El festejo tuvo como objetivo homenajear, a través de la entrega de placas y proyección de videos, a todos los protagonistas principales de la escuela: directivos, docentes, padres, y alumnos. La sala dispuesta para la celebración reunió a los principales directivos, docentes, alumnos, padres, y egresados de la escuela, a destacadas figuras referentes de la comunidad judía, como el presidente de DAIA, Julio Schlosser, y por parte de AMIA, su secretario general, Mario Luis Sobol. Estuvo presente como invitado especial el Subsecretario de equidad y calidad educativa, Lic. Gabiel Brener, quien asistió en nombre del Ministro de Educación de la Nación, Alberto Sileoni.
Para cerrar el acto se brindó un espectáculo de música a capela con fragmentos de la obra El Fantasma de la Ópera, a cargo del reconocido cantante Juan Rodó.
Fueron los principales oradores del acto el presidente de la escuela, Adolfo Muler, y la directora, Erica Herszkowich. Asimismo, se le rindió un homenaje a la fundadora de la escuela, Jaia Rubin.
Esta celebración formó parte de las diversas actividades organizadas para conmemorar el 50° aniversario de la institución que -por su trayectoria, principios y compromiso con la educación y la formación de ciudadanos- se ha convertido en una escuela emblemática, del barrio porteño de Palermo y de la comunidad judía argentina.
El festejo fue mucho más que un mero acto escolar: la historia de la institución sintetiza un espíritu y una concepción de la educación que une a dos generaciones de directivos y docentes.
Un poco de historia
En 1963, en una casona de la esquina de Aráoz y Güemes, empezó a funcionar el Jardín de Infantes Nitzanim, con 60 alumnos y una propuesta educativa de vanguardia que rápidamente creció y exigió continuidad. “Como tiene que ser, pusimos todos nuestros esfuerzos intelectuales, físicos y emocionales en el jardín. Ni siquiera nos imaginábamos que terminaríamos siendo una institución con primaria y secundaria”, confiesa Jaia Rubin, fundadora de la escuela. Y recuerda que la demanda de los padres los animó a pensar en expandirse.
“En ese momento, en el barrio de Palermo no había ninguna escuela de la comunidad judía, los chicos viajaban a otros barrios. Por eso, los papás de nuestros nenes nos pedían que agregáramos el nivel primario. Nos tomamos un año y medio para buscar los profesionales, definir nuestro modelo de establecimiento, prepararnos. Y, finalmente, en 1968 abrimos la Escuela Primaria Martín Buber”, detalla Rubin, sin ocultar la mezcla de orgullo y emoción.
“Desde un principio, somos una escuela judía pluralista, democrática, con fuertes raíces en nuestro país y comprometida con el Estado de Israel, pero no somos una institución religiosa”, aclara la actual directora, Erica Herszkowich. No obstante, remarca que la identidad de la comunidad tiene una presencia fuerte. “El judaísmo se aborda desde el punto de vista de las tradiciones, la cultura, el idioma hebreo y las costumbres del pueblo judío; se va trabajando con los docentes del área judaica desde el jardín hasta la secundaria”, comenta.
En 1969, el espacio quedó chico y la escuela se trasladó a su actual edificio de la calle Armenia. La creación de la Escuela Secundaria, en 1989, fue la continuidad obligada y lógica de aquel compromiso asumido con la comunidad por sus fundadores, que planteó nuevos desafíos.
“Un rasgo distintivo de nuestra secundaria, desde que se abrió, es la presencia de tutores. Cada división tiene su tutor –remarca Herszkowich-. La tutoría nos permite realizar un acompañamiento más personalizado de los chicos y detectar problemas o determinadas situaciones que requieren atención”.
“Por el buen resultado obtenido en la secundaria y debido a la crisis del 2001, cuando muchas familias pasaron por distintos conflictos sociales y económicos, que inevitablemente repercutieron en los chicos, se decidió incorporar la figura de tutor en cada grado de la primaria, como otro sello de la Escuela Martín Buber”, añade.
“Cada grupo tiene un espacio y un tiempo dedicado al trabajo en tutoría, se abordan conflictos, temas del grupo y también se acompaña a los chicos en los distintos momentos que están viviendo”, precisa Rubin y advierte que esta tarea de los tutores, que tienen mucha formación y experiencia en ese rol, se complementa con el trabajo con las familias.
Además, la Escuela Martín Buber trabaja con asesores y especialistas externos. Son maestros de maestros, tanto de la Universidad de Buenos Aires, como de nuestra escuela de formación permanente, que nos ayudan a aprender y enseñar junto a nuestros alumnos”, cuenta Herszkowich.
La escuela fue bautizada Martín Buber no por azar. Las ideas humanistas de este filósofo, cuyo pensamiento se basa en la noción de diálogo, la apertura hacia el otro para escuchar su voz y reflexionar, guían desde un principio el hacer educativo de la institución.
La propuesta humanista de la escuela tiene que ver con el abordaje pedagógico. “Es una forma de abordar la realidad, de pensar que todo lo que pasa en la realidad no puede ser ajeno a la escuela, que lo que pasa en el exterior tiene que entrar en la escuela y que la escuela tiene que salir al mundo”, sintetiza la directora.