A propósito del 203º aniversario de la Semana de Mayo

Mariano Moreno: el fuego de Mayo

El autor de “Presencia del Judaísmo en los Albores del Continente Americano”, reseña para Nueva Sión la vida de Mariano Moreno, fundador de la Gazeta de Buenos Ayres y uno de los estrategas más influyentes de la revolución de Mayo; no obstante lo cual, al mismo tiempo es uno de los próceres argentinos más soslayados por la tradición historiográfica oficial.
Por Natalio Arbiser *

Por muy conocida, no deja de ser válida la expresión con que despidió a Mariano Moreno uno de sus adversarios en la interna de la gesta revolucionaria de mayo. Tras su deceso en alta mar, Cornelio Saavedra sintetizó aquella fogosa vida con la frase: “Hacía falta tanta agua para apagar tanto fuego”.

Representante del ala liberal, democrática e intransigente en los principios de la defensa de los derechos del hombre y la participación popular, Mariano Moreno fue una gran chispa impulsora de los acontecimientos de la Semana de Mayo de 1810, enfrentado al ala encabezada por el citado Saavedra, de tendencia militar, elitista y conservadora.

El joven abogado que cumplió los 30 en 1808, tenía ya en sus fojas haber sido un iconoclasta estudiante en la Universidad de Chuquisaca, donde como muchos de sus compañeros se embebió de las ideas de Rousseau, de Montesquieu y de Jovellanos, al igual que de los principios de los fisiócratas y de los enciclopedistas. Y entre sus antecedentes hallamos también el haber sido sancionado por su audaz discurso de denuncia contra el virrey del Perú y sus encomendederos, corregidores “y demás caterva de señorones” resaltando que los nativos “son hombres de igual anatomía” que estos funcionarios.
Su tesis para el título de abogacía despertaría no menores tempestades. Asimismo tuvo participación en la Reconquista durante la resistencia a las invasiones inglesas.

Diplomacia
Mariano Moreno fue una de las cabezas más lúcidas de la gesta anticolonial. Aunque si bien siempre inclinado a la acción, temperamental y más proclive a agitar vientos que a apaciguarlos, su decisiva participación en la Semana de Mayo lo muestra partidario de la diplomacia antes que del choque violento. Luego de que el 22 un Cabildo Abierto proclamase la cesantía del virrey Cisneros, al día siguiente se produce una reacción que desconoce aquella proclama popular. Y, en la agitada jornada del día 24, tiene Moreno la decisiva actitud en evitar un enfrentamiento armado que podría ser de azaroso resultado. Luego de la reunión clandestina en la casa de Nicolás Rodríguez Peña, donde muchos miembros de la sociedad secreta —que los colonialistas llaman “club de los facciosos”— están prestos a echar mano a la espada, Mariano Moreno sostiene en cambio que es por la vía diplomática que se trata de obligar al Cabildo a respetar la voluntad popular. Y, junto a Matías Irigoyen y Feliciano Chiclana, ganan las calles para determinar un curso de acción política que lograse efectivamente la renuncia del virrey. Una metodología que resulta exitosa cuando al día siguiente, 25 de mayo, Cisneros renuncia y se constituye la Primera Junta que preside Saavedra. En este primer gobierno patrio, desempeña Moreno un doble cargo: Secretario de Gobierno y de Guerra.

Embriaguez
Ya había cumplido 32 años el enérgico mozalbete, abogado porteño egresado de la universidad más autorizada de la región en la época, cuando la noche del 5 de diciembre del revolucionario 1810, un portero le impide ingresar a una reunión celebratoria (para la cual estaba invitado).
Si bien la reunión de la noche se privó de su presencia, la mañana siguiente le trajo el eco de algunos excesos que el alcohol indujo a cometer un oficial de los Patricios, Anastasio Duarte, quien en esa festiva reunión no sólo ubicó una ofrenda como corona en la testa de la esposa de Saavedra, sino que además brindó por éste como “Emperador” y, exaltado, le auguró que América aguardaba que se ciña el cetro.
Moreno fue vertiginoso en la decisión: al hombre que había mancillado el honor republicano proclamando una restauración monárquica, le perdona la vida porque lo hizo en estado de embriaguez. La sanción es el destierro, “porque un habitante de Buenos Aires, ni ebrio ni dormido, debe tener expresiones contra la libertad de su país”.

Pedagogía
Sensible hasta la irritación y de gran vivacidad mental, Moreno es hombre que conjuga principios y acción, ideas y hechos. Considerado por la mayoría de los historiadores como “paladín y tribuno de la democracia”, además de ser un aguerrido abanderado de la causa revolucionaria y anticolonial hasta incluso firmar el Plan de Operaciones por el cual sentencia a muerte a funcionarios virreinales, se caracteriza asimismo por un esmerado afán pedagógico. Reconoce que si el nuevo gobierno comete errores y cae en debilidades, es su prioritario corregirlos, consciente de que el fracaso de los principios del gobierno patrio tiene como riesgo el retorno a la época previa en que caracterizaba al pueblo “la indiferencia y el desgano por la libertad en que había vegetado la colonia”.

Fundamentos
Así, para impedir la vuelta “al sometimiento de la colonia”, fundamenta el temperamental abogado: “Si deseamos que los pueblos sean libres, observemos religiosamente el sagrado dogma de la igualdad”, por lo que “si me considero igual a mis conciudadanos, ¿por qué me he de presentar de un modo que les enseñe que son menos que yo?”. De inmediato, el 6 de diciembre redacta el Reglamento de suspensión de honores, que consta de 15 artículos.

Y la medida de mayor fuerza es la suspensión del artículo 8º del Reglamento del 28 de mayo donde se atribuía a las nuevas autoridades la posibilidad de ser honradas con “la misma pompa del antiguo simulacro” con que hasta días antes el pueblo podía agasajar a los funcionarios de la colonia.
En el nuevo Reglamento que redacta Mariano Moreno, mientras que uno de los artículos determina que “las esposas de los funcionarios públicos, políticos y militares no disfrutarán los honores de armas ni demás prerrogativas de sus maridos”, en otro artículo se legisla que “en las diversiones públicas de toros, ópera, comedias, etc. no tendrá la Junta palco ni lugar determinado”. (Ironías de la Historia: comenzando el último cuarto del siglo veinte, recorrería el mundo la imagen en Buenos Aires de una Junta de Gobierno en un palco de estadio deportivo…).
Promulgado con la firma de todos los miembros del gobierno patrio, se lee la publicación de este Reglamento en “La Gaceta” del día 8 de diciembre de 1810.

Musas
Fogoso, temperamental, siempre decidido a la acción —hasta ser considerado “extremista” o “jacobino” por algunos autores—, era sin embargo un pensador más confiado en el gabinete de estudio y la biblioteca que en la milicia y la represalia. Afirma que en la organización de la vida patria es imprescindible fomentar el desarrollo espiritual y el gusto por la actividad intelectual, ya que “asustadas las Musas con el horror de los combates, huyen a regiones más tranquilas”. Y a las nuevas generaciones que asoman en el horizonte les previene Mariano Moreno que “a la dulzura de las costumbres sucede la ferocidad de un pueblo bárbaro” por lo que “la rusticidad de los hijos deshonra la memoria de las grandes acciones de sus padres”.

Su enorme valoración de “las Musas” debemos interpretarla como una decidida toma de partido a favor de priorizar el estudio y el conocimiento antes que la permanente fatiga del accionar bélico. El resultado más probable del espíritu guerrero es la más desgarradora miseria, profetiza.
Esta actitud de Moreno se ilustra en varias decisiones: transforma un cuartel en el nuevo Colegio de San Carlos, traduce —y prologa— el “Contrato Social” de Jean-Jacques Rousseau y funda la Biblioteca Pública, la actual Biblioteca Nacional.
Y, particularmente, es uno de los patriotas que con su fulgor ilumina como poética musa a la Revolución de Mayo, a la que sostiene con todo el vigor de su enérgica personalidad, incluso hasta troncharse su vida.

* Autor de “Presencia del Judaísmo en los Albores del Continente Americano”.