autodenominan democráticas, con ejemplos de extrema derecha influidas por los colonos que se han incorporado al Likud para entronizar su ideología. El otro componente, Israel Betenu, está formado en su mayoría por inmigrantes de la ex Unión Soviética , que han traído, en buena parte, una actitud nacionalista extrema, si bien laica, como respuesta a las discriminaciones sufridas en la época estalinista y postestalinista. Otro componente del gobierno es Ha Bait Hayehudit (La Casa Judía), una expresión extremista que representa a los colonos y se niega completamente a todo compromiso territorial. Junto a esto está el partido Yes Atid de postura centrista, y el partido Kadima, presidido por la ministro negociadora, Tzipi Livni
Como consecuencia, cualquier paso real que Netanyahu pueda dar hacia la paz y que comprenda una cesión, más no sea parcial, de los territorios ocupados, puede llevar a una fragmentación de su partido y al retiro del apoyo de los nacionalistas religiosos y del partido de los inmigrantes exsoviéticos. Ya hay indicios de que Netanyahu ha comenzado a ceder a esta presión que en gran parte puede corresponder a su propia ideología política, como se revela en su reciente discurso pronunciado en la Universidad de Bar Ilan, en el cual ha endurecido su posición previa enunciada en la misma Universidad.
En el caso de continuar con una política de paz, Netanyahu podría contar probablemente con el apoyo de Hay Futuro, de Kadima y de una parte minoritaria de su propio partido. Dos partidos de la oposición, el partido Avoda (Laborista, de centro izquierda) y el partido Meretz (izquierda) han expresado su disposición a apoyar una política de paz desde fuera del gobierno y es probable que tendría también, si quisiera aceptarlo, el apoyo de algunos diputados árabes.
Por la parte palestina, debemos tener presente que su población está dividida en dos partes: Una es Fatah, que predomina en Cisjordania bajo el gobierno de Abbas, y que es partidaria de la negociación, si bien, con sus propias condiciones: integridad territorial dentro de los límites de 1967, desaparición de las colonias y retorno de los refugiados palestinos a sus antiguos hogares, incluido Israel, y la división de Jerusalén en dos partes, la Oriental, capital del Estado Palestino y la Occidental, capital de Israel. La otra parte es Hamas, que domina en Gaza pero que tiene también muchos partidarios en Cisjordania. Hamas tiene la ideología de los Hermanos Musulmanes y se niega terminantemente a reconocer la existencia de Israel como identidad política y está dispuesto, a lo sumo, a firmar una tregua por diez años. La situación, como podemos ver, es muy compleja.
Cabe preguntarse qué relación hay entre exigirle a Irán que renuncie a la bomba atómica y exigirle a Israel que avance en las negociaciones de paz. Un intento de respuesta es que ambos procesos son indispensables para asegurar una paz estable en el Medio Oriente, donde coinciden tantos intereses económicos, ideológicos, religiosos y políticos. Si bien es evidente que además del problema de Irán y el de la paz israelo palestina hay otros problemas muy graves en la región, como la guerra civil en Siria, la situación en el Líbano con Hizballa, las crisis en Yemen y en Egipto, es claro que en este maremágnum de problemas, el alivio en cualquier de ellos, influirá sobre los otros y en las relaciones internacionales.
Jerusalén, octubre de 2013.