Un siglo de Hashomer Hatzair

El capítulo soviético

El 15 de octubre de 1950, en Guivat Javiva, una asamblea del Kibutz Artzí (la federación kibutziana de Hashomer Hatzair) debatió cuestiones de actualidad para orientar la actividad cultural y educativa del movimiento: alertó ante "el peligro de una Tercer Guerra Mundial" y convocó a involucrarse "en las prioridades en la agenda política internacional". Eran los días de la Guerra de Corea y Hashomer Hatzair, como el Partido Socialista MAPAM y el Kibutz Artzí ratificaron su identificación con la Unión Soviética "para hacer frente a las amenazas beligerantes de los focos imperiales".
Por Moshé Rozén, desde Nir Itzjak, Israel

Las tres columnas básicas de Hashomer Hatzair –la federación de comunas kibutzianas, el partido político y el movimiento educativo en Israel y en el exterior- se definían como «la vanguardia pionera del pueblo judío en el mundo y de la clase obrera en Israel».

La adhesión de Hashomer Hatzair al «campo socialista» encabezado por la Unión Soviética era motivo de intensas discusiones en el movimiento juvenil educativo, en las comunas kibutzianas y en las filas partidarias. El apoyo a Moscú tenía raíces más profundas que en otros sectores de la izquierda: implicaba un reconocimiento al papel protagónico desplegado por el Ejército Rojo durante la Segunda Guerra Mundial y al sustento diplomático proporcionado por la URSS en el conflictivo proceso fundacional del Estado de Israel.
Pero las contradicciones entre la vocación libertaria y humanista del socialismo sionista y la estrategia totalitaria del poder stalinista promovieron fuerte debate en Hashomer Hatzair.

Paralelamente, polémicas similares tenían como escenario otros múltiples ámbitos de la política y la cultura; en 1952, en las páginas de la revista parisina «Les Tempes Modernes», se enfrentaban dos colosos de la arena intelectual: Camus y Sartre.

Jean Paul Sartre consideraba que la condena de la estructura dogmática y represiva de la órbita soviética debía sostenerse en una firme y unívoca fidelidad al ideal revolucionario que motorizó la creación de un polo socialista alternativo a las potencias coloniales occidentales.
Albert Camus rechazaba ese condicionamiento de Sartre y se afirmaba en el sentido ético de las ideas de justicia y libertad, rechazando el avasallamiento de esas ideas por parte del absolutista régimen dictatatorial.

Yaacóv Jazán, uno de los dirigentes de mayor influencia ideológica en Hashomer Hatzair, se refiere en aquella época a la solidaridad del movimiento con la URSS: en el Vaad Hapoel (Consejo Ejecutivo) del Kibutz Artzí, asevera que «las políticas soviéticas niegan los principios básicos de la Revolución de Octubre, pero así como nada puede conmocionar nuestra fe en el sionismo como idea emancipadora, tampoco se debilitará nuestra convicción en la necesidad de bregar por un mundo socialista».
Meir Yaari, el mitológico líder del MAPAM, del Kibutz Artzí y de Hashomer Hatzair, comparte, en una carta que escribe desde Merjavia a un compañero de Ein Shemer, su visión de aquella crisis entre el pensamiento y la práctica. Hay noches, relata Yaari, «que no puedo conciliar el sueño, pensando que para algunos de los compañeros de la generación de fundadores (del movimiento), la idea socialista perdió su carácter rector y los vientos de nuestro tiempo la pueden derribar como si fuera un castillo de naipes…».