Adelanto Edición Impresa

La semana tétrica de Netanyahu

El primer ministro israelí llamó a "actuar solos" para evitar un "nuevo Holocausto". ¿Puede un mandatario israelí hacer este tipo de analogías? ¿Es Israel el “país más amenazado del mundo”, como afirma Netanyahu? ¿Hasta cuándo continuará la política de los “hechos consumados” con los palestinos?

Por Shlomo Slutzky

La semana tétrica de Benjamin Netanyahu, el jefe de Gobierno israelí, comenzó el 10 de junio del 2013. Ante la Comisión de Seguridad y RR.EE. del Parlamento, después de explicar que en la práctica «no hay con quién hablar» en el lado palestino -responsabilizando al presidente Mahmud Abbas por la completa parálisis en las tratativas de paz-, pasó a caracterizar la situación de Israel como la del «país más amenazado del mundo por misiles de largo, mediano y corto alcance», y en condición comparable a una suerte de víspera del Holocausto.
Tres días después de haber realizado estos dichos, Netanyahu inauguró una exposición sobre la Shoá en el Bloque 27 en Auschwitz, de manera que esta descripción del mandatario hebreo no podía encontrar una escenografía más expresiva que la del mayor campo de concentración y exterminio alemán en tierra polaca, donde fueron asesinados más de un millón y medio de seres humanos.
Como era de esperar, el 13 de junio Netanyahu también abrió la exposición describiendo como similares la situación de los judíos durante el Holocausto y la de Israel frente a la amenaza iraní, cuando la única diferencia estaría dada por la existencia del Estado de Israel y sus FF.AA. «Para nosotros los judíos, esto claramente muestra que no podemos esperar con los brazos cruzados que alguien haga algo por nosotros… Los aliados sabían sobre el Holocausto (…) pero no actuaron», dijo Netanyahu, para concluir que ahora «tenemos que actuar solos».

Cuando en la noche del viernes 14 de junio se vislumbró en Teherán un posible cambio de retórica, y quizás también de política, al conocerse los resultados de las elecciones y la victoria del más moderado de los candidatos, Netanyahu se mostró preocupado por perder de su «set» de defensas al «cuco» Mahmud Ahmedinajab, llamando al mundo a sospechar de las intenciones del nuevo presidente persa, atendiendo más a sus actos e intenciones que a sus propias declaraciones.
Así, la completa falta de esperanza expresada en la comisión parlamentaria se completaba con las declaraciones en el campo de exterminio en Polonia: «No podemos confiar en nadie y es nuestro deber actuar solos».

Algunas certezas contrapuestas…
Acá es necesario hacer un intervalo en la descripción de los hechos y palabras de Netanyahu en su semana tétrica, para afirmar nosotros que sin contar con estadísticas que ayuden a definir si Israel es efectivamente el Estado “más amenazado», está claro que –ciertamente- la situación de Israel -y los israelíes- no es nada simpática.
Cuando misiles de corto y mediano alcance amenazan al sur de Israel desde Gaza, cuando desde Líbano y Siria se puede llegar con misiles a todo el norte israelí –ya comprobado en la guerra del 2006- y aparentemente también al resto del país (según amenaza Hezbolláh y Assad). Esto, sin tomar en cuenta la capacidad de los misiles de largo alcance iraníes de llegar a cualquier punto en territorio israelí, y aún antes de alcanzar su capacidad militar nuclear. No, no es para nada fácil para ninguno de los israelíes vivir la vida cotidiana bajo la eterna amenaza de que la tensa tranquilidad se nos quiebre con un misil perdido que nos caiga justo sobre nuestra propia cabeza.

Todo esto es cierto, pero es cierto también que Israel tiene hoy la capacidad para defenderse y para eliminar amenazas cerca y lejos de sus fronteras. Es cierto que Israel tiene a EE.UU. comprometido con su seguridad y que su Secretario de Estado, John Kerry, logró últimamente mejorar aún más a la iniciativa árabe, que desde el año 2002 definió la disposición a que los 34 Estados de la Liga Árabe reconocieran a Israel y emprendieran relaciones diplomáticas. Esto, en el momento en que Israel acepte firmar un acuerdo de paz con los palestinos, basado en la retirada de la Cisjordania, ahora con la posibilidad de ciertos intercambios de territorios atendiendo a los cambios que se produjeran desde junio de 1967.
Todo esto también es cierto, pero no entra en el discurso –y especialmente en la acción- de Netanyahu, al describir tétricamente la situación Israelí como una suerte de infierno.

La política de los “hechos consumados”
Lo que sí entra en la acción de Netanyahu es –por ejemplo- el impulso a la colonización israelí en Cisjordania, que se demuestra en los hechos y los números en concreto. Sólo en las últimas semanas se aprobaron miles de nuevas viviendas para colonos judíos allí, creciendo el número de viviendas construidas en el primer cuarto de año en un 355% frente al último cuarto del 2012.
Esta aprobación oficial del gobierno de Netanyahu a una política de colonización, que es contraria a los acuerdos de Ginebra, es la invocada por el Presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, para negarse a regresar a la mesa de conversaciones. Los acuerdos de Ginebra permiten la ocupación militar de un territorio conquistado en un conflicto bélico hasta que se arribe a un acuerdo de paz, pero prohíben terminantemente la deportación de población local o el establecimiento de colonos del Estado ocupante en el territorio ocupado.
De esta manera, Bibi evita el retorno de los palestinos a la mesa de negociaciones, dado que éstos exigen unos meses sin construcción israelí ni imposición de nuevos «hechos consumados» en Cisjordania durante las tratativas. Netanyahu define esto como una «imposición inaceptable de condiciones previas a las tratativas», mientras que los palestinos –y la opinión pública mundial- ven a la continuación del crecimiento de la colonización judía como un acto de provocación y sabotaje, una suerte de «madre de todas las condiciones previas».

Sobre Israel penden peligros que no recaen sobre muchos otros países en el mundo. Israel tiene -sin duda- derecho a la existencia y a su autodefensa. Pero la sociedad israelí tiene también derecho a que su gobierno sepa resguardar los logros de 65 años de existencia no sólo armándose hasta los dientes, describiendo las amenazas sobre el país y amenazando públicamente con «actuar solos» para evitar un «nuevo Holocausto».
La sociedad israelí tiene derecho a que sus representantes sepan buscar y perseguir la paz, y no crear o buscar excusas para evitarla. Una paz sobre la base de las fronteras de 1967, con intercambio acordado de territorios entre Israel y los palestinos, una fórmula que exigiría a Israel asumir riesgos, pero que podría ofrecerle también la paz con todo el mundo árabe y no sólo con los palestinos, lo que podría abrir las ventanas a la esperanza en Medio Oriente, alejando la amenaza nuclear iraní sobre Israel y el mundo. Aunque –eso sí- perderíamos el récord Guinness tan preciado de ser «El Estado más amenazado».