La muerte del líder bolivariano

Hugo Chávez, campeón de pobres y de genocidas

No es posible resumir la trayectoria del líder venezolano en el hecho de haber sido uno de los pocos antisemitas explícitos en la cumbre de la política latinoamericana. En un país rico, pero cuya oligarquía había extremado las desigualdades, Chávez operó en sentido contrario, al favorecer significativamente el progreso en la calidad de vida y los derechos de las clases más desposeídas. No obstante, a pesar de sus diatribas explosivas, Estados Unidos nunca dejó de ser un socio comercial insoslayable de Venezuela. Y más allá de su parcialmente atinada estrategia contra el imperialismo yanqui, se plegó con fervor a la retórica anti-israelí del régimen negacionista de Irán, y le dio a Hezbolá una puerta de entrada a América latina.
Por Carlos Escudé

Hugo Chávez se murió. Eso es moneda corriente. Morir es una costumbre que suele tener la gente.
Usted, culto lector, reconocerá de inmediato los versos referidos a Manuel Flores. Son de nuestro bardo, don Jorge Luis. Y ni más ni menos que Aníbal Troilo les puso música. Pero es obvio que valen más para el comandante Chávez que para el ignoto Flores, porque a este desenlace fúnebre lo estábamos esperando todos desde hace bastante tiempo.

Por cierto, creo que el mejor abordaje que puede tener la noticia de la muerte del caudillo, acaecida a los 58 años, es borgeano. Al igual que Jacinto Chiclana, Chávez fue un personaje sobrehumano con un exceso de vitalidad, capaz de no alzar la voz y de jugarse la vida…
El Comandante fue una auténtica reliquia. Su perfil fue caleidoscópico. No sólo era unos de los pocos antisemitas explícitos en la cumbre máxima de la política latinoamericana. Además, junto con Raúl Castro, era el único militar que quedaba entre los jefes de Estado de la región. Y como buen milico, en 1992 intentó un fallido golpe militar.

Aquel conato fue digno de una novela del realismo mágico latinoamericano. Chávez operó desde el Museo Histórico Nacional de Caracas y su mayor logro fue tomar la estación estatal venezolana de televisión. Gracias a ese medio, el fundador del bolivarianismo pudo rendirse en un mensaje televisivo en que reconoció su derrota pero proféticamente auguró triunfos futuros.

Seis años más tarde, en 1998, ganaba las elecciones que lo ungieron presidente. Su fallecimiento se produjo cuando debía comenzar su cuarto período presidencial. Entre ese año y 2012 había favorecido mucho a los pobres de Venezuela. En un país cuya oligarquía había extremado las desigualdades, Chávez operó en sentido contrario. No sería justo negarle ese logro. Fue un campeón de los pobres, de su salud y de su educación.

Por otra parte, el talento oratorio de Chávez fue sólo comparable al de Fidel Castro. Como en el caso del líder cubano, la retórica del Comandante bolivariano se dirigió principalmente contra Estados Unidos. Pero no sólo lanzó diatribas contra el imperialismo yanqui. También invirtió ingentes recursos para maniobrar geopolíticamente contra Washington. Obviamente, ese dinero provenía de los petrodólares venezolanos.

Por cierto, con el dinero de su gente, Chávez exportó populismo en una medida sin precedente. Su frustrado intento de 2006 por conseguir un asiento no permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas lo llevó a prometer la compra de todo el excedente de algodón de países como Benin y Malí, que viven de ese monocultivo. Así, el caudillo se aseguró algunos votos africanos. E intercambiando favores, también compró el voto ruso y el chino. Pero no alcanzó.
No obstante, no siempre le fue mal. En las elecciones presidenciales nicaragüenses de 2008, por ejemplo, apostó por Daniel Ortega y salió ganancioso. Mientras Estados Unidos amenazaba con que una victoria sandinista podría significar la eliminación de toda ayuda norteamericana a Nicaragua, Chávez se mostró seductor. En este tipo de lid el venezolano no amenazaba sino que sobornaba con simpatía y dinero. Durante la campaña donó diésel y fertilizantes para que el líder sandinista los distribuyera gratuitamente en su país.
Esta pauta fue reiterada. Subsidió a la Bolivia de Evo Morales, azuzando al dirigente cocalero para que acelere procesos de nacionalización. También le ofreció montar bases militares en las provincias petroleras de ese país, para desalentar a los separatistas de Santa Cruz y Tarija.
En mayor medida aún, subsidió a su predilecta Cuba, a la que transfirió tanto petróleo como lo hiciera otrora la Unión Soviética. A cambio, La Habana le envió unos 20.000 médicos, muchos de los cuales fueron triangulados para penetrar en las organizaciones populares de diversos países latinoamericanos, de manera de adelantar la causa bolivariana.

Al mismo tiempo, su alianza con Irán fue notoria. Durante su gobierno, Caracas y Teherán se juramentaron financiar los esfuerzos de algunos gobiernos que buscan “liberarse del yugo imperialista”. La alianza explícitamente incluyó la cooperación venezolana con el proyecto nuclear iraní, que todavía tiene en vilo al mundo.
Además, Chávez fue cómplice de los intentos iraníes por penetrar con el islam chiita a América del Sur. Incluso concurrió personalmente a la conversión al islam de indígenas de la Guajira, en su propio país. También se plegó a la retórica anti-israelí del régimen de Teherán.

Gracias a los coqueteos geopolíticos de Chávez, la milicia libanesa Hezbolá tiene en Venezuela una importante puerta de entrada a América latina. Se trata de una trama doble por la que contribuye a financiar operaciones del Hezbolá en Medio Oriente, a la vez que avanza en la penetración chiita de organizaciones populares latinoamericanas. Esta intrusión ha sido efectiva porque Hezbolá brinda servicios sociales a los miembros de las organizaciones populares en que asienta su presencia, reproduciendo el modelo de su operatoria en el Líbano.
En este contexto, Ghazi Nasr al Din, un diplomático venezolano de origen libanés, fue acusado por el Departamento de Estado norteamericano de usar las embajadas de su país para proveer de fondos al Hezbolá y facilitar “cursos de entrenamiento”, en Irán, de amigos venezolanos de dicha organización. Aparentemente, estas operaciones se realizan en connivencia con agencias de viajes de Caracas, manejadas también por libaneses.
A su vez, el consulado de Venezuela en Maicao, Colombia, ha sido denunciado como proveedor de cédulas y pasaportes venezolanos a radicales islámicos. Un punto neurálgico del vínculo entre Venezuela y el Hezbolá se encuentra en la Isla Margarita, donde opera un banco que financia actividades de la milicia chiita en el Medio Oriente, facilitando flujos de dinero provenientes del tráfico de drogas, la venta de armas, el contrabando de personas y otras actividades.
Es por medio de estos y otros mecanismos que, en la Venezuela de Chávez, prosperaron las actividades de “Hezbolá Venezuela”. Según informes norteamericanos, sus actividades cuentan con el apoyo de la Dirección de los Servicios de Inteligencia y Prevención (DSIP) del gobierno venezolano.

Claramente, el cuadro no ha sido muy favorable a la comunidad judía venezolana, ni a la perspectiva de una colaboración chavista con las investigaciones de los atentados de Buenos Aires. Para peor, en algunas ocasiones el Comandante se expresó de un modo primitivamente antisemita, como en su acusación de deicidio contra el pueblo judío en la Navidad de 2005. Y su alianza geopolítica con el negacionista aspirante a genocida, Mahmud Ahmadinejad, lo termina de desenmascarar.

No obstante, una de las grandes paradojas es que, aunque Estados Unidos lanzó abundantes acusaciones contra los gobiernos de Chávez, a la vez que el Comandante presentó siempre a Washington como su gran enemigo, en realidad el poder chavista sobrevivió gracias a que Estados Unidos fue por lejos el comprador más importante de su petróleo.
El país caribeño ha sido, según el año, el tercero o cuarto proveedor más importante de la superpotencia en materia de crudo y de productos de petróleo refinado. Más aún, alrededor del 45% de las exportaciones venezolanas totales van a Estados Unidos, y más de un 30% de sus importaciones provienen del gigante norteamericano. Si la Venezuela de Chávez fue peligrosa, lo fue gracias a su comercio con Estados Unidos, que le dio riqueza y poder.
Por si fuera poco, el entrelazamiento de ambas economías está apuntalado por Citgo, una gran empresa refinadora de petróleo, la cuarta más importante de Estados Unidos. Desde 1990 pertenece en su totalidad a Petróleos de Venezuela (PDVSA), que a su vez está controlada por el gobierno de Caracas. Por cierto, se trata de un caso único en las relaciones entre centro y periferia: el país periférico tiene penetrado al gran imperio con miles de estaciones de servicio, desde el Atlántico hasta el Pacífico.

Así es la cosa, Mafalda. Nada es blanco ni negro. ¿Quién tiene razón en la comedia humana?
Para mí es imposible juzgar al Comandante. Si yo fuera venezolano, le estaría agradecido por haber promovido a los pobres y le reprocharía haber malgastado mis petrodólares para lucirse en el tablero mundial.
Pero ni siquiera soy venezolano. Soy apenas un argentino borgeano y judío.
Tú no eres mi comandante. Descansa en paz, Hugo Chávez.