Yom Kipur en Tzavta

De identidades y trasgresiones

En ocasión del Día del Perdón, Tzavta fue sede de una interesante actividad de reflexión. “Por qué sólo en Yom Kipur podemos aceptar a los trasgresores” fue el nombre de la convocatoria, de la que participaron Gustavo Michanie, activista de Judíos Argentinos Gay (JAG); Ana Schinder, participante de la agrupación AMÓS; y el filósofo Pablo Dreizik.

Por Ariel Abramovich

La convocatoria de Tzavta para charlar en torno a lo judío y las trasgresiones tuvo diferentes miradas. Al primer orador, el activista de JAG, Gustavo Michanie, le llamó la atención la elección del término trasgresor para la actividad, y abordó inicialmente la acepción más convencional de la palabra, que alude a quien está fuera de las normas establecidas. “Trasgresor es la persona que vive fuera de la ley, y yo no violo ninguna ley. Por eso, me pareció interesante como disparador el lema de la convocatoria. Porque si no nos aceptamos como somos, vivimos todos en pequeños guetos”.

Luego, Michanie trazó un breve recorrido por la historia de su agrupación y de las concepciones que la guían. “En una primera instancia, abordamos en JAG el tema de armar un templo para hacer oraciones, que es una práctica habitual del colectivo GLBT en las comunidades judías de Estados Unidos y Europa. Pero luego llegamos a la conclusión de que es más importante salir de esos guetos y pertenecer a cualquier institución. Yo tengo derecho a entrar a cualquier templo, desde Betel hasta ahora en Tzavta participando de un evento humanístico”, subrayó.
En ese sentido, destacó también que JAG, que casualmente en hebreo significa fiesta, integra la Fundación Judaica y trabaja en la Red de Educación Judía. Asimismo, la agrupación participó en Acción Plural Comunitaria en ocasión de las últimas elecciones en AMIA. “Hoy nuestra función es dar herramientas a cada una de las instituciones que quieran trabajar sobre la inclusión y no la exclusión”, explicó.

Finalmente, el activista de JAG, trazó una oportuna diferencia entre los conceptos aceptar y tolerar. “Estamos todos hechos a imagen y semejanza de Dios. Es muy difícil construir la persona que uno es hoy frente a un grupo tan numeroso como le que estoy ahora. Seguramente no lo hubiéramos imaginado ni yo ni quienes también participan en nuestra institución, dar la cara en una charla como ésta, porque podemos ser hijos o sobrinos de cualquiera de ustedes, o incluso la pareja en silencio. Esto es lo que nos lleva a ser mejores personas, al aceptarnos, y cuando digo aceptar no me refiero a tolerar, sino a aceptar en el sentido de entender que el otro es como es. Porque tolerar es hablar de cosas que no acepto, solamente tolero”, remarcó Michanie.

Repensar lo establecido
Luego fue el turno de Ana Schinder, activista de AMÓS, Agrupación Judeoargentina por el Cambio político y social, quien enfocó su disertación desde la otra acepción posible del término trasgresor, la que apunta a quien quiebra con algo establecido. “Es ese significado el que me parece más interesante, porque considero que el mundo avanza a partir de ideas trasgresoras”, sostuvo. En este sentido, Schinder manifestó que el ser trasgresor es una decisión individual y propia.
“Un trasgresor es alguien que decide pensar sobre una realidad y elige tomar otro camino. Es una manera diferente de problematizar algo que parece como dado, donde uno en general tiende a cuestionarlo”, explicó.

Luego fue al meollo de su alocución, al criticar ciertos dos aspectos muy preponderantes en la vida comunitaria de la actualidad, frente a los cuales ella y la agrupación a la pertenece tienen una visión, precisamente, trasgresora. La primera tiene que ver con la que percibe como una mirada sesgada por parte de las instituciones comunitarias. “Hay una tendencia a exaltar y refugiarse en lo religioso. Todas las instituciones tienden a resaltar los valores judíos y luchar contra la asimilación, como si fuera una epidemia horrorosa que hay que combatir, sin pensar en qué significa la asimilación”, advirtió.
La segunda tiene relación con la juventud. “Entre la gente de mi edad veo mucha conformidad y pasividad. Antes los jóvenes tenían al comunismo, hoy tienden al consumismo –comparó-. Su activismo dentro de la comunidad judía pareciera limitarse a participar de actividades con comida o viajes gratis”.
Ante este escenario, Schinder sugirió responder con activismo. “Si hay algo que no falta dentro de la comunidad son instituciones. Si no nos sentimos representados por ellas tenemos que crearlas o activar para cambiarlas. No hay que automarginarse, lo ideal es que cada uno encuentre su lugar para sentirse parte, tanto de la sociedad en que vivimos como dentro de la comunidad. Y no solamente en Yom Kipur, sino todo el año”.

Filosofía, judaísmo y trasgresión
El último orador de la actividad llevada a cabo en Tzavta fue el filósofo Pablo Dreizik, quien abordó en su exposición dos temas: inicialmente, describió su mirada en torno al significado de Yom Kipur; para luego abordar específicamente la cuestión de la trasgresión.

En relación al Día del Perdón, Dreizik destacó como fundamental la idea de salir del tiempo cíclico pagano, caracterizado por la fatalidad helénica. “La temporalidad judía implica de alguna manera una ruptura con los dioses griegos del destino; y eso se da interrumpiendo esa circularidad del tiempo mítico griego, con la posibilidad de un nuevo comienzo, romper el ciclo eterno de las deudas. Y un comienzo significa barajar y dar de nuevo. Es precisamente salir del círculo de la culpa, salir del destino y la fatalidad. Y tener la posibilidad de un comienzo”, explicó.
Luego, para analizar el tema de la trasgresión, analizó las figuras Uriel da Costa y Baruch Spinoza, de dos grandes filósofos judíos, cuyas vidas estuvieron, de algún modo, entrelazadas. Respecto a estas figuras, Dreizik explicó que Spinoza tuvo como predecesor a Uriel da Costa, un filósofo marrano de Portugal, formado en la reconocida Universidad de Coimbra, que se refugió junto a su madre y hermanos en los Países Bajos para escapar de la Inquisición.
Una vez instalado en Amsterdam, que ya por aquellos días era una de las urbes con mayor grado de libertades de Europa, Uriel da Costa empieza a ser censurado por la comunidad, hasta el grado de recibir el famoso herem, la excomunión. “Esto se concreta de una manera real, prohibiéndole incluso que vea a su madre. Comienza para él un drama, que cuenta en Espejo de vida, su autobiografía, que es fascinante. Tras ser segregado, a los 50 años Da Costa acepta reconvenirse con la comunidad. Para aceptarlo nuevamente en su seno, la comunidad le inflige un castigo: 39 latigazos en la espalda y una humillación, tras una ceremonia durante las Altas Fiestas, debió permanecer al pie de una escalera y cada uno de los que salía del tempo lo pisaba. Después de eso, Uriel da Costa se pega un tiro”, detalló Dreizik.

Esta historia, según los especialistas en la vida de Spinoza, lo habría impresionado fuertemente, dado que los historiadores conjeturan que siendo niño habría visto la escena de la escalera. “Lo que me interesa más tanto de Spinoza como de Da Costa, es que ambos eran estudiosos, y estudiosos del judaísmo. Spinoza, por ejemplo, escribió una gramática hebrea importantísima y escribió un tratado teológico político. Por supuesto que lo hizo de un modo que conmovía las bases aceptadas del judaísmo de aquella época, pero estaba preocupado por el judaísmo y se instalaba en una agenda de discusión judía”, explicó.

En ese contexto, el filósofo apuntó su postura en relación al judaísmo secular y la trasgresión. “Un judaísmo que se dice no atado a la religión y no observante, el judaísmo de tradición secular, debería tener bases judías sólidas en las que apoyarse. Esto no significa que el judaísmo no tenga perfiles, significa justamente, analizar lo que veo como un problema del judaísmo secular: considerar que es ser judío como algo dado. No estoy de acuerdo con eso; en ese sentido, estoy de acuerdo con Sartre. En primer lugar, uno se elige; y en segundo lugar, creo que hay que hacer algo con lo que uno es”.
Luego, Dreizik citó un antiguo texto griego que versaba: “Conviértete en lo que eres”. En esa línea, afirmó la necesidad de tomarse el trabajo de ser más judíos. “Eso no significa ni ser religiosos ni ser necesariamente observantes, significa recrear una manera de judaísmo y comprometerse con el judaísmo desde algún lugar. Por eso, creo que el judaísmo secular vive una crisis que tiene que ver con dónde encontrar una tradición”.

Por último, el filósofo dio cuenta de un intercambio epistolar que tuvieron el estudioso de la cabala Gershon Sholem y Hannah Arendt. “Ella, no tanto como Uriel da Costa ni como Spinoza, de alguna manera también sufrió un cierto apartamiento de la comunidad, fundamentalmente a partir de su teoría sobre la banalidad del mal”, analizó. Lo interesante para Dreizik del debate entre Sholem y Arendt, es que el estudioso de la cabala, en un de las carta que le envió a Nueva York desde Jerusalén, la impugna “poco amor por el pueblo judío”. Arendt contesta que ella no ama al pueblo judío, como tampoco ama a los alemanes o a los ingleses; ella simplemente es judía.
“En ese argumento de Arendt, que es muy interesante, hay un peligro –advirtió-. En el sentido que uno no puede decir: ‘Yo soy judío secularmente porque me llamo Dreizik de apellido’. A mi me parece que ser judío es un trabajo sobre uno mismo y es finalmente convertirse en el que uno es”.