Si vamos a las fuentes judías a investigar los orígenes del evento, vemos que en la Biblia no hay un Jag (festividad) llamada Pesaj, sino que aparece el Jag HaMatzot (que era en aquellas épocas una de las tres festividades que los judíos peregrinaban a Jerusalén).
Pesaj, en estos escritos, era el nombre que se le daba al sacrificio (Korbán Pesaj) que se realizaba para conmemorar y recordar el sacrificio del cordero que hicieron los Bnei Israel (Hijos de Israel) antes de salir de la esclavitud en Egipto. Es así como en la Biblia «hacen Pesaj» y no «festejan Pesaj», como hacemos actualmente.
¿Matzá o pita?
Las «matzot» de aquel entonces, especie de «fast food» bíblico, que se comían en variadas ocasiones (por lo visto también en esto fuimos pioneros…) eran redondas, especie de pitas (pan árabe) que se horneaban sin esperar que leudaran. Hay algunas comunidades judías que mantienen esta tradición de las matzot bíblicas, redondas y horneadas, como los etíopes o los caraítas, hasta el día de hoy.
Como vemos entonces, en los comienzos de la cultura judía, no había relación entre Pesaj y las matzot, pero cuando se estableció posteriormente el calendario judío unificado, y a la luz de que el sacrificio de Pesaj había que realizarlo en fecha fija – el 14 de nisan- y el Jag Hamatzot se festejaba el 15 de nisan, se decidió unificar las fechas y realizar un sólo festej: Jag HaPesaj.
Con la destrucción del Templo de Jerusalén en el año 70 de la era común, y la imposibilidad de realizar sacrificios, se empezaron a desarrollar alternativas y ritos que suplieran los sacrificios y las peregrinaciones. Así se fueron creando la ceremonia conmemorativa (Seder) y el relato que la acompaña (Hagadá), que surge del versículo bíblico (Éxodo 13:8): «(…) Y le contaras a tu hijo en ese día…».
El Seder
Según la mayor parte de las investigaciones históricas que estudiaron el tema, la ceremonia del Seder de Pesaj se remonta a la época helenística y es una adaptación del evento llamado «Simposyum» que los antiguos griegos celebraban.
El symposium era una reunión de hombres –ciudadanos libres– que se juntaban para conversar y filosofar, comían, tomaban vino, sumergían verduras en agua salada y, casualmente, los hacían semi recostados sobre cómodos sillones (cualquier semejanza con el Seder de Pesaj que conocen, no es pura coincidencia).
Por supuesto el Seder de Pesaj fue relativamente más progresista que el griego y aceptó que todos los presentes (judíos) participen de él.
Incluso la simpática costumbre del Afikoman tiene ribetes culturales muy interesantes. Según investigadores modernos, la palabra tiene también orígenes griegos y significa «postre» o «fin de la comida».
¿Y cómo se adaptó esta costumbre a nuestro Seder? En aquellas épocas se acostumbraba hacer banquetes pantagruélicos con grandes cantidades de comida y bebida durante días enteros y los comensales terminaban los mismos en condiciones bastante deplorables luego de haber «devuelto» gran parte de lo consumido a los anfitriones. El judaísmo de entonces tomó esta costumbre del Afikoman y la transformó en un ordenado y sobrio final, de una cena festiva.
Hagadá de Pesaj
El relato alegórico que se cuenta generación tras generación, en la noche del Seder, se remonta en sus inicios a la época posterior a la destrucción del Templo de Jerusalén, allá por los siglos II-III de la era común.
Los relatos hagádicos con sus respectivas oraciones reemplazaron al anterior sacrificio e impusieron una tradición que ya tiene dos milenios de existencia.
La Hagadá es entonces la trama de la historia de un pueblo que lucha por su libertad, en contra de la esclavitud y la opresión, pero que tiene un rol totalmente pasivo en la misma. Hay un sólo protagonista principal: Dios, que es a la vez el productor y el director de uno de los episodios más significativos y traumáticos de la historia del Pueblo judío.
Este relato único y especial no fue siempre igual y se fue conformando a través de los tiempos, y cuya versión tradicional llega hasta nosotros a partir del siglo X, aproximadamente.
¿Desaparecidos en aquellas épocas?
Por supuesto, el gran ausente en este relato es Moshé… El héroe del pueblo judío, que nos sacó de Egipto y nos guió hasta la Tierra Prometida; fue injustamente borrado del relato hagádico. Interesante sería saber por qué ¿Verdad?
De más está decir que Aharon, hermano de Moshé y principal vocero de los esclavos oprimidos fue también sentenciado al olvido en la Hagadá. Ambos son personajes centrales del relato bíblico.
Hay cierto consenso en sostener que la idea de los sabios de aquellas épocas («Jazal»), compiladores del relato, fue por un lado reforzar el culto monoteísta y la centralidad de un solo Dios todopoderoso y omnipresente en la religión judía que se estaba conformando, y por otro evitar la idea de un culto a la personalidad a través de Moshé y sus proezas y que dicho culto pase a ser una idea más abstracta y menos corpórea.
¿Y las mujeres dónde están?
A diferencia de lo sucedido en la Biblia, sobre la vida de los judíos en Egipto, del éxodo y de las vicisitudes del pueblo hebreo, en donde las mujeres tienen un rol central, Jojeved -la madre de Moshé-, Miriam – su hermana-, la hija del faraón o Tzipora – su esposa-, en la Hagadá brillan por su ausencia y fueron totalmente borradas del relato.
¿Se puede denotar un dejo un tanto chovinista en los escritores, quizás?
La actualidad del relato
Pesaj es una de las tantas festividades de la historia de la cultura judía que se fueron conformando y estructurando a través de las generaciones hasta llegar a lo que son en nuestros días.
Son claras las influencias griegas y egipcias en los relatos, las costumbres y las tradiciones.
El judaísmo, a pesar de lo que algunos sectores más conservadores y retrógrados nos quieren hacer creer, siempre se nutrió y enriqueció de las culturas que lo circundaron y le influyeron en su impronta.
En definitiva, ¿esto quiere decir que no tenemos que festejar Pesaj por no ser una festividad «neta y puramente judía»? Obviamente que la respuesta es no.
El festejo de Pesaj, que cada uno hace de acuerdo a sus creencias y concepciones, es central en nuestro bagaje cultural, en nuestra historia y legado, y parte sumamente importante en la trasmisión y continuidad generacional.
Y por eso el versículo «Vejol dor vador jaiab adam lirot et atzmo keilu hu iatza mimitzraim» (En cada generación, cada uno tiene que verse como si él mismo hubiera salido de Egipto) es tan central y significativo en este episodio. Esto es revivir y recrear cada año la historia de Pesaj en cada individuo, cada familia, cada grupo y cada comunidad.
Lo importante del evento es el mensaje ético que nos transmite y nos quiere dejar. Y esto es que desde hace varios milenios el judaísmo se opone a la esclavitud y lucha por la libertad, propia y de otros, y es éste un mensaje ético fuerte que debería estar presente no sólo en la mesa del Seder, sino en las mesas de todos los días.
* Sociólogo, educador y conferencista. Recibió el título de Rabino Laico – Humanista. Vive en Jerusalén.